Acelerar transición energética en México, sí, pero con orden y planeación: Manuel Rodríguez

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Considerado uno de los 100 líderes del Sector Energía en México, el diputado federal de Tabasco apuesta por soluciones integrales que permitan seguir avanzando hacia la instalación de energías como la solar y eólica, entre otras.

Lograr la transición energética implica para México un reto mucho mayor, transversal e integral, algo que “no se va a lograr diciendo que ahora vamos a usar solo energías limpias o que vamos a conseguir empleando sólo vehículos eléctricos”, sentencia el presidente de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados federal, Manuel Rodríguez González.

La transición energética es una agenda pendiente en México. De acuerdo con el Energy Transition Index (ETI), nuestro país cayó al puesto 68, con un nivel de cumplimiento de 54.1% en relación con las metas establecidas por ese organismo del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés).

Según ese reporte, México perdió 22 posiciones, ya que en 2021 ocupaba el lugar 46 en este indicador global que mide la participación de las naciones en la lucha contra el cambio climático, además de los logros en la descarbonización y cuidado del planeta, vía acciones en el sector energético.  

Pese a este retroceso, el estudio especializado admite que además de un conjunto de economías europeas avanzadas líderes como Suecia, Dinamarca, Noruega, Finlandia y Suiza, hay otros países como Corea del Sur, India, Hungría y México, que recientemente han exhibido un sólido entorno regulatorio propicio para acelerar una transición equilibrada.

Al respecto, el diputado federal de Tabasco, Rodríguez González, considerado por la revista Petróleo y Energía como uno de los 100 líderes del Sector Energía en México, apuesta por soluciones integrales que permitan seguir avanzando hacia la instalación de energías como la solar y eólica, entre otras.

El principal impulsor del marco regulatorio que frenó el desmantelamiento de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), así como el consecuente entreguismo de la industria a los privados, es partidario de acelerar el uso de energías limpias, pero de forma planeada y ordenada.

Lo que sí deja claro Manuel Rodríguez es que la transición energética que tanto necesita México “no se va a aplicar por decreto ni se va a lograr cerrando Pemex”.

DEFIENDE RUTA DE #4T

Expone que, de acuerdo con datos de organismos mundiales especialistas en la materia, de la contaminación atmosférica global, los autos de gasolina y diésel, esos que usan combustibles fósiles, sólo aportan el 20% de las emisiones totales.

“Es decir, si hoy —cosa que no se puede— sustituyéramos todo el parque vehicular por autos eléctricos, solo disminuiríamos 20% de las emisiones”, revira a las voces de oposición que ponen en duda lo que se está haciendo en México para cumplir con las metas establecidas en la Ley de Transición Energética, que obliga a México a usar cuando menos el 35% de energías limpias en su industria para el año 2024.

No obstante, México no ha logrado cumplir con ninguno de los compromisos definidos previamente, según expertos en la materia, que refieren que el objetivo aún queda muy lejos, ya que dentro de la matriz energética, el uso de las fuentes limpias sólo representan menos del 30%.

La actual administración federal se encuentra en plena recta final, y aunque hoy quisiéramos ya dar el paso hacia las energías limpias, resulta una tarea bastante compleja.   

Rodríguez González, quien dentro de su agenda legislativa estima presentar en breve una iniciativa de reforma para ampliar el umbral de la Generación Distribuida, es decir, aquella electricidad limpia que se obtiene a través de paneles solares instalados en azoteas de casas y empresas pone como ejemplo el caso de automotores que funcionan con gasolina o diésel.  

“Aunque quisiéramos dejar de usarlos para movernos solo con autos eléctricos, los minerales y componentes que se usan para esas unidades solo alcanzarían para sustituir el 20% de éstas”, refiere.

Rodríguez advierte los riesgos que ello nos representaría como humanidad, porque perderíamos la capacidad de movilidad tan necesaria, sin contar otros impactos, como los empleos que desaparecerían en la industria automotriz.

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