Un nuevo mapa energético: infraestructura estratégica en expansión
México atraviesa una reconfiguración silenciosa pero estratégica de su infraestructura energética. A partir de la reforma energética de 2013 y el posterior crecimiento de la demanda nacional de combustibles, se ha incrementado el interés por modernizar las capacidades logísticas del país. Un componente central de este esfuerzo son las nuevas terminales marítimas y terrestres para combustibles, tanto públicas como privadas, diseñadas para asegurar una red eficiente de almacenamiento y distribución.
Estas infraestructuras cumplen funciones críticas en la cadena de valor del sector hidrocarburos, particularmente en el segmento midstream. Su papel se vuelve aún más relevante ante la saturación de instalaciones existentes, los cuellos de botella logísticos y la necesidad de diversificar puntos de entrada y salida de petrolíferos en el territorio nacional.
Auge privado: inversión en terminales marítimas y terrestres
De acuerdo con datos de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), al menos 54 proyectos privados de terminales de almacenamiento de petrolíferos han recibido permiso en los últimos años. Muchos de ellos ya están en operación o en fases avanzadas de construcción. Esta expansión no solo responde a la demanda de gasolina y diésel, sino a una estrategia más amplia de abrir mercados logísticos a nuevos actores.
Uno de los proyectos más emblemáticos es la Terminal Marítima de Dos Bocas, operada por la empresa IEnova en conjunto con Valero, con una capacidad estimada de más de 1 millón de barriles. Se trata de una instalación clave para el sur del país, que busca reducir la dependencia logística del centro del país y fortalecer las importaciones por el Golfo de México.
En el Pacífico, destaca la Terminal de Manzanillo, impulsada por Repsol y Activo Integral Terminal. Conectada con el puerto y diseñada para recibir combustibles importados, esta terminal representa una apuesta por el abastecimiento a estados del occidente mexicano como Jalisco y Michoacán.
También sobresale el proyecto de Monterra Energy en Tuxpan, con una terminal marítima conectada por ducto a centros de consumo del centro del país. Tuxpan se ha consolidado como un hub estratégico para el ingreso de combustibles refinados provenientes de la costa estadounidense.
Participación estatal: nuevas capacidades bajo control público
Aunque buena parte de la inversión en infraestructura logística proviene del sector privado, el Estado mexicano ha buscado mantener capacidades estratégicas bajo control público. Pemex Logística, a través de su Plan de Expansión 2023–2027, contempla modernizar y ampliar varias de sus terminales terrestres, incluyendo puntos neurálgicos como Salamanca, Salina Cruz y Topolobampo.
Por su parte, la Secretaría de Marina, a cargo de varios puertos desde 2021, ha impulsado obras de dragado y modernización en Veracruz, Progreso y Lázaro Cárdenas, lo que facilitará el atraque de buques de mayor calado y permitirá recibir cargamentos energéticos con mayor eficiencia.
Además, el Plan Sonora de Energía Sostenible, aunque centrado en energías limpias, también contempla infraestructura logística para respaldar el suministro de combustibles de transición. El puerto de Guaymas será clave en esa estrategia.
Desafíos regulatorios y logísticos en el desarrollo
A pesar del impulso, la construcción de nuevas terminales enfrenta desafíos estructurales. Entre los más relevantes se encuentran:
- Permisología compleja: los trámites ante CRE, ASEA, SENER, SEMARNAT y otras dependencias pueden demorar años.
- Conectividad limitada: muchas terminales carecen de ductos o conexiones ferroviarias adecuadas, encareciendo la distribución.
- Riesgo de saturación: algunas regiones como Tuxpan o Altamira muestran señales de sobreconcentración de proyectos, lo cual podría generar cuellos logísticos si no se sincronizan con mejoras viales y ferroviarias.
El caso de la terminal terrestre en San Luis Potosí de Grupo Orsan ilustra este punto: aunque operativa, enfrenta limitaciones por falta de infraestructura ferroviaria, lo que impide maximizar su capacidad instalada.
¿Dónde se localizan los principales proyectos?
El nuevo mapa de infraestructura energética se distribuye en cinco regiones clave:
- Golfo Centro (Veracruz–Tuxpan–Altamira): zona de mayor concentración de terminales marítimas.
- Pacífico Occidental (Manzanillo–Lázaro Cárdenas–Topolobampo): corredores estratégicos para abastecer al Bajío.
- Región Norte (Monterrey–Reynosa–Saltillo): terminales terrestres enfocadas en consumo industrial.
- Centro del país (Estado de México–Hidalgo–Querétaro): polo logístico interno conectado por ductos.
- Sureste energético (Dos Bocas–Salina Cruz–Coatzacoalcos): infraestructura clave para conectar con la refinería Olmeca.
Estas terminales son nodos esenciales en la transformación logística del sector energético nacional, que busca mayor autonomía, diversificación de rutas y competitividad en el abasto de combustibles.
Infraestructura energética: entre resiliencia y soberanía logística
El desarrollo de terminales marítimas y terrestres para combustibles no es una moda ni un lujo: es una respuesta técnica y geoestratégica ante la transformación del sistema energético mexicano. Al ampliar la red de almacenamiento y distribución, el país gana resiliencia frente a interrupciones en el suministro, diversifica sus puntos de entrada y reduce la presión sobre infraestructuras tradicionales.
No obstante, esta expansión debe acompañarse de políticas públicas coherentes, regulación eficiente y colaboración entre actores estatales y privados. Apostar por infraestructura energética no solo implica construir tanques y ductos: significa construir soberanía logística, blindar el suministro nacional y preparar a México para los desafíos de una demanda energética cada vez más dinámica.
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