De la desconfianza al resurgimiento nuclear
Durante la Guerra Fría, la energía nuclear fue sinónimo de progreso. Prometía un suministro tan abundante y barato que, como decían sus defensores, “no valdría la pena medirlo”. Sin embargo, los accidentes de Three Mile Island (1979), Chernóbil (1986) y Fukushima (2011) marcaron un antes y un después. Las tragedias alimentaron el miedo público, impulsaron regulaciones más estrictas y detuvieron la innovación durante más de tres décadas.
Hoy, ese panorama está cambiando. Analistas del Goldman Sachs Global Institute señalan que el mundo está viviendo un “renacimiento de la energía nuclear”, impulsado por tres fuerzas convergentes: la creciente demanda de electricidad —potenciada por la inteligencia artificial—, la urgencia climática y la competencia geopolítica por la seguridad energética.
Según el instituto, la energía nuclear aporta actualmente solo el 9% de la electricidad mundial, una cifra que llegó a ser del 18% en la década de 1990. Este descenso contrasta con la necesidad de duplicar la capacidad eléctrica global antes de 2050 para sostener la digitalización y la descarbonización.
Fisión y fusión: dos caminos hacia la misma promesa
El nuevo auge nuclear se aleja del modelo tradicional de grandes plantas centralizadas. La fisión, base de la tecnología actual, sigue siendo el núcleo de la generación comercial. Divide átomos pesados como el uranio para liberar energía, pero genera residuos radiactivos y enfrenta resistencias políticas. Sin embargo, las innovaciones en reactores modulares pequeños (SMR) están redefiniendo esta ecuación: reducen costos, aumentan la seguridad y permiten instalaciones descentralizadas.
Empresas como Westinghouse Electric Company, NuScale Power y Rolls-Royce SMR lideran esta transformación. Para junio de 2025, Estados Unidos aprobó los primeros proyectos de SMR con financiamiento federal, mientras que Canadá y Finlandia avanzan en sus propios programas.
En paralelo, la fusión nuclear, considerada la “energía de las estrellas”, representa el mayor desafío tecnológico de nuestro tiempo. En lugar de dividir átomos, los une, generando helio y liberando enormes cantidades de energía sin residuos peligrosos. Aunque todavía no es comercialmente viable, los avances recientes son históricos. En 2022, el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (EE. UU.) logró un experimento de fusión con ganancia neta de energía, un hito que se ha replicado en 2024 en instalaciones europeas y japonesas.
Goldman Sachs sostiene que la próxima era nuclear no será una continuación del pasado, sino una combinación de fisión avanzada y fusión experimental, ambas apoyadas en inteligencia artificial, automatización y materiales de nueva generación.
La carrera geopolítica por la supremacía nuclear
En el tablero internacional, el renacimiento de la energía nuclear también es un movimiento estratégico. Los países que dominen la tecnología de nueva generación obtendrán seguridad energética, influencia diplomática y poder normativo global.
China se ha convertido en el actor más agresivo: es el mayor inversor mundial en energía nuclear y planea superar a Estados Unidos en generación para 2030, según la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). Actualmente, construye más de 20 reactores, combinando su capacidad industrial con cooperación tecnológica internacional.
Rusia, por su parte, utiliza la energía nuclear como herramienta de influencia. Su corporación estatal Rosatom construye 19 reactores en el extranjero, consolidando alianzas estratégicas en África, Asia y Europa del Este.
Estados Unidos, en cambio, enfrenta el desafío de reactivar una industria que perdió competitividad. Aunque el expresidente Donald Trump propuso cuadruplicar la capacidad nuclear para 2050, la cadena de suministro y la fuerza laboral del sector están erosionadas. Los analistas estiman que el país necesitaría triplicar su personal especializado para alcanzar esa meta.
Para acelerar la transición, Washington está recurriendo a la inteligencia artificial y el software avanzado. En 2025, Palantir Technologies firmó un acuerdo de 100 millones de dólares con una empresa de despliegue nuclear para crear sistemas de construcción automatizados, mientras Google Cloud AI colabora con Westinghouse en la optimización de plantas nucleares mediante aprendizaje automático.
Desafíos y oportunidades del nuevo paradigma energético
El renacimiento nuclear no está exento de obstáculos. Los altos costos iniciales, la necesidad de marcos regulatorios modernos y la percepción pública continúan siendo barreras significativas. Sin embargo, los beneficios potenciales son difíciles de ignorar: energía estable, bajas emisiones y reducción de la dependencia de combustibles fósiles.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE), para alcanzar los objetivos climáticos del Acuerdo de París se requerirá duplicar la capacidad nuclear instalada antes de 2050. Las tecnologías modulares y la colaboración público-privada son la vía más viable para lograrlo.
Además, la intersección entre energía nuclear e inteligencia artificial abre un frente completamente nuevo. Desde la simulación de procesos de fusión hasta la gestión predictiva de residuos, la IA promete reducir riesgos, optimizar tiempos y aumentar la eficiencia operativa.
Una nueva era energética en construcción
El renacimiento de la energía nuclear no es una simple tendencia tecnológica; es una reconfiguración del equilibrio energético global. En un mundo presionado por el cambio climático, la electrificación total y las tensiones geopolíticas, la energía nuclear vuelve a ser sinónimo de soberanía, innovación y estabilidad.
Los países que inviertan hoy en investigación, regulación inteligente y formación técnica estarán mejor posicionados para liderar la transición hacia una matriz energética limpia, segura y competitiva.
La historia ofrece una segunda oportunidad a la energía nuclear. Esta vez, con más ciencia, más inteligencia y —esperemos— más prudencia.
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