El origen del huachicol en México
El origen del huachicol en México es un fenómeno complejo que ha evolucionado desde actos aislados de extracción rudimentaria hasta convertirse en un negocio millonario manejado por el crimen organizado. La expansión del robo de combustible no solo refleja las fallas estructurales en la seguridad energética, sino también una larga historia de desigualdad social y debilidad institucional. Hoy, este delito representa una amenaza persistente para la economía, la seguridad y el medio ambiente del país.
Etapa inicial: extracción artesanal en los años 90
El término de “huachicolero”, es una palabra usada originalmente para describir a quienes adulteraban bebidas alcohólicas. A partir de la década de 1990, esta denominación comenzó a aplicarse al robo de combustible, cuando comunidades en estados como Puebla, Veracruz y Hidalgo empezaron a perforar ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) de manera manual.
En sus inicios, el huachicol no era un negocio de alto impacto. Las primeras tomas clandestinas se realizaban con herramientas básicas, en zonas alejadas de centros urbanos. La gasolina robada se usaba en pequeña escala, para consumo local o venta informal. Sin embargo, la falta de vigilancia, la corrupción y la marginación sentaron las bases para que esta práctica se expandiera rápidamente.
Factores socioeconómicos
La falta de oportunidades laborales y los altos niveles de pobreza en regiones rurales fueron elementos clave. Muchos habitantes veían en el huachicol una forma de ingreso rápida ante el abandono institucional. La percepción de impunidad contribuyó a que el delito se normalizara en ciertas comunidades.
Expansión: 2000–2010, auge de las tomas clandestinas
Entre 2000 y 2010, el número de tomas clandestinas se disparó. Según datos oficiales de Pemex, en el año 2000 se detectaron alrededor de 180 tomas ilegales; para 2010, la cifra superaba las 700. La causa de este crecimiento fue multifactorial: redes más organizadas, complicidad de funcionarios, aumento en la demanda de gasolina robada y control débil de los ductos por parte del Estado.
Durante este periodo, el huachicol comenzó a adquirir una estructura más organizada. Se utilizaron camiones cisterna modificados, contenedores enterrados y radios de comunicación. El negocio ya no era solo de comunidades marginadas, sino de grupos logísticos capaces de operar a gran escala.
Pemex y la vulnerabilidad del sistema
Los ductos de Pemex —que transportan millones de litros diarios— se convirtieron en el objetivo principal de estas redes. La infraestructura de la empresa, muchas veces deteriorada o sin vigilancia suficiente, facilitaba el acceso a los hidrocarburos. La falta de inversión en tecnología de detección y reacción agravó la situación.
Consolidación criminal: bandas y cárteles (2010–2020)
A partir de 2010, el huachicol fue absorbido por organizaciones criminales de alto perfil, como el Cártel de Santa Rosa de Lima, el Cártel del Golfo y, en algunos casos, células del Cártel Jalisco Nueva Generación. Estos grupos vieron en el robo de combustible una fuente de ingresos equiparable al narcotráfico.
La violencia se intensificó en estados como Guanajuato, Puebla y Tamaulipas, donde el control territorial era esencial para mantener las rutas de distribución.
Las pérdidas directas de Pemex rondan los 20 500 millones de pesos en 2024, y cuando se agregan las aristas fiscales del huachicol o contrabando, la afectación total supera los 177 000 millones de pesos (equivalentes a más de 9 000 millones USD al año).
Respuestas institucionales
En 2019, el gobierno federal implementó un operativo sin precedentes para frenar el huachicol. Cerró válvulas, militarizó la vigilancia y sancionó a funcionarios cómplices. Sin embargo, el efecto fue mixto: si bien disminuyó el volumen robado en los primeros meses, también provocó escasez temporal en varias regiones del país.
Las zonas calientes del huachicol: geografía y pobreza
Las zonas más afectadas por el huachicol coinciden con corredores energéticos estratégicos y altos niveles de pobreza. Estados como Hidalgo, Puebla, Guanajuato, Veracruz y Estado de México figuran entre los principales focos rojos.
En Hidalgo, por ejemplo, ocurrió en 2019 la tragedia de Tlahuelilpan, donde una toma clandestina explotó y causó la muerte de más de 130 personas. Este evento reflejó no solo los riesgos del huachicol, sino también la desesperación de comunidades que participan en estas actividades pese al peligro.
Geopolítica del robo
El mapa del huachicol también se ha redibujado con el tiempo. Mientras algunas zonas han reducido su incidencia gracias a operativos coordinados, otras han visto un resurgimiento debido a la adaptación de las redes criminales. La localización estratégica de ductos y centros de distribución convierte a ciertas regiones en puntos neurálgicos del delito.
Conclusión: un origen que explica un presente inestable
Comprender el origen del huachicol en México es fundamental para desarticular las redes que aún lo sostienen.
Lo que empezó como una práctica artesanal se convirtió en una industria ilícita gracias a la convergencia de pobreza, corrupción, impunidad y abandono institucional.
Aunque el combate ha mejorado en algunos frentes, el fenómeno persiste, alimentado por las mismas condiciones estructurales que lo vieron nacer.
La historia del huachicol es, en última instancia, la historia de un Estado que aún lucha por recuperar el control de su infraestructura y reconstruir la confianza social desde sus cimientos.
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