Infraestructura eléctrica: superar el cuello de botella en la transmisión

En el debate energético, la infraestructura eléctrica se yergue como verdadero cuello de botella: no basta con generar energía, si ésta no circula eficientemente hacia el consumidor final.

Hace 11 horas
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En el escenario global de la transición energética, se suele dar protagonismo a la generación —más paneles solares, más turbinas eólicas, más gas natural o hidrógeno—. No obstante, el verdadero reto muchas veces no es sólo producir electricidad, sino trasladarla eficazmente hasta donde la demanda la reclama. Esa es la esencia de la infraestructura eléctrica, y lo que revela por qué muchas veces la generación ya no es el factor limitante: la transmisión lo es.

Por qué la infraestructura eléctrica se convierte en cuello de botella

Cuando hablamos de infraestructura eléctrica nos referimos a las líneas de alta tensión, las redes de media y baja tensión, las subestaciones, los transformadores y todo el sistema que conecta una central de generación con el usuario final. Allí se concentra un reto técnico y económico que tiende a subestimarse.

Según datos de la U.S. Energy Information Administration (EIA), las pérdidas en transmisión y distribución en Estados Unidos promedian alrededor del 5 % de la electricidad transmitida. Esa cifra puede parecer modesta, pero al escalarla a sistemas nacionales o continentales, representa pérdidas de miles de millones de dólares al año e impactos serios de eficiencia y resiliencia.

Además, la International Energy Agency advierte que, aunque en la última década se han tendido alrededor de 1,5 millones de kilómetros de líneas nuevas en todo el mundo, “una transmisión insuficiente sigue siendo una restricción mayor para el desarrollo de los sistemas eléctricos, la electrificación y la seguridad energética”.

En consecuencia, la generación crece —en especial renovables—, pero muchas veces no puede evacuarse o distribuirse adecuadamente. Con más energía producida en zonas remotas y una demanda concentrada en grandes ciudades o polos industriales, la infraestructura de transmisión y distribución se convierte en la pieza clave.

Inversiones y retornos: ¿vale la pena apostar por la transmisión?

Un informe de Americans for a Clean Energy Grid, en colaboración con Grid Strategies, revela que cada dólar invertido en transmisión inteligente puede generar hasta 4,70 dólares de beneficio al consumidor en Estados Unidos. Otro estudio del National Renewable Energy Laboratory (NREL) estima que la expansión de la transmisión podría reducir entre 270.000 y 490.000 millones de dólares los costes del sistema eléctrico estadounidense hasta 2050.

Por otra parte, el estudio de The Brattle Group estima que alcanzar una cobertura de red que permita cumplir metas de energía limpia podría requerir entre 2 y 4 billones de dólares de inversión en transmisión hasta 2050. Estos datos sustentan un argumento decisivo: la infraestructura eléctrica merece estar al frente del debate energético, no al margen.

Pérdidas, congestiones y retos técnicos

Más allá de la inversión, la infraestructura eléctrica enfrenta efectos negativos como congestión de red, tiempos largos de aprobación de proyectos y aumento de costes de componentes. Según la IEA, los plazos de entrega de cables y transformadores se han duplicado desde 2021; los precios de los cables han casi doblado, y los de los transformadores han subido cerca de 75 %.

Del mismo modo, las congestiones de transmisión —cuando líneas existentes llegan al límite y la electricidad debe usarse en lugares más caros o menos eficientes— elevan las tarifas y socavan la competitividad. Para países con gran expansión renovable o grandes desequilibrios entre generación y demanda, la falta de transmisión adecuada implica que la energía generada no siempre llegue a su destino.

Retos específicos en Latinoamérica y México

Aunque muchos de los estudios provienen de EE. UU. o Europa, el problema es también crítico en Latinoamérica. En México, la integración de nuevas fuentes renovables, la necesidad de modernizar redes envejecidas y la expansión hacia zonas rurales plantean un reto doble: no sólo generar más, sino mover mejor la energía.

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La falta de líneas robustas de alta tensión que conecten regiones generadoras (solares, eólicas) con grandes centros urbanos se traduce en inversiones infrautilizadas. Además, la debilidad en distribución acentúa las pérdidas técnicas y no técnicas, y la resiliencia ante fenómenos meteorológicos o eventos extremos se ve afectada.

Cómo actuar: claves para una infraestructura eléctrica resistente

Para que la infraestructura eléctrica deje de ser un obstáculo y se convierta en un facilitador, deben considerarse varios elementos:

  • Planificación integrada de generacion y transmisión: La generación y la red deben planearse conjuntamente. Si se inaugura un parque eólico en zona remota sin asegurar líneas de evacuación, el beneficio se diluye. Estudios como los de Brattle señalan que la falta de coordinación entre generación y transmisión encarece el sistema.
  • Priorizar líneas de alta capacidad y largo alcance, en especial cuando la generación se ubica lejos de los centros de consumo. El estudio de NREL muestra que la expansión de largo alcance genera los mayores ahorros.
  • Modernización de la red existente: No sólo construir líneas nuevas, sino mejorar los activos existentes —transformadores, cables, subestaciones— para disminuir pérdidas y aumentar flexibilidad.
  • Regulación, permisos y financiamiento adecuados: Las demoras en permisos y la falta de mecanismos de financiamiento inhabilitan proyectos que pueden tardar 3-4 años en arrancar o más.
  • Consideración de pérdidas de transmisión como índice clave: Monitorear y fijar objetivos para la tasa de pérdidas permite visibilizar el impacto de la infraestructura eléctrica sobre eficiencia y costos.
  • Integración de energías renovables, flexibilidad y almacenamiento: Una red robusta facilita la incorporación de renovables y afronta la variabilidad, pero requiere infraestructura adecuada para conectarlas al sistema.

Hora de poner la transmisión en el centro del debate energético

La infraestructura eléctrica ya no puede considerarse un asunto secundario: es la autopista por la que la energía debe circular, y sin ella, la mejor generación sigue siendo subutilizada. Cuando se invierte en generar más pero no en trasladar eficientemente, se genera un cuello de botella que puede contener la transición energética, encarecer las tarifas y debilitar la seguridad del suministro.

La frase “generar más electricidad” sigue siendo necesaria, pero no suficiente. Es momento de elevar la frase “infraestructura eléctrica” al centro del planeamiento de políticas energéticas, del financiamiento internacional, de la estrategia privada y pública.

Porque al fin y al cabo, de nada sirve tener megavatios de capacidad si no llegan a quienes los necesitan. Invertir en infraestructura eléctrica —las líneas que conectan, los transformadores que adaptan, las redes que distribuyen— es invertir en el futuro energético: eficiente, confiable y equitativo.

También en México, la urgencia es real: para que la energía generada en estados del norte o en el sureste llegue con garantías y a un costo competitivo a zonas urbanas y zonas industriales del centro, la infraestructura eléctrica debe escalar. No se trata sólo de producir, sino de conectar. Y allí reside la verdadera prueba del sistema.

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