El cierre del contrato petrolero en Campo Xan marca un hito en la historia energética de Guatemala. Tras 40 años de explotación continua por parte de Perenco, esta decisión generó el cierre del contrato petrolero en Campo Xan, un evento que redefine expectativas y responsabilidades para el futuro del sector y las comunidades afectadas.
El fin de una operación histórica
Desde su inicio en 1985, el Campo Xan se consolidó como uno de los pilares de la industria petrolera guatemalteca. Operado por Perenco desde la década de 2000, este bloque se convirtió en el mayor productor de crudo del país, aportando un porcentaje relevante al abastecimiento nacional y generando regalías que nutrieron el presupuesto público. Su ubicación en el departamento de Petén, en medio de áreas de alta biodiversidad y comunidades rurales, convirtió a la operación en un caso singular en América Latina, donde la extracción de hidrocarburos coexistió —no exenta de controversias— con un entorno natural y cultural sensible.
Durante cuatro décadas, el pozo Xan operó bajo el amparo de Perenco en Petén, siendo la más prolongada de la nación. El contrato finalizó el 12 de agosto de 2025, fecha en la que el Ministerio de Energía y Minas recibió la entrega formal de los activos. En este cierre, el gobierno asignó aproximadamente 50 millones de dólares para garantizar un desmantelamiento seguro de los pozos y una transición ordenada.
Consecuencias inmediatas y preocupaciones locales
La clausura ha generado inquietud en comunidades vecinas: se estima que más de 25 000 personas se verán afectadas por la suspensión de actividades petroleras. Además, el Ministerio ya anticipa un aumento en el precio del asfalto, reflejo directo del impacto en cadena y del costo emergente de cerrar operaciones.
Este escenario no solo implica pérdida de empleos directos e indirectos, sino también una disminución en la demanda de bienes y servicios locales, desde transporte y alimentación hasta hospedaje y mantenimiento industrial.
Comerciantes, pequeños productores y contratistas que dependían de la dinámica económica del campo petrolero podrían enfrentar una contracción significativa en sus ingresos, lo que, a su vez, podría detonar un efecto dominó en la estabilidad social y en la capacidad de las comunidades para sostener su nivel de vida.
Análisis del impacto técnico y socioeconómico
Desde una perspectiva técnica, desactivar instalaciones de extracción requerirá protocolos rigurosos para evitar fugas ambientales y garantizar la restauración del entorno. Aunque los detalles específicos no se han difundido, la asignación de fondos por parte del estado sugiere una planificación seria para minimizar riesgos.
En lo socioeconómico, la desaparición de una fuente estable de empleo y actividad económica representa un desafío crítico. Las autoridades nacionales tendrán que idear estrategias de reconversión productiva y formas de compensación para contrarrestar la pérdida de ingresos y dinamismo local.
Propuestas y perspectivas futuras
Mirando hacia adelante, se presentan tres líneas de acción fundamentales:
- Programas de reconversión laboral y económica: invertir en capacitación y desarrollo económico alternativo puede estructurar una salida viable para las comunidades afectadas.
- Proyectos de infraestructura local sostenibles: dado el impacto en el mercado del asfalto, fomentar inversiones en rutas, transporte y logística ayudaría a mantener la conectividad y el desarrollo.
- Transparencia y monitoreo ambiental: establecer mecanismos públicos que reporten el proceso de cierre, restauración y control ambiental reforzará la confianza ciudadana y mitigará riesgos.
Reflexión final: un nuevo capítulo para Petén
El cierre del contrato petrolero en Campo Xan significa más que el término de una etapa extractiva: es una encrucijada que confronta al país con sus responsabilidades hacia el ambiente, las comunidades y su futuro energético.
Este acontecimiento exige una visión clara y políticas públicas sólidas que transformen el fin de la explotación en una oportunidad de diversificación, resiliencia y desarrollo sostenible.
Aunque el control sobre los pozos ya no está en manos de Perenco, el cierre del contrato petrolero en Campo Xan debe convertirse en un catalizador para una gestión más equitativa y consciente de los recursos del país. El país, y particularmente Petén, merece que este capítulo concluya con una mirada estratégica y socialmente comprometida.
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