El rol del petróleo en las cadenas de suministro globales 

El petróleo sigue siendo la columna vertebral del transporte y la producción mundial. Desde los contenedores marítimos hasta los insumos industriales, su influencia en las cadenas de suministro es tan profunda como invisible.

Hace 6 horas
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En una economía cada vez más interconectada, el rol del petróleo en las cadenas de suministro continúa siendo un factor determinante en la logística mundial. Más del 90% del comercio global se realiza por vía marítima, y cerca del 99% de estos barcos funcionan con derivados del petróleo, según datos de la Organización Marítima Internacional (OMI, 2024). El petróleo no solo moviliza productos; también alimenta maquinaria, fábricas y redes de distribución. Pero, ¿cómo este recurso fósil moldea las rutas comerciales, los precios y la resiliencia de las cadenas globales? La respuesta revela vulnerabilidades críticas y desafíos geopolíticos que configuran el presente y el futuro de la economía global. 

Energía que mueve el comercio: petróleo y transporte logístico 

Desde los portacontenedores hasta los aviones de carga, la logística moderna depende casi exclusivamente de los combustibles fósiles. El diésel y el fuelóleo, derivados del crudo, son imprescindibles para el transporte terrestre y marítimo. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), en 2023, el 94% de la energía utilizada en el transporte global provino del petróleo. 

Las cadenas de suministro no solo trasladan productos finales; también dependen del transporte de materias primas y componentes intermedios. Por ejemplo, un solo automóvil puede requerir piezas fabricadas en más de cinco países, todos conectados por rutas abastecidas con energía derivada del crudo. 

El petróleo, por tanto, no es solo un insumo energético: es una infraestructura invisible que mantiene en movimiento el sistema económico global. 

Vulnerabilidad sistémica: interrupciones, precios y cuellos de botella

La dependencia del petróleo en las cadenas de suministro introduce una fragilidad crítica. Las interrupciones en la producción o el transporte de crudo, ya sea por conflictos geopolíticos o desastres naturales, tienen efectos inmediatos y generalizados. La guerra en Ucrania, por ejemplo, provocó en 2022 un alza de más del 50% en el precio del Brent, afectando el costo del transporte internacional y reduciendo márgenes de rentabilidad para muchas industrias. 

Los cuellos de botella logísticos como los vividos en el Canal de Suez (2021) o el Mar Rojo (2024) muestran cómo un incidente localizado puede paralizar rutas abastecidas por petróleo y causar pérdidas económicas globales. 

Además, el encarecimiento del crudo suele trasladarse directamente a los consumidores a través de inflación en productos básicos. Esto demuestra que el petróleo no solo está presente en la cadena logística, sino también en la estructura de precios de bienes y servicios. 

Impacto industrial: de la manufactura a la agricultura 

Más allá del transporte, el petróleo es esencial en la producción misma. La petroquímica, una de las industrias derivadas del petróleo, provee insumos a sectores como el textil, farmacéutico, alimentario y tecnológico. Productos tan cotidianos como envases, fertilizantes, detergentes o chips electrónicos contienen derivados del petróleo. 

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En el sector agrícola, el petróleo alimenta tractores, sistemas de riego y el transporte de alimentos. De acuerdo con la FAO, el 50% del rendimiento de la agricultura moderna depende de insumos energéticos fósiles, entre ellos los fertilizantes nitrogenados que requieren gas natural, otro derivado hidrocarburífero. 

Por tanto, cualquier variación en el precio del petróleo se traduce, tarde o temprano, en variaciones en los precios industriales, afectando márgenes de producción y disponibilidad de productos. 

Transición energética y reconfiguración de cadenas de suministro 

La presión por descarbonizar la economía ha llevado a una revisión profunda del papel del petróleo en las cadenas de suministro. Sin embargo, la transición energética está lejos de eliminar su protagonismo. 

Aunque el transporte eléctrico y el uso de biocombustibles crecen, representan apenas el 4% del consumo energético del sector transporte en 2025, según la AIE. Además, tecnologías como el hidrógeno verde, el amoníaco como combustible marítimo o la aviación eléctrica están aún en fases tempranas de despliegue comercial. 

Las empresas están comenzando a rediseñar sus cadenas logísticas con criterios de resiliencia energética: relocalización de fábricas (reshoring), diversificación de proveedores, uso de energías renovables en puertos y almacenes. Pero todo ello sigue siendo complementario y no sustitutivo del petróleo en el corto y mediano plazo. 

Perspectiva estratégica para el comercio global 

El rol del petróleo en las cadenas de suministro seguirá siendo determinante al menos durante la próxima década. Aunque las tecnologías limpias avanzan, el petróleo permanece como la energía de respaldo crítica para las infraestructuras actuales. 

La seguridad energética se vuelve inseparable de la seguridad logística. Por ello, los gobiernos y grandes corporaciones están adoptando políticas híbridas: garantizar acceso al crudo mientras invierten en transición energética. Iniciativas como los corredores verdes en el transporte marítimo, impulsadas por la OMI y el Foro Económico Mundial, buscan reducir emisiones sin alterar la eficiencia logística. 

El futuro no es binario. Se trata de una coexistencia estratégica entre el petróleo y las nuevas energías. Aquellos países o corporaciones que logren gestionar esa dualidad tendrán una ventaja competitiva sustancial en un mercado global volátil. 

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