¿Por qué importa la pobreza energética? Un problema crítico global

La pobreza energética no es solo un problema técnico: impacta directamente en la salud, la economía y la equidad social. Su relevancia exige acción inmediata.

Hace 7 horas
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La pobreza energética va más allá de no tener electricidad o gas. Su importancia radica en que afecta directamente la vida de millones de personas y la estructura económica de países enteros. Ignorarla significa tolerar desigualdad, riesgos para la salud y costos ocultos que terminan recayendo sobre los más vulnerables.

Salud, bienestar y supervivencia en juego

La pobreza energética tiene consecuencias inmediatas en la salud. Según la OMS, más de 3 millones de personas mueren cada año por la contaminación derivada de combustibles sólidos utilizados para cocinar o calentar el hogar. En África Subsahariana y Asia Meridional, millones dependen de leña o carbón, exponiéndose a enfermedades respiratorias crónicas, quemaduras y contaminación interior.

En Europa, la pobreza energética se traduce a menudo en “hogares fríos” durante el invierno. Datos de Eurostat 2024 indican que el 7% de los hogares europeos no puede mantener su vivienda a una temperatura adecuada, lo que incrementa la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y respiratorias durante las olas de frío.

En América Latina, CEPAL estima que alrededor de 20 millones de personas viven en condiciones de acceso insuficiente a energía eléctrica confiable, especialmente en zonas rurales y periferias urbanas. Hogares en estas condiciones enfrentan riesgo constante de enfermedades, además de limitaciones para estudiar, trabajar o mantener alimentos frescos.

Impacto económico: los costos invisibles

No se trata solo de salud. La pobreza energética incrementa el gasto de los hogares y reduce la productividad. Cuando una familia destina más del 10% de sus ingresos a pagar electricidad o gas —criterio adoptado en países como Portugal y Reino Unido—, se generan sacrificios en alimentación, educación y transporte.

En Asia Meridional, el costo anual de energía insuficiente representa hasta un 15% del ingreso de familias en zonas rurales, mientras que en América Latina, estudios de CEPAL indican que la pérdida económica asociada a apagones, uso de combustibles sólidos y sistemas ineficientes equivale al 1–2% del PIB en países como Perú y Bolivia.

El fenómeno no discrimina: incluso en países desarrollados, hogares vulnerables enfrentan pobreza energética oculta. Tener luz no basta si los equipos son obsoletos, el aislamiento deficiente y las tarifas elevadas.

Desigualdad y vulnerabilidad social

La pobreza energética es, en esencia, una cuestión de equidad. En Latinoamérica, más de la mitad de los hogares rurales carecen de acceso seguro a electricidad o dependen de combustibles sólidos, mientras que la mayoría urbana disfruta de suministro estable y tarifas más accesibles. En África Subsahariana, la proporción de población sin acceso a energía moderna supera el 60%.

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Incluso dentro de países europeos, existe disparidad. Eurostat reporta que los hogares con menores ingresos gastan hasta tres veces más porcentaje de sus recursos en energía que las familias de altos ingresos. Esta brecha demuestra que la pobreza energética refuerza desigualdades históricas y limita la movilidad social.

Ejemplos emblemáticos por región

  • Europa: España, Italia y Grecia enfrentan olas de frío donde miles de hogares no alcanzan la temperatura mínima de confort. La crisis energética de 2022–2023 mostró cómo los precios altos de electricidad aumentan la pobreza energética incluso en países desarrollados.
  • África Subsahariana: Nigeria y Kenia tienen millones de personas dependientes de leña y queroseno, con impactos directos en salud y tiempo invertido en recolección de combustible.
  • América Latina: Perú y Bolivia presentan alta concentración de pobreza energética en comunidades rurales alejadas, con electrificación parcial y acceso limitado a gas seguro.
  • Asia Meridional: India y Bangladesh enfrentan simultáneamente falta de acceso y consumo insuficiente de energía, afectando educación y productividad.

Pobreza energética: un problema que exige acción inmediata

La pobreza energética importa porque afecta vida, salud, economía y justicia social. No es un asunto abstracto: sus consecuencias son cuantificables y comparables entre regiones, mostrando patrones claros de inequidad global. Ignorarla implica aceptar que millones de personas vivan con menos recursos, menor seguridad y mayores riesgos para su bienestar.

Resolver este problema requiere políticas claras, inversión en infraestructura, subsidios focalizados y medidas que garanticen que la energía disponible sea asequible, confiable y suficiente para cubrir necesidades básicas.

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