Cifras clave de los clústeres industriales en transición: impacto de la descarbonización regional

El Foro Económico Mundial impulsa una estrategia concreta: clústeres industriales que logran sinergias en reducción de emisiones, economía regional e infraestructura compartida.

Hace 12 horas
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La descarbonización industrial global está en marcha. Una de sus herramientas más efectivas son los clústeres industriales en transición. Estos grupos reúnen empresas, gobiernos y comunidades en zonas específicas. Su objetivo es reducir emisiones de manera colectiva, compartiendo tecnologías limpias e infraestructura.

Hoy existen 22 clústeres en 12 países. Participan más de 450 empresas. En conjunto, podrían evitar hasta 300 millones de toneladas de CO₂ por año. Esta estrategia no solo reduce emisiones. También impulsa economías locales, crea empleos verdes y mejora la competitividad industrial.

¿Dónde están y qué sectores abarcan los clústeres industriales?

Los clústeres operan en países como Países Bajos, Reino Unido, India, Estados Unidos, Brasil y Australia. Se concentran en zonas industriales donde la colaboración entre empresas permite compartir recursos.

Los sectores involucrados incluyen acero, cemento, energía, productos químicos y fertilizantes. Todos son grandes emisores de gases de efecto invernadero. En estos clústeres, las industrias pueden usar redes comunes para capturar CO₂, instalar plantas de hidrógeno o compartir energía renovable.

Por ejemplo, en el Reino Unido, el clúster de Humber trabaja en captura y almacenamiento de carbono. En Canadá, el clúster de Alberta apuesta por hidrógeno azul. En India, se enfoca en procesos textiles y químicos.

Participación corporativa: líderes en energía, acero y química

Las empresas que lideran estos clústeres son actores clave de la economía global. Entre ellas están ArcelorMittal, BASF, Shell, Equinor y Tata Steel. Estas compañías invierten en electrificación, captura de carbono, hidrógeno verde y eficiencia energética.

En Rotterdam, por ejemplo, se invierten más de 2,000 millones de euros en infraestructura limpia. En India, el clúster de Maharashtra trabaja para reducir el uso de combustibles fósiles en la industria química.

La colaboración entre empresas facilita el desarrollo de soluciones conjuntas. También reduce los costos tecnológicos y acelera su implementación.

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Resultados medibles: emisiones, inversión e infraestructura

El impacto de estos clústeres es concreto. Según el Foro Económico Mundial, podrían reducir más de 300 millones de toneladas de CO₂ cada año. Esto equivale a las emisiones anuales de un país como Italia.

Ya se han puesto en marcha más de 100 proyectos. Incluyen plantas de hidrógeno, hornos eléctricos, redes logísticas de bajas emisiones y sistemas de monitoreo ambiental. Estas acciones no solo reducen gases contaminantes. También generan empleos y atraen inversiones.

El valor total de las oportunidades de inversión supera los 90 mil millones de dólares. Estas inversiones ayudan a modernizar la industria y promueven la transición energética.

Proyecciones para 2030: nuevas regiones, nuevas tecnologías

Para 2030, se espera que más de 100 clústeres estén en operación. Muchos surgirán en países en desarrollo como México, Vietnam, Marruecos y Sudáfrica. Para lograrlo, se requiere apoyo financiero, transferencia de tecnología y políticas claras.

Las tecnologías clave para esta expansión son el hidrógeno verde, la electrificación de procesos pesados y los sistemas digitales para medir emisiones. Algunas regiones también usan soluciones naturales, como reforestación o manejo sostenible del suelo.

Brasil, por ejemplo, busca integrar su agroindustria con procesos químicos limpios. India avanza en reciclaje industrial y eficiencia energética. Estos casos muestran que el modelo de clúster puede adaptarse a diferentes contextos y necesidades.

Del dato a la acción: medir para escalar la sostenibilidad

La descarbonización industrial global ya no es un concepto abstracto. Hoy se mide con datos, inversión y cooperación local. Los clústeres industriales permiten coordinar esfuerzos, reducir costos y avanzar con rapidez.

Cada proyecto implementado demuestra que es posible alinear objetivos ambientales con desarrollo económico. Medir emisiones, compartir soluciones y generar impacto regional es el camino más efectivo para escalar la sostenibilidad.

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