Estrecho de Ormuz: epicentro geopolítico del comercio energético global

Pocas rutas marítimas concentran tanto poder como el estrecho de Ormuz. Este corredor estratégico ha definido conflictos, dictado precios del crudo y sostenido la economía global durante décadas.

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El corredor estratégico más vigilado del planeta

El estrecho de Ormuz representa uno de los cuellos de botella más cruciales del sistema energético mundial. Situado entre Omán y el sur de Irán, este angosto paso marítimo conecta el Golfo Pérsico con el Golfo de Omán y, por extensión, con el Océano Índico. A través de sus apenas 33 kilómetros de ancho —con apenas 3 kilómetros navegables en cada dirección para el tráfico marítimo— transita aproximadamente el 20% del comercio mundial de petróleo.

El valor estratégico del estrecho radica no solo en su ubicación geográfica, sino en su papel como vía de salida para las exportaciones de crudo de Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Catar. De acuerdo con la Agencia de Información Energética de EE. UU. (EIA, por sus siglas en inglés), en 2023 se transportaron por el estrecho cerca de 17 millones de barriles de petróleo diarios, además de una porción significativa del gas natural licuado (GNL) del mundo.

Historia de conflictos y control naval

El control del estrecho de Ormuz ha sido históricamente una fuente de tensiones geopolíticas. Su relevancia no es nueva: ya durante la era de las grandes exploraciones marítimas y del Imperio Persa, la región funcionaba como punto clave para el comercio entre Asia y Europa. Sin embargo, fue en el siglo XX, con la consolidación de la economía del petróleo, cuando el estrecho se convirtió en un escenario de alta sensibilidad geopolítica.

En 1984, durante la guerra Irán-Irak, el estrecho fue escenario de ataques a petroleros en lo que se conoció como la “Guerra de los petroleros”. Estados Unidos intervino con una operación naval para escoltar buques kuwaitíes, subrayando el interés estratégico de Washington en asegurar la libre navegación.

Más recientemente, en 2019, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán incautó varios buques petroleros, lo que exacerbó las tensiones con Estados Unidos y el Reino Unido. Estos eventos demostraron que la estabilidad del estrecho depende de un equilibrio militar delicado y de la constante vigilancia internacional.

¿Quién controla el estrecho de Ormuz?

Formalmente, el estrecho de Ormuz está sujeto al derecho internacional marítimo bajo la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS), que garantiza el paso inocente para todas las embarcaciones. Sin embargo, Irán ha sostenido históricamente que tiene derecho a restringir el tráfico en respuesta a amenazas a su seguridad nacional.

En términos de control físico, la parte norte del estrecho pertenece a Irán, mientras que la parte sur está bajo jurisdicción de Omán. No obstante, el poder naval estadounidense, a través de la Quinta Flota de la Marina con sede en Baréin, mantiene una presencia constante en la región para garantizar la libertad de navegación.

Al mismo tiempo, alianzas estratégicas como el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) y potencias como China y Rusia han comenzado a incrementar su influencia en la zona, lo que añade una dimensión multipolar a su gobernanza. Irán, por su parte, ha reiterado que cualquier intento externo de controlar el estrecho sin su consentimiento constituye una provocación.

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El papel energético y las implicaciones económicas

El estrecho de Ormuz es mucho más que un corredor físico: es un termómetro del equilibrio energético global. Cualquier disrupción en esta vía puede disparar los precios del crudo, como ocurrió tras los ataques a instalaciones petroleras saudíes en 2019, o durante la crisis por el asesinato del general Qasem Soleimani en 2020.

Además del petróleo, también circulan buques de GNL, especialmente procedentes de Catar, uno de los principales exportadores del mundo. Dada la creciente dependencia energética de Asia, especialmente de China, Japón y Corea del Sur, la estabilidad del estrecho se ha convertido en un asunto de seguridad económica global.

Las aseguradoras marítimas también reflejan la tensión: los costos de seguros de guerra en la zona aumentan durante las crisis, afectando directamente el precio final de los hidrocarburos.

Nuevas rutas y alternativas limitadas

Pese a los esfuerzos por diversificar rutas, no existen alternativas viables a corto plazo que puedan sustituir el papel del estrecho de Ormuz. El oleoducto Petroline de Arabia Saudita y el oleoducto Habshan-Fujairah en Emiratos Árabes ofrecen cierta capacidad de desvío, pero solo pueden cubrir una fracción del total exportado.

Mientras tanto, las tensiones en el mar Rojo con los hutíes respaldados por Irán y los ataques en rutas alternativas como el Canal de Suez también demuestran que la vulnerabilidad no se puede desplazar simplemente de una región a otra.

Punto de convergencia de potencias globales

El estrecho de Ormuz actúa como un barómetro de las relaciones internacionales. Estados Unidos, Irán, Arabia Saudita, China y Europa convergen aquí, cada uno con intereses cruzados que mezclan seguridad, comercio, energía y geoestrategia. Las negociaciones nucleares con Irán, las alianzas energéticas de China y los movimientos de flotas militares son piezas del tablero que se juega diariamente en esta franja marítima.

Como señala el historiador británico Peter Frankopan, autor de Las nuevas rutas de la seda, el estrecho de Ormuz no solo forma parte del comercio físico del petróleo, sino también de una lucha simbólica por el control del siglo XXI.

Un estrecho decisivo para el futuro energético

La estabilidad del estrecho de Ormuz es esencial para el equilibrio del sistema energético global. A medida que el mundo transita hacia energías renovables, el petróleo y el gas siguen siendo fundamentales para las economías desarrolladas y emergentes. Y mientras no existan alternativas logísticas a gran escala, Ormuz continuará siendo un punto vulnerable, pero insustituible.

La vigilancia multinacional, la diplomacia de alto nivel y una arquitectura de seguridad cooperativa son indispensables para evitar que un incidente local se convierta en una crisis global. El estrecho de Ormuz, más que una simple franja de agua, es un símbolo persistente de cómo la geografía sigue dictando el destino de la economía mundial.

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