La luz tenue de un estudio olfativo, el roce preciso de un cuero aterciopelado y un acorde sonoro que parece flotar. Así empieza una escena que no pertenece a un laboratorio científico, sino al nuevo territorio donde el lujo y las emociones se encuentran. Un espacio donde las marcas construyen experiencias que se sienten antes de comprenderse.
El despertar neuro-olfativo
Las fragancias dejan de ser accesorios sensoriales para convertirse en detonadores emocionales. Chanel investiga cómo ciertos acordes aromáticos pueden modular estados de ánimo: frescor para elevar energía, maderas resinosas para inducir calma, notas minerales para reforzar presencia.
Byredo amplía esta línea con composiciones que evocan memorias específicas —lluvia sobre piedra, tela recién lavada, sombra húmeda de un bosque— y utiliza estas imágenes para crear lo que la marca llama olfato narrativo.
La premisa es clara: el perfume ya no solo perfuma; dirige la emoción, la ordena y la amplifica.
El tacto como identidad
En el lujo neuro-sensorial, la textura es un lenguaje. Loewe Perfumes lo confirma con empaques que evocan fibras artesanales, cerámica esmaltada y piel granulada, diseñadas para activar la respuesta táctil.
La marca entiende que el cerebro interpreta el tacto como una extensión inmediata de la emoción. Por eso crea materiales que invitan a deslizar los dedos, sostener el frasco, volver a tocarlo sin razón práctica.
Este gesto íntimo convierte un objeto de belleza en un ritual personal: una pausa consciente dentro del exceso de estímulos digitales.
El sonido como firma invisible
La música corporativa dejó de ser un fondo. Chanel trabaja con paisajes sonoros de baja frecuencia para mejorar la percepción espacial en sus boutiques insignia.
Byredo experimenta con compositores emergentes para desarrollar soundtracks inmersivos que acompañan el momento de compra, mientras Loewe integra notas acústicas en campañas donde voz, ruido y silencio construyen una atmósfera.
El objetivo es crear un eje invisible: un sonido que activa sensaciones antes de que el cliente toque un producto.

Emotional Luxury: cuando la emoción es el producto
Esta nueva corriente refleja un cambio profundo: la exclusividad ya no se mide por rareza material, sino por profundidad emocional.
El cliente de 2025 busca sentir: calma en un mundo saturado, autenticidad frente a la velocidad, conexión sensorial en la rutina.
El lujo neuro-sensorial responde con experiencias que no dependen del logotipo, sino del estado interno que producen. La marca se convierte en un generador de equilibrio, enfoque o placer sutil.
Arquitectos de emociones
Para Chanel, Byredo y Loewe, el desafío es diseñar emociones sin caer en la exageración. Su estrategia combina neurociencia aplicada, artesanía, música experimental y un profundo entendimiento cultural del bienestar contemporáneo.
El resultado son experiencias discretas pero precisas: un perfume que cambia el ritmo interno, una textura que invita a la pausa, un sonido que ordena el espacio.
Hacia un lujo que se siente
El lujo neuro-sensorial marca un giro definitivo: no se compra para tener, sino para experimentar. Mientras el consumidor busca conexión auténtica, las marcas que dominen esta arquitectura emocional definirán el siguiente capítulo del sector.
Este cambio abre nuevas rutas editoriales para Aurum: desde viajes sensoriales en hoteles de nueva generación hasta innovación en fragancias, pasando por la evolución del wellness premium.
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