Horizonte estratégico: petróleo, Trump y el dilema energético de México

Con el regreso de Trump a la presidencia de EE.UU., el petróleo vuelve al centro del poder global. México debe repensar su horizonte estratégico para no quedar atrapado entre la dependencia energética y el rezago tecnológico.

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El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca marca un viraje en el horizonte estratégico energético global. Su visión nacionalista y pro-fósiles reaviva la centralidad del petróleo en la política exterior y comercial de Estados Unidos. Para México, socio energético histórico del país vecino, la coyuntura implica oportunidades y riesgos: mientras se reaviva la demanda estadounidense de hidrocarburos, crecen las tensiones entre exportar crudo y avanzar en la modernización energética nacional.

Una presidencia que reanima al petróleo

La victoria de Trump en las elecciones de 2025 ha comenzado a sacudir los mercados energéticos. Su administración, al igual que en su primer mandato, ha prometido reducir regulaciones ambientales, ampliar permisos de perforación y favorecer la producción nacional mediante incentivos fiscales y barreras arancelarias. Como en 2017–2020, el Departamento de Energía y la Agencia de Protección Ambiental (EPA) ya enfrentan presiones internas para revertir medidas de la era Biden.

Estas señales no tardaron en reflejarse en el mercado. En menos de una semana tras su victoria, los futuros del West Texas Intermediate (WTI) subieron un 4.2%, anticipando una menor presión regulatoria y mayor consumo de hidrocarburos. Las grandes petroleras —ExxonMobil, Chevron, Occidental— ya preparan nuevos planes de inversión, y las cuencas shale como Permian Basin recobran protagonismo.

México, como principal proveedor extranjero de petróleo crudo a Estados Unidos después de Canadá, se posiciona estratégicamente. Sin embargo, esta ventaja es solo aparente si no se gestiona con visión integral.

Dependencia o autonomía: un dilema estructural

La profundización de la demanda estadounidense no implica automáticamente beneficios para México. Si bien Petróleos Mexicanos (Pemex) podría incrementar exportaciones, la infraestructura local —refinación, transporte, almacenamiento— sigue limitada, y la producción enfrenta problemas estructurales: yacimientos maduros, baja inversión exploratoria y pasivos crecientes.

Además, el país mantiene rezagos en su transición energética. América Latina avanza con compromisos verdes: Brasil fortalece su bioenergía, Chile apuesta por el hidrógeno verde, y Colombia se posiciona en energías renovables.

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A nivel diplomático, el desafío es mayor. Una política energética mexicana subordinada a los vaivenes de Washington comprometería su margen de maniobra en foros multilaterales —como la OPEP+—, y debilitaría su capacidad de negociación frente a socios europeos o asiáticos interesados en energías limpias.

¿Cómo convertir la coyuntura en ventaja competitiva?

El horizonte estratégico de México requiere una respuesta compleja y multidimensional. Algunas líneas de acción viables incluyen:

  • Reactivar la inversión upstream con sostenibilidad: Incentivos fiscales a exploración y producción pueden coexistir con regulaciones de captura de carbono y eficiencia operativa. Modelos como el de Noruega —fósiles con transición— ofrecen precedentes útiles.
  • Fortalecer el sistema diplomático-energético: Se necesita una agenda bilateral con EE.UU. que combine seguridad energética con integración renovable. Esto incluye modernizar interconexiones eléctricas transfronterizas y promover cadenas regionales de valor energético.
  • Impulsar hubs tecnológicos nacionales: Centros como el Instituto Mexicano del Petróleo, CICESE y universidades energéticas deben recibir más apoyo para innovar en refinación limpia, almacenamiento, captura de carbono y electrificación.
  • Desarrollar una política industrial verde: La reactivación industrial del norte de México, con incentivos estadounidenses como el IRA (Inflation Reduction Act), puede incluir condiciones para que las exportaciones mexicanas usen energía limpia y procesos bajos en emisiones.

Estos pasos requieren voluntad política, respaldo técnico y coordinación internacional. No se trata de elegir entre petróleo o transición, sino de diseñar un modelo híbrido inteligente.

Entre dos fuegos: decisiones que marcarán décadas

México se encuentra ante un momento crítico. La elección de Trump no solo redefine la política energética de Estados Unidos, sino que vuelve a posicionar el petróleo como palanca geopolítica. Para México, la tentación de volver a una estrategia rentista es grande, pero también lo son los costos futuros de ignorar la modernización energética.

El verdadero horizonte estratégico no está en seguir la corriente, sino en anticiparse a ella. Con liderazgo técnico, visión diplomática y decisiones basadas en evidencia, México puede convertirse en un actor energético respetado y competitivo, no solo un proveedor oportunista. La historia juzgará si esta coyuntura fue un punto de inflexión o una oportunidad desperdiciada.

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