El tiempo no siempre avanza en línea recta. A veces, se posa. Se vuelve cálido. Respira.
En ese instante suspendido habita la nueva expresión de Blancpain Villeret, una colección que vuelve a mirar a la tradición para refinarla, no para inmovilizarla.
El origen de una elegancia que precede a su nombre
Antes de ser una colección formal, Villeret fue una actitud. Aunque el nombre se oficializó en 2003, su ADN se remonta a 1983, cuando Blancpain presentó el calendario completo con fases de luna más pequeño de su época. Aquel reloj no solo marcó una hazaña técnica; se convirtió en un manifiesto silencioso a favor de la relojería mecánica en plena crisis del cuarzo.
Ese gesto explica por qué Villeret no persigue modas. Persigue coherencia. Desde entonces, la línea ha encarnado una visión sobria del tiempo, donde cada proporción, cada curva y cada complicación responde a una lógica estética precisa. No hay estridencias. Hay permanencia.
Marc A. Hayek, presidente y CEO de la Maison, lo resume con claridad: Villeret no es una colección más; es la esencia misma de Blancpain reinterpretada con cautela y respeto por su legado.
Nuevas carátulas : una paleta que transforma la percepción
La actualización 2025 introduce un cambio que no es superficial. Las nuevas carátulas opalinas finamente granuladas y los tonos marrón dorado aportan una lectura más cálida del tiempo, cercana a la luz baja del otoño. No se trata de color por el color, sino de atmósfera.
Los números romanos en oro de 18 quilates, ahora más esculpidos gracias a superficies satinadas y biseles pulidos, refuerzan la profundidad visual. El tradicional “12” cede su lugar al discreto emblema “JB”, un guiño identitario que reafirma la autoría sin imponerse.
Las manecillas, más delgadas e integradas con material luminiscente, aportan funcionalidad contemporánea sin romper la armonía clásica. El resultado es una esfera que se lee con claridad, pero también se contempla.
La fase lunar como lenguaje poético
Pocas firmas han convertido una complicación en un rasgo identitario tan reconocible. En Blancpain, la fase lunar no es un adorno: es narrativa. Fiel a la tradición de la Maison, la luna se representa con un rostro humano, inspirado en siglos de simbolismo y cultura europea.
En esta nueva interpretación, el disco de cerámica alberga una luna de oro abombada y satinada, visible a través de una abertura ampliada que le otorga mayor presencia y profundidad. La expresión casi viva del astro transforma la indicación astronómica en un punto emocional dentro de la esfera.
Esta complicación, clave en la resurrección histórica de Blancpain, vuelve a recordarnos que la alta relojería también dialoga con la imaginación.
Arquitectura mecánica al servicio de la discreción
Detrás de la estética refinada, Villeret conserva una exigencia técnica absoluta. Los movimientos manufactura —como el calibre 6654.4 en el calendario completo o el 1151 en el modelo Ultraplate— están acabados según las tradiciones más estrictas de la alta relojería suiza: Côtes de Genève, biselados manuales y rotores calados en oro satinado.
El nuevo rotor, visible a través del fondo de zafiro, no busca protagonismo, sino transparencia. Revela la mecánica con honestidad, sin teatralidad. Además, Blancpain mantiene una garantía de cinco años en todos los modelos, una declaración de confianza poco común en la industria.

La ergonomía también evoluciona. En el calendario completo de 40 mm, la caja se rediseña con un bisel más fino, perfil más ligero y asas refinadas. El reloj se siente más equilibrado en la muñeca, incluso en versiones de oro rojo de 18 quilates.
Correas, proporción y el lujo del uso cotidiano
Uno de los gestos más contemporáneos de esta colección es su sistema de correas intercambiables. Blancpain introduce nuevas tonalidades —marrón, miel, beige nubuck y azul grisáceo— con un cuero flexible tipo barolo que desarrolla pátina con el tiempo.
Este detalle conecta a Villeret con una idea moderna del lujo: piezas pensadas para acompañar la vida diaria, no para permanecer inmóviles en una caja fuerte. La elegancia, aquí, no es ceremonial. Es habitable.
Un clásico que no envejece
Villeret demuestra que la relojería clásica no necesita reinventarse de forma radical para seguir siendo relevante. Basta con escuchar al tiempo. Ajustar proporciones. Refinar gestos. Introducir color con mesura.
En un contexto donde muchas marcas buscan impacto inmediato, Blancpain apuesta por algo más complejo: la permanencia. Por eso, un Villeret nunca resulta excesivo ni fuera de lugar. Acompaña. Se integra. Evoluciona con quien lo porta.
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