En medio de una creciente presión internacional sobre el suministro global de crudo, el levantamiento de sanciones a Venezuela se perfila como una opción estratégica cada vez más viable para Washington. Según Alejandro Terán, consultor en geopolítica energética, el agotamiento de alternativas en los mercados tradicionales podría llevar a la administración actual de Estados Unidos a flexibilizar sus medidas contra el régimen de Nicolás Maduro, no por afinidad política, sino por necesidad económica.
La afirmación se enmarca en una coyuntura marcada por la guerra en Ucrania, la crisis en Medio Oriente y la reconfiguración de la OPEP+, lo cual ha reducido el margen de acción de las grandes potencias. ¿Podría el gobierno estadounidense, bajo una nueva administración, cambiar de rumbo y optar por el pragmatismo energético antes que la doctrina diplomática? La pregunta ya no es marginal.
El peso del petróleo venezolano en el equilibrio global
Durante décadas, Venezuela fue uno de los principales proveedores de crudo para Estados Unidos. En 1997, las importaciones de crudo venezolano hacia EE. UU. alcanzaron un pico de aproximadamente 1.4 millones de barriles diarios, cuando fue el mayor proveedor extranjero del país . Sin embargo, tras el recrudecimiento de las sanciones en 2019, ese volumen se redujo prácticamente a cero.
En 2023, de acuerdo con la Agencia de Información de Energía de EE. UU. (EIA), Venezuela contaba con aproximadamente 303 mil millones de barriles en reservas probadas de crudo, lo que representa alrededor del 17 % de las reservas globales, y constituye la mayor cantidad a nivel mundial. Estas reservas, concentradas principalmente en la Faja Petrolífera del Orinoco, están compuestas por crudo extrapesado, cuya extracción requiere tecnologías especializadas y cuantiosas inversiones.
A pesar de su potencial energético, la producción venezolana sigue por debajo de su capacidad. En 2023, apenas aportó cerca del 0.8 % del suministro mundial de crudo, debido a las restricciones comerciales, sanciones internacionales y una infraestructura operativa profundamente deteriorada. No obstante, en un entorno de volatilidad energética e incertidumbre en los mercados tradicionales, el petróleo venezolano vuelve a adquirir un peso geoestratégico considerable.
Aunque la infraestructura petrolera venezolana está deteriorada, el potencial de recuperación es considerable, especialmente con la participación de empresas extranjeras como Chevron, que retomó operaciones limitadas desde diciembre de 2022, tras obtener licencias específicas del Departamento del Tesoro estadounidense.
EE.UU. frente a un dilema estratégico: pragmatismo o principios
Durante más de un lustro, la política exterior de Estados Unidos respecto a Venezuela ha estado anclada en una estrategia de presión máxima. Las sanciones económicas impuestas desde 2017, ampliadas en 2019, buscaban el aislamiento del régimen de Maduro. Sin embargo, este enfoque no logró derrocar al gobierno ni facilitar una transición democrática. Al contrario, Venezuela fortaleció sus vínculos con potencias como China, Rusia e Irán.
Con la demanda energética global en ascenso y los precios del crudo superando los 85 dólares por barril, el levantamiento de sanciones a Venezuela surge como una alternativa pragmática.
El levantamiento de sanciones a Venezuela aparece como una estrategia pragmática en un contexto donde la estabilidad de precios en los combustibles afecta directamente a la economía doméstica estadounidense. La inflación energética, que alcanzó picos preocupantes entre 2022 y 2023, empujó a Washington a revisar su política exterior en busca de nuevas fuentes de abasto.
Alejandro Terán subraya que el mundo “le está exigiendo a Estados Unidos que flexibilice posiciones” para no quedarse atrás en la competencia por recursos energéticos. El giro, aunque controvertido, puede verse como un acto de realismo geopolítico, que la administración actual —tras la salida de Joe Biden del poder en enero de 2025— podría considerar seriamente.
Chevron y el modelo de licencias específicas: ¿ensayo para una apertura?
Desde diciembre de 2022, Chevron obtuvo una licencia especial del Departamento del Tesoro de EE. UU. que le permitió operar en Venezuela bajo condiciones específicas. Esta autorización habilitó la exportación directa de crudo venezolano hacia refinerías estadounidenses sin canalizar ingresos a PDVSA. Fue un movimiento que sirvió como ensayo técnico y diplomático para una posible apertura mayor.
Durante el primer trimestre de 2025, Chevron exportó aproximadamente 250,000 barriles diarios desde Venezuela a Estados Unidos. Sin embargo, en marzo de 2025, la licencia fue revocada por decisión del gobierno estadounidense, con fecha límite de suspensión para el 3 de abril.
A pesar del revés, este modelo de licencias mostró que es posible establecer mecanismos intermedios que permitan reanudar el comercio energético con Venezuela bajo condiciones de transparencia, control financiero y limitación operativa. La experiencia con Chevron podría convertirse en el precedente para una política energética menos ideológica y más orientada a resultados.
Implicaciones geopolíticas regionales y globales
El levantamiento de sanciones a Venezuela no solo reconfiguraría el equilibrio petrolero, sino que también tendría consecuencias geopolíticas regionales. Estados Unidos podría recuperar influencia en América Latina, donde China y Rusia han ganado terreno a través de inversión en infraestructura, energía y cooperación militar.
En el ámbito interno venezolano, una flexibilización negociada permitiría mayor acceso a divisas, mejora en las condiciones de vida y cierta estabilización macroeconómica. Por su parte, países receptores de migración venezolana como Colombia, Perú y Chile podrían beneficiarse si la reapertura energética genera empleos, inversión y reduce la presión migratoria. Según ACNUR, más de 7.7 millones de venezolanos han salido del país desde 2015.
Además, para las empresas estadounidenses del sector energético, regresar a un país con las mayores reservas probadas del mundo representa una ventana estratégica y comercial de alto valor, especialmente en un entorno donde el acceso a crudo convencional se ha vuelto más limitado.
Hacia una nueva diplomacia energética global
La era de las sanciones unilaterales muestra signos de desgaste. Venezuela, pese al aislamiento, ha logrado mantener exportaciones hacia Asia y reintegrarse parcialmente al comercio petrolero mediante acuerdos bilaterales no occidentales. El resurgimiento del petróleo como instrumento geopolítico refuerza la idea de que Estados Unidos deberá revisar sus estrategias si desea mantenerse competitivo en el tablero energético internacional.
El levantamiento de sanciones a Venezuela, más que una concesión ideológica, podría representar una respuesta pragmática a un contexto de alta presión global. La opción no implica necesariamente normalizar relaciones diplomáticas, sino establecer reglas claras, verificables y progresivas que favorezcan tanto la estabilidad energética como ciertos estándares democráticos.
Como señala Alejandro Terán, “el pragmatismo está ganando terreno”. Y en la nueva era energética, marcada por transiciones inciertas, bloques multipolares y mercados tensos, Estados Unidos deberá decidir si continúa aislando recursos estratégicos o si adopta una diplomacia energética adaptativa, donde el interés nacional se alinee con el equilibrio global.
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