El ascenso de los SAF: entre urgencia climática y viabilidad tecnológica
La industria de la aviación es responsable de aproximadamente el 2.5% de las emisiones globales de CO₂, pero su participación podría triplicarse hacia 2050 si no se toman medidas drásticas. A diferencia de otros sectores, no existen soluciones viables a corto plazo que reemplacen la densidad energética del queroseno. Por ello, los combustibles sostenibles para aviación (Sustainable Aviation Fuels, SAF) emergen como la única vía tecnológica capaz de reducir la huella de carbono de los vuelos comerciales sin cambiar radicalmente la infraestructura existente.
Los SAF pueden reducir hasta en un 80% las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con los combustibles fósiles tradicionales, dependiendo de su ruta de producción y del tipo de materia prima utilizada. Entre los feedstocks más comunes destacan los residuos agrícolas, aceites usados, grasas animales, lignocelulosa y CO₂ capturado. A estos se suman rutas sintéticas avanzadas como el Power-to-Liquid (PtL), que usa electricidad renovable para generar e-fuels, aunque aún en fases piloto.
Petroquímica y biomasa: binomio clave para escalar los SAF
Pese a que los SAF se asocian a menudo con soluciones «bio», su desarrollo está profundamente ligado a las capacidades de la industria petroquímica. Muchas de las rutas tecnológicas aprobadas por ASTM International (como HEFA-SPK, ATJ-SPK o FT-SPK) requieren procesos de hidrogenación, craqueo, isomerización y refinación similares a los que emplea la petroquímica moderna. Esto convierte a las refinerías en actores estratégicos para acelerar la producción a escala comercial.
México y otros países latinoamericanos poseen ventajas comparativas únicas: una base agrícola robusta, residuos lignocelulósicos abundantes y acceso a infraestructura petroquímica. La región cuenta con empresas como Ecopetrol en Colombia, Petrobras en Brasil y Pemex en México, que podrían reconvertir instalaciones existentes para la producción de bioqueroseno. Además, el desarrollo de hubs logísticos con acceso a puertos y corredores aéreos internacionales permitiría posicionar a LATAM como exportador neto de SAF en el mediano plazo.
Actores clave en LATAM: pilotos, alianzas y primeros cargamentos
Colombia fue el primer país de América Latina en realizar un vuelo comercial utilizando SAF, en 2022, con la colaboración de Ecopetrol, LATAM Airlines y Airbus. En Brasil, Gol y Azul han desarrollado iniciativas piloto con apoyo de BP y Raízen, mientras que Chile explora alianzas estratégicas con Neste y TotalEnergies. México, en cambio, avanza más lentamente, aunque el Plan Sonora y los proyectos de hidrógeno verde podrían acelerar su posicionamiento.
A nivel global, compañías como Neste (Finlandia), World Energy (EE.UU.), TotalEnergies (Francia) y SkyNRG (Países Bajos) lideran la producción de SAF. Sin embargo, el 99% de los vuelos en el mundo aún dependen del queroseno convencional. Según IATA, se necesitarán 450 mil millones de litros de SAF al año para 2050, frente a una producción actual de apenas 600 millones de litros. La oportunidad de industrializar rutas de producción en países con biomasa accesible es crítica.
México: ¿nuevo polo de SAF para Norteamérica?
El mercado mexicano de energía y aviación enfrenta un dilema estratégico. Por un lado, existe presión para modernizar la matriz energética hacia fuentes limpias; por otro, hay capacidades industriales subutilizadas en petroquímica y refinación. Pemex, que cuenta con seis refinerías y experiencia en procesos de hidrotratamiento, podría desempeñar un rol central si establece alianzas con tecnólogos especializados en SAF.
La ubicación geográfica de México y su red aérea con EE.UU. abren una ventana de oportunidad: convertirse en proveedor estratégico de SAF para aerolíneas que operan rutas internacionales. Aeroméxico, Volaris y Viva Aerobus podrían encabezar la demanda si se establecen incentivos adecuados. Además, la Secretaría de Energía y la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) podrían impulsar una hoja de ruta nacional, como ya ocurre en Europa y Asia.
Desde el punto de vista técnico, México tiene potencial en varias rutas aprobadas: HEFA (a partir de aceites residuales), FT-SPK (vía biomasa gasificada) y eventualmente Alcohol-to-Jet, utilizando etanol producido en ingenios azucareros. Sin embargo, para competir a nivel global, se requiere inversión en centros de I+D, incentivos fiscales y mecanismos de compra anticipada que garanticen demanda a largo plazo.
Volar con menos carbono sí es posible
La transición hacia combustibles sostenibles para aviación no es un ideal futurista, sino una necesidad urgente. Si América Latina y México logran articular sus capacidades agroindustriales, petroquímicas y logísticas, podrían convertirse en actores clave del nuevo mapa energético aéreo. Las decisiones que se tomen hoy —desde políticas públicas hasta alianzas industriales— marcarán si la región despega como proveedor estratégico o se queda en tierra observando cómo otros lideran el vuelo hacia una aviación más limpia.
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