El entorno energético mexicano de 2025 plantea interrogantes cruciales. Aunque el país mantiene potencial geológico, el entorno fiscal, las decisiones regulatorias y la ausencia de nuevas rondas licitatorias desde 2018 generan incertidumbre. ¿Vale la pena seguir apostando por invertir en petróleo y gas en México en este escenario cambiante? Este artículo analiza los datos disponibles sobre contratos activos, inversión ejercida, políticas públicas y oportunidades emergentes.
Inversiones comprometidas y producción actual
El país mantiene 111 contratos petroleros vigentes derivados de las rondas 1 a 3.3, de los cuales 32 se encuentran ya en etapa de producción comercial, según el más reciente reporte de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH). Campos operados por privados como Hokchi, Ichalkil-Pokoch, Misión y Ogarrio están activos y generando barriles.
Las inversiones ejercidas en estos contratos ascienden a más de US$ 18 969 millones hasta febrero de 2025, con un récord anual de más de US$ 3 196 millones en 2024, y US$ 625 millones sólo en los primeros dos meses de 2025, según datos de CNH y Energy & Commerce. Si se suman las inversiones aprobadas, el volumen total autorizado supera los US$ 70 000 millones, aunque una parte importante aún está en fase de planeación.
En cuanto a producción, los operadores privados reportaron 85 000 barriles diarios de crudo en abril de 2024, lo que representó el 5.4% de la producción nacional total. A pesar de su peso aún limitado, los privados han mostrado mayor eficiencia técnica en costos unitarios respecto a Pemex.
Retos regulatorios y presión fiscal
Las condiciones para invertir siguen siendo complejas. Desde 2019, el gobierno federal suspendió nuevas rondas de licitación y ha centralizado la operación energética en Pemex y CFE. Además, los procesos de aprobación de planes y permisos por parte de la CNH y SENER han enfrentado rezagos atribuibles a reorganizaciones internas y cambios de liderazgo.
En el plano fiscal, el nuevo régimen de Pemex aprobado en 2024 buscó aliviar la carga tributaria, permitiéndole un ahorro de aproximadamente 10 % respecto al modelo anterior. No obstante, el IMCO advierte que la petrolera estatal registró una pérdida de 620 mil millones de pesos en 2024, lo que cuestiona la efectividad del ajuste fiscal si no se acompaña de mejoras operativas. Aunque el dato de una tasa efectiva de impuestos del 60% en upstream no ha sido confirmado con exactitud, Pemex sigue enfrentando uno de los regímenes fiscales más exigentes del mundo.
Por otro lado, la falta de resolución de las consultas energéticas bajo el T-MEC ha mantenido un grado elevado de incertidumbre para la inversión extranjera, en especial en gas natural y electricidad.
Farmouts, oportunidades técnicas y visión a mediano plazo
A pesar del entorno complicado, existen proyectos clave que podrían redefinir la rentabilidad del sector en México:
- Trion, el proyecto en aguas profundas operado por Woodside y en coinversión con Pemex, sigue su marcha con una inversión aprobada de US$ 10 865 millones. Se prevé su primera producción de petróleo en 2028, con un pico estimado de 110 000 barriles diarios.
- El bloque Zama, compartido entre Talos Energy y Pemex, sigue en negociación para su desarrollo unificado, y podría representar una palanca relevante si se logra una ejecución eficiente.
- En gas natural, la demanda industrial —especialmente en el norte del país— continúa creciendo. Proyectos como el gasoducto Puerta al Sureste, en alianza entre CFE y TC Energy, consolidan oportunidades para operadores midstream en transporte y almacenamiento.
En el contexto internacional, aunque los precios del petróleo han mostrado cierta volatilidad, proyecciones de analistas y agencias como la OPEP+ sugieren un rango de precios entre US$ 65 y US$ 75 por barril en 2025, con posibilidad de repuntes hacia US$ 80–90 si se endurece la oferta o crece la demanda asiática. China e India seguirán siendo los motores del consumo global, impulsando la rentabilidad de proyectos técnicamente eficientes.
Factores clave que deben considerar los inversionistas
Invertir en petróleo y gas en México en 2025 sigue siendo posible, pero requiere análisis cuidadoso de cuatro variables esenciales:
- Marco regulatorio estancado, sin nuevas rondas de licitación desde 2018, pero con contratos vigentes aún protegidos jurídicamente.
- Infraestructura estratégica disponible, tanto en transporte como en refinación, que puede ser aprovechada para monetizar nuevos desarrollos.
- Eficiencia operativa comprobada por algunos operadores privados, como Hokchi Energy, ENI y Fieldwood.
- Oportunidades técnicas en campos maduros mediante tecnologías de recuperación mejorada (EOR), con costos de desarrollo más bajos que en nuevos campos profundos.
En este entorno, los inversionistas más competitivos serán aquellos que combinen solvencia técnica, buena lectura política y capacidad de operar bajo condiciones inciertas.
Recuperar la confianza para no perder la ventana energética
México aún puede ofrecer una rentabilidad atractiva en petróleo y gas, siempre que se garantice un entorno mínimo de seguridad jurídica, eficiencia administrativa y política energética coherente. Sin una reactivación de los mecanismos de asociación público-privada —como farmouts o licitaciones específicas—, el país podría perder tracción frente a mercados más dinámicos como Brasil, Guyana o incluso Colombia.
El año 2025 representa una ventana crítica. El próximo gobierno tendrá que decidir si capitaliza el potencial de sus reservas y su infraestructura o si mantiene una estrategia centrada exclusivamente en actores estatales. La decisión no solo afectará los flujos de inversión, sino también el futuro energético del país en los próximos veinte años.
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