Gane quien gane: México ante las elecciones presidenciales de Estados Unidos

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Las elecciones presidenciales en Estados Unidos marcan una pauta importante en las decisiones de política exterior e interior de la gran mayoría de los países del mundo. Para México, la idea de Estados Unidos tiene una relevancia mayúscula: de lo económico, la industria, las inversiones a lo social y la trans-culturalidad de las comunidades, pasando por las asperezas de la política y la seguridad nacional, y hasta uno de los ejes del imaginario aspiracional de nuestro sincretismo más mexicano.
Algunos siglos de vaivenes y relaciones tensas han modelado esta relación. Los cambios electorales en ambos países –reflejo de las transformaciones socioculturales y acomodos de las organizaciones políticas– dejan de ser procesos estrictamente internos para explayarse sobre las fronteras del otro.


Los últimos cuatros años han estado plagados por la estridencia de dos presidentes que en sus diferencias encuentran un punto común: les importa poco la “relación oficial”, entre gobiernos, pues. Esto no quiere decir que la relación durante Obama-Peña fuera mejor, más allá de las charlas y canales preestablecidos, no hubo mayor cosa que decir. Rebajar incluso eso a los tweets de Trump y las mañaneras de Obrador, no es necesariamente lo más constructivo.


¿Cuál es el futuro de la relación?
Las preferencias electorales marcan un margen relevante para Biden, además de liderar en la mayoría de los swing states, lo cual muestra una ventaja cómoda (aunque los Colegios Electorales siempre pueden dar sorpresas poco placenteras).


De ganar Trump todo parece indicar continuidad con el statu quo: pocos puntos de encuentro y “distanciamiento respetuoso”, lo cual al final ha sumado poco para la construcción de la agenda bilateral. La relación Trump-López pasó de los comentarios racistas y subidos de tono, la construcción del muro y la imposición de tarifas comerciales a un impasse, casi una complicidad tácita que evita abordar temas complejos.
A días de que se presenten las elecciones en Estados Unidos, y potencialmente un cambio en la Presidencia, hay una serie de temas de la agenda binacional muy contextuales que se deberán resolver (o no) en la sintonía de la elección. Hay otro tanto mucho más profundo que tiene que ver con la ambivalencia de fondo de la relación: los países deben coexistir, pero la displicencia parece no ayudar a encontrar vías para avanzar la construcción de metas conjuntas.


• Política migratoria: desde the whole enchilada no se ha vuelto a tocar el tema y un muro sobre el Río Bravo termina por socavar siquiera hablar del asunto. A eso sumemos las aparatosas negociaciones mexicanas con las caravanas centroamericanas y la represión en la frontera Chiapas-Guatemala. Un tema sensible, sí, y urgente de atajar: Después de varios años de disminución de los flujos migratorios, nuevamente hay una escalada. El número de migrantes detenidos a lo largo de la frontera con México aumentó de 16 mil en abril 2020 a 38 mil en julio 2020, un incremento del 137% por ciento, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. Todavía lejos de las 99 mil detenciones de abril 2019 y 133 mil en mayo 2019. Sin embargo, el aumento en los últimos meses refleja un resurgimiento en la corriente migratoria.

•   TMEC: La idea de Norteamérica como una gran zona económica ha sido tema recurrente. El último proceso de cambios y ratificaciones demostraron el interlineado complejo de tres países con intereses divergentes, hasta contradictorios, para muestra el tema laboral-sindical. Más allá de los beneficios de corto plazo, se está ante un gran marco institucional con el potencial de homologar políticas, visiones de desarrollo social y humano, generación estratégica de clústeres regionales y economías locales incluyentes. 

•   Relación con Centroamérica: Más allá de López y Bukele plantando árboles, México solía entender de manera profunda y activa el tema, sirviendo como enlace y negociador en la pacificación social y política (Grupo Contadora). Ahora sólo es posible instruir a la Guardia Nacional a repartir amistad entre las naciones a punta de fusil. La relevancia geoestratégica de la región requiere de la puesta en marcha de mecanismos de cooperación e inversión, con miras al desarrollo de políticas económicas, de desarrollo y de seguridad, que mitiguen las brechas de desigualdad y el desplazamiento social. 

•   Narcotráfico: una parte importante de tensión entre los países es, por un lado, la presión de EUA por un combate frontal y desbordado, y por otro, el cumplimiento laxo, poco entendido y plagado de corrupción del lado mexicano. El punto es simplemente irresoluble y la única vía de largo plazo en la legalización escalonada y supervisada por reguladores estatales está fuera del mapa.  

•   Inversión extranjera directa: la protección de los intereses comerciales estadounidenses se veía como un tema complicado durante la administración de López, pero parece que salvo albazos y coyunturas específicas no habría grandes cambios en las formas. 

•   Sector energético: este punto se cuece aparte. La fijación del gobierno de López con la soberanía energética (más bien la estatización por la estatización) ha generado disrupciones importantes en una industria con una perspectiva para el 2020-2024 de generar con inversiones por hasta 92 mil millones de dólares y 400 mil empleos nuevos. Trump ha pasado de la beligerancia a un completo desinterés del tema, siendo que otras administraciones han sido mucho más vocales sobre la protección y andamiaje institucional que permita instrumentar un sector energético abierto y competitivo. Los farmouts y las subastas eléctricas se cancelaron, la secretaria Nahle ha presionado a los órganos reguladores para privilegiar a las empresas del Estado. Si bien una potencial administración Biden pudiera no ser explícita en presionar por un viraje, con mucha certeza cambios en la política energética e industrial estadounidense pondrían presión que harían inviable a México continuar con su entendimiento unidimensional de la situación.  

•   Latinoamérica: el interés por parte de EUA ha menguado, de ser uno de los anfiteatros de la Guerra Fría a la irrelevancia en el Departamento del Estado. La maniobra de Trump por copar el BID con Claver-Carone y no la nominación de un latino (como marcaba la tradición) generó animadversión de propios y ajenos – ya fajado, una provocación un tanto insustancial. El recorte del fondeo a la OEA marca, de nuevo, esa distancia y casi animadversión. México no ha jugado precisamente de manera relevante en el tema por mucho tiempo. Una administración demócrata difícilmente cambiará el completo desinterés de la situación; sin embargo, lo que sí puede tener un viraje es la política externa mexicana y jugar un papel relevante como bisagra y gran negociador. 

Las decisiones que emanan de la interacción de ambas sociedades, gobiernos, corporaciones, comunidades y organizaciones, definen la vida de 454 millones de personas. Analizar y sobre todo abordar de manera activa los procesos político-electorales es vital en término de avanzar la integración de una de las regiones más dinámicas del mundo.

Sobre el autor: Miguel Tovar, Socio de Alterpraxis y líder de las prácticas de Asuntos Públicos y Sostenibilidad. Con más de 10 años de carrera asesorando empresas e instituciones en sectores altamente regulados. Experiencia probada colaborando en la gestión del desempeño social, ambiental y económico de proyectos de infraestructura energética con un valor superior a 6 mil millones de dólares.
Dirigió al equipo responsable del “Portafolio de Inversión Social del Gasoducto Ramones”, que fue galardonado en 2017 en los Sabre Awards (mejor práctica de RSC) y Latin American Excellence Awards (mejor práctica de energía).
Ciencia Política por El Colegio de México, una de las instituciones de educación superior más reconocidas en Ciencias Sociales y Humanidades.
Alterpraxis


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