México alcanzó en 2025 un nuevo máximo histórico en la importación de gas natural desde Estados Unidos, con un volumen de 228,573 millones de pies cúbicos, equivalente a 7.5 mil millones de pies cúbicos diarios, de acuerdo con cifras de la Administración de Información Energética (EIA). La cifra supera el récord previo registrado en mayo y representa un aumento de 25% comparado con 2019, consolidando la creciente dependencia del país hacia el combustible estadounidense.
El incremento ocurre en un contexto donde el gobierno de Claudia Sheinbaum ha insistido en la necesidad de reducir esa dependencia. En agosto, la presidenta advirtió sobre los riesgos asociados al gas importado y descartó el uso de técnicas como el fracking. “No se trata de utilizar esas técnicas que tienen tanto daño ambiental, sino de ver distintas opciones que nos permitan tener mayor autosuficiencia”, mencionó en ese momento.
La tensión entre el discurso y la realidad energética se explica por la estructura de consumo: más del 60% de la electricidad del país se genera con gas natural, pero México produce apenas 35% de lo que consume. Al descontar el autoconsumo de Pemex, solo 15% del gas nacional llega efectivamente al mercado, lo que obliga a recurrir a crecientes volúmenes importados.
El plan gubernamental plantea elevar la producción a 5,000 millones de pies cúbicos diarios hacia 2030, aunque hasta ahora no se han precisado las estrategias para alcanzar esa meta.
De acuerdo con la Administración de Información Energética identifica además dos obstáculos estructurales: Baja capacidad de almacenamiento, que limita la resiliencia del sistema y retrasos en infraestructura, especialmente en gasoductos nuevos.
Aunque México recibe gas desde cuatro rutas , Sur y Occidente de Texas, Arizona y California, la tasa de utilización de exportación apenas llega al 43%, lo que refleja ineficiencias y cuellos de distribución.
El contraste entre el récord de importaciones y la narrativa oficial de autosuficiencia energética cuestiona la viabilidad del modelo actual. Mientras avanzan las ampliaciones de ductos en el centro y suroeste del país, la dependencia estructural del gas estadounidense sigue siendo uno de los principales desafíos para la política energética nacional.