Una reactivación condicionada: lo que Chevron puede —y no puede— hacer
Las exportaciones de petróleo venezolano a EE.UU. regresan a escena. A partir de este mes de agosto, Chevron reanudará envíos limitados de crudo desde Venezuela a territorio estadounidense, según lo autorizado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de EE.UU. La reactivación se da en un contexto de alto voltaje diplomático y comercial, con condiciones estrictas que distan mucho del comercio energético normalizado entre ambos países.
De acuerdo con el permiso vigente, Chevron está autorizada a realizar estas operaciones únicamente bajo esquemas de canje por deuda y costos operativos. Es decir, no habrá nuevos ingresos directos para el régimen venezolano a través de estas exportaciones. Aun así, el retorno parcial del petróleo venezolano al mercado estadounidense representa un cambio relevante en la arquitectura energética regional.
Contexto de una pausa estratégica: sanciones, licencias y señales mixtas
La actividad de Chevron en Venezuela ha estado sujeta a vaivenes legales y diplomáticos desde que Washington impuso sanciones al gobierno de Nicolás Maduro en 2019. Estas restricciones buscaban presionar un cambio político en Venezuela mediante el ahogo financiero, afectando en gran medida a la industria petrolera estatal, Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA).
En octubre de 2023, tras un breve periodo de distensión y negociaciones entre el chavismo y la oposición, la administración Biden autorizó temporalmente algunas operaciones de exportación de crudo venezolano. Sin embargo, esa flexibilización fue revertida en abril de 2024 como respuesta a la inhabilitación electoral de la principal candidatura opositora. Desde entonces, las exportaciones a EE.UU. se habían vuelto a suspender, salvo aquellas específicamente autorizadas bajo la Licencia General N.º 41 que ampara la presencia de Chevron.
Esta nueva etapa implica que la petrolera estadounidense podrá continuar con su limitada actividad en Venezuela sin ampliar su presencia, sin nuevos socios y sin aportar ingresos frescos a PDVSA. En otras palabras, se mantiene el equilibrio político entre aliviar ciertas presiones energéticas sin legitimar al régimen ni relajar las sanciones de fondo.
Chevron y Venezuela: una relación longeva, ahora marcada por restricciones
La historia de Chevron en Venezuela no es reciente. La compañía opera en el país sudamericano desde hace casi un siglo, y su asociación con PDVSA se consolidó mediante empresas mixtas que sobrevivieron a la nacionalización parcial del sector durante la era de Hugo Chávez. Actualmente, Chevron participa en cuatro empresas conjuntas: Petroboscán, Petroindependiente, Petroboscan y Petroindependencia.
La reanudación parcial de exportaciones le permite a Chevron recuperar algo del crudo acumulado en inventario y cubrir costos operativos en suelo venezolano. Si bien no se trata de una expansión, es un gesto de continuidad que refuerza su estrategia de permanecer en el país a largo plazo. No obstante, su capacidad de operación sigue supeditada al marco sancionador y al vaivén político entre Caracas y Washington.
El crudo venezolano: ¿activo estratégico o ficha de cambio?
Desde una perspectiva geopolítica, el petróleo venezolano conserva una relevancia estratégica, pese a su declinante capacidad productiva. En un contexto global marcado por tensiones en Medio Oriente, recortes de producción de la OPEP+ y una reconfiguración del mercado energético tras las sanciones a Rusia, cualquier suministro adicional resulta atractivo para estabilizar precios y diversificar fuentes.
Sin embargo, EE.UU. enfrenta un dilema persistente: acceder a barriles adicionales sin normalizar relaciones con un gobierno al que sigue sin reconocer plenamente. Las licencias otorgadas a Chevron buscan balancear esa paradoja, permitiendo cierta flexibilidad operativa sin transferencias directas de capital al aparato estatal venezolano.
Además, el propio sector energético estadounidense enfrenta desafíos logísticos y regulatorios que hacen cada vez más valioso contar con un proveedor geográficamente cercano, aún bajo condiciones limitadas. La calidad del crudo venezolano, similar al petróleo pesado del Golfo, lo hace especialmente útil para ciertas refinerías estadounidenses adaptadas a ese perfil.
Implicaciones para el mercado: precios, oferta y percepción de riesgo
En términos de mercado, el impacto inmediato de estas exportaciones será moderado. Se espera que los volúmenes sean bajos en comparación con los niveles históricos previos a las sanciones. No obstante, la señal enviada al mercado es relevante: Venezuela no está completamente aislada, y aún bajo un marco sancionador puede ofrecer barriles marginales que moderen las expectativas de escasez.
A nivel de percepción, el retorno parcial de Chevron también suaviza el riesgo país en torno a Venezuela, al menos en lo que respecta a su capacidad de cumplir compromisos técnicos y operativos. Esto podría abrir espacio para nuevas discusiones sobre flexibilización de sanciones si se produjera algún avance político interno, aunque por ahora no hay señales claras en esa dirección.
¿Renacimiento o supervivencia? El verdadero alcance de la medida
Más allá de los titulares, esta reanudación limitada no implica una normalización plena del comercio petrolero entre Venezuela y EE.UU. Tampoco representa una recuperación sustantiva para la economía venezolana, severamente deteriorada por años de mala gestión, sanciones y fuga de capital humano. Pero sí constituye una válvula de oxígeno, tanto para Chevron como para PDVSA, que les permite mantener operaciones mínimas y evitar el colapso total de activos clave.
Desde la perspectiva estadounidense, el pragmatismo prevalece: mantener a Chevron operando en Venezuela no solo protege inversiones ya hechas, sino que también preserva una estructura que podría escalar rápidamente si en el futuro se decidiera levantar sanciones de manera más amplia.
Un equilibrio frágil en tiempos de tensión energética
La reactivación limitada de las exportaciones de petróleo venezolano a EE.UU. bajo la conducción de Chevron refleja un delicado equilibrio entre necesidad energética, presión diplomática y cálculo estratégico. No se trata de una apertura, sino de una concesión mínima dentro de un marco aún rígido. Pero incluso esas concesiones mínimas revelan cómo, en el tablero energético global, cada barril cuenta y cada decisión diplomática tiene implicaciones que trascienden fronteras.
En este nuevo ciclo, Chevron no solo transporta crudo: también carga con la responsabilidad de mantener vigente un vínculo económico que, aunque reducido, sigue siendo vital para ambos extremos del Golfo de México.
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