Baterías “hechas en México”: Pomega y Grupo Jebla apuestan por producción local

Pomega y Grupo Jebla anunciaron una inversión de 400 millones de dólares para desarrollar en México un proyecto de baterías LFP que incluirá ensamble, fabricación de celdas, investigación y reciclaje.

Hace 2 horas
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Foto: Depositphotos

En un contexto global marcado por la competencia para asegurar tecnologías de almacenamiento que sostengan la transición energética, México podría dar un paso clave para dejar atrás su papel de importador y avanzar hacia la producción local de baterías. La empresa Pomega, especializada en soluciones de almacenamiento y perteneciente al conglomerado turco Kontrolmatik, anunció una asociación con el Grupo Jebla para desarrollar un proyecto industrial valuado en 400 millones de dólares en territorio mexicano.

De acuerdo con información difundida en medios del sector energético y empresarial, la iniciativa se desarrollará por etapas. La primera fase, programada para iniciar en 2026, contempla la instalación de una planta dedicada al armado de sistemas de almacenamiento energético destinados al autoconsumo industrial, así como a aplicaciones comerciales y residenciales de alto nivel. En esta etapa se utilizarán celdas provenientes del exterior, aunque el proceso de integración, la electrónica y los sistemas de control se realizarán localmente, generando valor agregado dentro del país.

El proyecto alcanzará su punto central entre 2027 y 2029, periodo en el que se prevé la construcción de una fábrica para producir celdas de litio-ferrofosfato en México. La capacidad inicial sería cercana a los 3 gigawatts-hora anuales, con la meta de ampliarse a un rango de entre 6 y 10 GWh hacia 2031. De manera paralela, la alianza planea establecer un centro de investigación y desarrollo, así como un esquema de reciclaje que permita atender el ciclo completo de vida de las baterías.

Para el sector industrial mexicano, el anuncio representa un cambio relevante. Las celdas LFP se han consolidado como una opción atractiva tanto para almacenamiento estacionario como para ciertos usos en movilidad eléctrica, debido a su equilibrio entre seguridad, durabilidad y costos. Actualmente, la mayor parte de estas tecnologías utilizadas en México proviene de Asia, particularmente de China. Contar con producción local, respaldada por conocimiento técnico internacional y capital nacional, podría reducir la dependencia externa y diversificar el suministro regional.

El impacto potencial no se limita al ámbito energético. Industrias manufactureras y de gran consumo eléctrico podrían beneficiarse de soluciones de almacenamiento fabricadas en el país, ya sea para estabilizar su demanda, disminuir picos de consumo o avanzar en la electrificación de procesos y equipos internos. Esto abriría la puerta a proyectos de eficiencia energética de mayor alcance y a una planeación de costos más estable.

Un elemento distintivo del plan es la creación de un centro de investigación en México. Más allá de fabricar, la intención es adaptar tecnologías, diseños y sistemas a las condiciones específicas del mercado local, como climas extremos, características de la red eléctrica y perfiles de uso propios de la industria nacional. Si logra articularse con universidades y talento local, este espacio podría convertirse en un referente regional en innovación en almacenamiento energético.

El componente de reciclaje también marca una diferencia frente a esquemas tradicionales de manufactura. La gestión de baterías al final de su vida útil es uno de los grandes desafíos ambientales de la transición energética. Procesar estos residuos en el país permitiría recuperar materiales valiosos y desarrollar una cadena circular alrededor de insumos como litio, fósforo y cobre, además de reducir impactos ambientales.

Desde la óptica de política industrial, la inversión se alinea con el objetivo de fortalecer capacidades tecnológicas en sectores estratégicos. Aunque México ha atraído proyectos vinculados a la electromovilidad, muchas decisiones clave suelen tomarse fuera del país. Una planta de celdas LFP acompañada de investigación y reciclaje plantea un enfoque distinto, donde también se diseña, se prueba y se genera conocimiento local.

El desafío, sin embargo, estará en la ejecución. El desarrollo de una cadena de valor para baterías requiere proveedores confiables, infraestructura energética suficiente, talento especializado y reglas claras. Si el proyecto avanza conforme a lo previsto, México podría comenzar a posicionarse no solo como consumidor, sino como productor y desarrollador de tecnología de almacenamiento basada en LFP.

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