Electricidad bajo asedio: una mirada a la seguridad eléctrica global

En todo el mundo, la tensión por tarifas, apagones y conflictos armados expone la creciente vulnerabilidad de la infraestructura eléctrica, un pilar frágil de la seguridad energética.

Hace 9 minutos
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Cortesía: Torre eléctrica
Cortesía: Torre eléctrica

La seguridad eléctrica es un pilar de la seguridad energética: implica garantizar un suministro confiable y asequible, proteger físicamente la infraestructura crítica y blindarla frente a amenazas como desastres naturales, vandalismo, conflictos armados o ciberataques. Garantizar la electricidad exige no sólo mantener y modernizar redes de generación, transmisión y distribución, sino también reforzar los marcos regulatorios, impulsar políticas que promuevan la seguridad energética y adoptar patrones de consumo sostenibles. En un contexto global de creciente demanda y riesgos complejos, la seguridad eléctrica es clave para la sostenibilidad de la civilización tal como la conocemos.

Elon Musk ha advertido sobre una posible crisis energética global a partir de 2026, provocada por el acelerado crecimiento de la Inteligencia Artificial (IA), los vehículos eléctricos y los centros de datos. Esta creciente demanda podría saturar las redes eléctricas y generar escasez. Aunque su pronóstico es inquietante —sobre todo, ante los apagones recientes en la Península Ibérica—, sigue siendo especulativo. Veamos las manifestaciones concretas de una crisis eléctrica —no global, pero sí extendida— en todos los continentes.

La dimensión del reto
Según Armed Conflict Location & Event Data (ACLED), en la última década se han registrado más de 11,000 eventos de conflicto relacionados con la seguridad eléctrica. Estos abarcan desde protestas contra aumentos de tarifas (30%) y la mala gestión del servicio (22%), hasta interrupciones del suministro (15%) y combinaciones de estas causas (20%).

También se han documentado actos de vandalismo (2%) contra infraestructura eléctrica y robos, especialmente de cableado, tanto como delito común como en contextos de disturbios o enfrentamientos entre grupos criminales. Lo más preocupante es el aumento de la destrucción —intencional o colateral— de infraestructura eléctrica durante conflictos armados (11%).

El crecimiento de estos eventos es significativo: de 141 incidentes en 2015 se pasó a 519 en 2018, a 1,346 en 2020, a 1,857 en 2022 y a 2,332 en 2024. En los primeros cinco meses de 2025 (enero a mayo) ya se contabilizan 561 eventos, aunque debe considerarse que, entre 2015 y 2024, el 45% de los conflictos eléctricos se concentraron entre junio y septiembre. La vulnerabilidad eléctrica tiene una clara estacionalidad: el verano es la época de mayor riesgo.

Entre 2017 y 2020, las protestas se intensificaron por los aumentos de tarifas, especialmente en Pakistán e India, pero también en Irak, Nigeria, Sudáfrica y Turquía. En esos mismos años, la percepción de mala gestión del servicio impulsó manifestaciones masivas en India, México, Venezuela e Irak. En cambio, las protestas por interrupciones del suministro se dispararon entre 2020 y 2022, sobre todo en Pakistán —considerado el país con la red eléctrica más frágil del mundo—, seguido por Sudáfrica, India, Nigeria, Líbano, Venezuela y Cuba.

Tras una disminución de las protestas por tarifas en 2021, este tipo de manifestaciones resurgió con fuerza en 2022 y 2023, extendiéndose a España, México, Brasil, Macedonia del Norte, Alemania, Noruega, Grecia, Colombia, Marruecos, Sudán, Francia y Argentina, entre otros.

En 2024, aunque las protestas por tarifas y mala gestión disminuyeron, se incrementaron de nuevo las relacionadas con interrupciones del servicio. De las 410 protestas por cortes de electricidad registradas en 2024, 301 ocurrieron en Pakistán, el resto en Sudáfrica, India y Chile. En otros países de Sudamérica (Colombia, Ecuador, Brasil y Argentina), la sequía redujo los niveles de embalses y desató protestas por apagones.

El dato más alarmante de 2024 fue el aumento exponencial de la destrucción de infraestructura eléctrica en conflictos armados. Sólo ese año se reportaron 637 eventos, entre batallas, explosiones y bombardeos a distancia, especialmente en Rusia, Ucrania, Líbano, Palestina y Myanmar.

Estas cifras se concretan en crisis eléctricas urbanas: Karachi (Pakistán) sufrió cortes severos en junio de 2022, agosto de 2023 y de nuevo en junio y septiembre de 2024; Aden (Yemen) registró crisis en abril de 2020, julio y agosto de 2023 y abril de 2025; Diwaniya, Nassriya y Kut (Irak) enfrentaron apagones críticos en julio de 2020; Shebekino (Rusia), a menos de 7 km de la frontera con Ucrania, vivió intensos cortes en junio de 2024; Barquisimeto, Caracas, Maracaibo y Mérida (Venezuela) sufrieron una crisis prolongada en octubre de 2020; Beirut (Líbano) experimentó cortes recurrentes de noviembre de 2019 a abril de 2021; Patiala (India) y Faisalabad, Peshawar y Rawalpindi (Pakistán) enfrentaron cortes severos entre junio y septiembre de 2022.

En un mundo que electrifica cada aspecto de la vida; cada subestación, cada línea y cada transformador se vuelve un punto vulnerable. La seguridad eléctrica no es sólo un reto técnico, sino un desafío político que define la estabilidad de barrios, ciudades y países enteros. Entender la electricidad como infraestructura crítica es reconocer que, cuando falla, toda la sociedad se detiene.

  • Catedrático de Geopolítica y Desafíos Globales en la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México.
    [email protected]
    @JuanArellanes5
Juan Arellanes Arellanes

Juan Arellanes Arellanes

Catedrático de Geopolítica y Desafíos Globales en la Facultad de Estudios Globales de la Universidad Anáhuac México

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