Los clústeres industriales concentran más del 15% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y representan una oportunidad crítica para acelerar la transición energética. Frente a esta realidad, el Foro Económico Mundial (WEF) lanzó en 2021 la iniciativa Transitioning Industrial Clusters towards Net Zero, una alianza global que reúne a gobiernos, empresas y actores regionales con un objetivo claro: descarbonizar los principales centros de producción industrial del planeta.
Clústeres industriales y su impacto en el cambio climático
Los clústeres industriales son ecosistemas regionales donde convergen fábricas, plantas químicas, refinerías y empresas proveedoras en un entorno de alta interdependencia. Según datos del WEF, concentran el 25% del PIB mundial y generan millones de empleos. Sin embargo, también producen una parte significativa de las emisiones industriales debido a su uso intensivo de combustibles fósiles.
Por ejemplo, regiones como Houston (Estados Unidos), Rotterdam (Países Bajos), Teesside (Reino Unido) o Sohar (Omán) han sido identificadas como zonas críticas donde la modernización industrial puede tener un impacto climático multiplicador. Estos clústeres cuentan con infraestructura, innovación tecnológica y cadenas de suministro que pueden escalar soluciones de transición como el hidrógeno verde, la captura de carbono (CCUS) y la electrificación industrial.
Un modelo de colaboración público-privada
La iniciativa del Foro Económico Mundial no opera en el vacío. Colabora con actores clave como Accenture, EPRI, la Mission Possible Partnership, y con gobiernos regionales para implementar hojas de ruta hacia la neutralidad de carbono. A través de estas alianzas, se han desarrollado más de 20 clústeres industriales comprometidos con metas de descarbonización antes de 2030.
Entre los casos más destacados se encuentra el Teesside Net Zero Cluster en el Reino Unido, que combina captura de carbono con generación de hidrógeno para transformar uno de los polos industriales más antiguos de Europa. Otro ejemplo es el clúster de Humber, que ha movilizado inversiones privadas por más de 2.000 millones de dólares para electrificación y almacenamiento energético.
Esta arquitectura colaborativa ha demostrado que la combinación de innovación tecnológica, regulación proactiva y financiamiento climático puede acelerar la transformación de sectores industriales históricamente difíciles de descarbonizar.
Propuestas, desafíos y visión a futuro
Aunque la iniciativa ha logrado avances concretos, enfrenta desafíos relevantes. Uno de los principales es la falta de marcos regulatorios homogéneos entre regiones, lo que dificulta la estandarización de tecnologías bajas en carbono. Además, persiste una asimetría en el acceso a financiamiento verde, especialmente en países en desarrollo donde se ubican muchos clústeres industriales emergentes.
El WEF propone una hoja de ruta dividida en tres fases:
- Diagnóstico y alianzas regionales.
- Implementación de tecnologías limpias.
- Monitoreo, métricas e incentivos financieros.
Cada clúster debe construir una gobernanza local sólida, con indicadores verificables y políticas de inversión sostenibles. En el caso de Sohar (Omán), por ejemplo, el plan incluye el despliegue de redes de hidrógeno, electrificación de procesos y el uso de agua tratada industrialmente, alineado con la Estrategia Climática Nacional de Omán al 2040.
La visión a largo plazo del Foro es conectar estos clústeres para crear una red global de innovación industrial baja en carbono, donde las mejores prácticas puedan transferirse y adaptarse a cada contexto.
Una hoja de ruta industrial hacia la sostenibilidad
La transición energética no se logrará sin una transformación profunda del sector industrial. Y esa transformación pasa, en gran medida, por la reconversión de los clústeres industriales. Lo que antes fue sinónimo de contaminación y crecimiento desordenado, hoy puede convertirse en un motor de innovación climática, empleo verde y competitividad sostenible.
El Foro Económico Mundial ha demostrado que los cambios estructurales requieren plataformas de colaboración, visión de largo plazo y políticas que alineen los intereses económicos con los objetivos climáticos. Las lecciones que dejan estos clústeres pioneros son claras: la transición no solo es posible, sino rentable, escalable y urgente.
Te invito a leer:
La tasa de desempleo bajó en abril en México, pero la informalidad sigue siendo un reto