Litio: otro mito mexicano

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Marcelo González Jiménez

Así las cosas, también en estos tiempos ha rondado otro cuento igualmente locuaz e inverosímil, pero esta vez, tiene que ver con un mineral al que el régimen le ha colgado todas sus esperanzas para reconstruir el nacionalismo mexicano: el litio.

La reciente reforma a la ley minera para “nacionalizar” el litio es un proyecto sin fondo que no traerá beneficio alguno para el País; esto, porque de entrada la Constitución ya contemplaba al litio como patrimonio de la nación y, además, el Gobierno –sobre todo el actual– hasta ahora no ha demostrado poseer las destrezas y capacidades suficientes para interactuar en arenas de competencia económica dentro de mercados dinámicos donde los objetivos son la maximización de recursos y la creación de bienestar para el consumidor.


El potencial del litio como un mineral estratégico para el desarrollo industrial y tecnológico de nuestro País es ade-
más de incierto, totalmente irrelevante. En México, el litio se encuentra mayormente en arcillas, lo que significa que no es rentable para efectos de su explotación con la tecnología actual.

Tenemos tan poco litio que, de acuerdo con datos de la Secretaría de Economía, en el año 2016 solamente se exportaron 3 –tres– kilogramos del mineral que representaron una ganancia de 658 dólares.

De acuerdo a la misma fuente, en el 2018 las exportaciones de litio alcanzaron la babilónica cantidad de 36 toneladas, lo que en dinero representaron 652 mil dólares.

Por su parte, las importaciones rondaron los 3.8 millones de dólares, esto porque nuestro país le compró 195 toneladas del mineral a Chile y a Eslovenia.

Con esta información podemos tener la certeza que en México las reservas que existen son especulativas; y, además, no se tienen los procesos para transformar el litio a productos con valor agregado.


Para que el litio sea rentable para México, el Gobierno debe abandonar esa perniciosa ideología que abomina a los privados y crear un sistema dual de participación entre el sector público y el privado. Con la creación de una paraestatal para que se encargue del litio nuestro País se estaría dando un balazo en el pie porque el nuevo organismo sufriría por sus pocas capacidades técnico–administrativas y también porque sus actividades de exploración, explotación y aprovechamiento del litio estarían concentradas en una sola masa monopólica carente de regulaciones eficientes y de tecnologías adecuadas para llevar a cabo su propósito con éxito.

La nacionalización del litio es, más bien, una medida demagógica sin racionalidad económica ni objetivos de crear valor público que por desgracia pinta para ser otro fracaso para México.

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