La infraestructura energética en México es un tema central para la seguridad económica y la transición hacia un modelo sostenible. En un país dependiente de combustibles fósiles, pero con un gran potencial renovable, la modernización de la red eléctrica, los ductos y las terminales de almacenamiento resulta decisiva para asegurar competitividad y atraer inversión.
Un panorama que exige modernización
México cuenta con una infraestructura energética extensa, construida en gran medida en el siglo XX. Sin embargo, gran parte de estas instalaciones requiere renovación. Se dice que más del 40% de las plantas eléctricas superan los 30 años de operación, lo que genera altos costos de mantenimiento y baja eficiencia.
A ello se suma un sistema de transmisión saturado en regiones clave como el norte y el sureste, lo que limita la entrada de proyectos renovables y encarece la energía para la industria.
La red eléctrica: columna vertebral en tensión
Expansión y retos de transmisión
De 2025 a 2030 se construirán 275 nuevas líneas de transmisión y 524 nuevas obras en subestaciones eléctricas
El Gobierno de México, a través de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y la Secretaría de Energía, anunció que, como parte del Plan de Fortalecimiento y Expansión 2025-2030 se fortalecerá la Red Nacional de Transmisión a través de una inversión de 8 mil 177 millones de dólares (mdd) para la construcción de 275 nuevas líneas de transmisión y 524 nuevas obras en subestaciones eléctricas con el objetivo de beneficiar a 50 millones de usuarios en todo el país.
No obstante, la velocidad de ejecución es menor frente al crecimiento de la demanda industrial, especialmente en polos de atracción como el nearshoring en estados fronterizos.
Oportunidades de integración renovable
La infraestructura eléctrica también enfrenta el desafío de integrar energías renovables. Parques solares y eólicos en Sonora, Oaxaca y Tamaulipas requieren interconexiones robustas para maximizar su aportación. El Plan Sonora es un ejemplo: busca convertir al país en un hub solar, pero depende de nuevas líneas de transmisión para ser viable.
Hidrocarburos: ductos y terminales en reconfiguración
Red de ductos y almacenamiento estratégico
México cuenta con más de 17 mil kilómetros de ductos, administrados principalmente por Pemex. Sin embargo, gran parte presenta vulnerabilidades en seguridad y falta de redundancia. La capacidad de almacenamiento de combustibles, por su parte, apenas cubre tres días de consumo nacional, muy por debajo de los estándares internacionales que exigen entre 10 y 15 días.
El papel del sector privado
Los contratos con empresas privadas para operar terminales de GNL y combustibles líquidos han permitido diversificar la oferta, pero persisten cuellos de botella regulatorios. Proyectos en puertos estratégicos como Altamira y Manzanillo podrían convertir a México en un exportador clave de gas natural licuado, siempre que existan reglas claras y coordinación con el Estado.
Infraestructura energética y transición sostenible
Tendencias hacia la descarbonización
La infraestructura energética en México no solo se mide en ductos y plantas, también en su capacidad de adaptarse al cambio climático. Organismos como la Agencia Internacional de Energía (IEA) advierten que las inversiones deben alinearse con la meta de emisiones netas cero para 2050.
Un mercado en transformación
La transición energética abre oportunidades en electromovilidad, almacenamiento con baterías y modernización de refinerías para biocombustibles. Empresas globales ya han mostrado interés en asociarse con actores mexicanos, siempre que exista certeza jurídica y planeación a largo plazo.
¿Hacia dónde se mueve la infraestructura energética en México?
La infraestructura energética en México es el cimiento de su desarrollo económico, pero también el punto crítico de su vulnerabilidad. Mientras no se acelere la modernización de redes y almacenamiento, el país corre el riesgo de rezagarse frente a competidores regionales. La oportunidad está en transformar la infraestructura obsoleta en un sistema resiliente y sostenible que garantice energía confiable para las próximas décadas.
Más que una decisión técnica, se trata de un debate estratégico sobre el modelo de desarrollo que México quiere para su futuro.
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