México y Baker Hughes: una relación de largo plazo con visión de futuro

La reunión entre Claudia Sheinbaum y Baker Hughes marca una nueva etapa en la relación energética México–EE. UU., con potencial para atraer inversión, tecnología y fortalecer la soberanía energética.

Hace 5 horas
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Una alianza estratégica para el nuevo contexto energético

Baker Hughes es uno de los actores tecnológicos más influyentes en la industria energética global. Con presencia activa en México desde hace décadas, ha colaborado con Petróleos Mexicanos (Pemex) en diversas etapas del ciclo de producción: desde exploración y perforación hasta mantenimiento, automatización y digitalización de activos. Esta trayectoria ha consolidado a la firma estadounidense como un socio estratégico en el desarrollo del sector energético mexicano.

El reciente encuentro entre la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente ejecutivo de Baker Hughes, Lorenzo Simonelli, en Palacio Nacional, no es un gesto simbólico más. Ocurre en un contexto crítico: el inicio de un nuevo sexenio que se propone modernizar el sistema energético nacional, sin romper del todo con el modelo de soberanía energética defendido en la administración anterior. El mensaje central es claro: México busca mantener el control de sus recursos, pero reconoce la importancia de la inversión tecnológica y el capital privado para avanzar en la transición energética.

Inversión y regulación: señales de confianza hacia el exterior

El acercamiento institucional con Baker Hughes se alinea con el objetivo explícito del nuevo gobierno: atraer inversión bajo condiciones claras, sostenibles y técnicamente sólidas. La secretaria de Energía ha indicado que se trabaja en rediseñar el entorno regulatorio para reducir incertidumbre y generar confianza. Esto resulta clave en un país donde, en años recientes, las políticas energéticas centradas en el fortalecimiento de empresas del Estado como Pemex y la CFE han sido vistas con recelo por inversionistas internacionales.

Este giro no implica una privatización encubierta ni una apertura sin controles, sino una reconfiguración que permita complementar las capacidades públicas con innovación, financiamiento y mejores prácticas globales. En este marco, empresas con experiencia comprobada en proyectos complejos, como Baker Hughes, pueden desempeñar un papel clave.

Además, la reunión envía una señal potente a los mercados: México no está cerrado a la inversión extranjera, siempre que se alinee con los objetivos nacionales. La participación de empresas multinacionales podría ser instrumental para destrabar proyectos estancados, ampliar la infraestructura energética y acelerar la descarbonización de la matriz.

Tecnología energética al servicio de una transición ordenada

Uno de los elementos más relevantes en la relación entre México y Baker Hughes es el potencial tecnológico que esta última puede aportar. La empresa es pionera en áreas clave para la transición energética: eficiencia operativa, digitalización de pozos, captura y almacenamiento de carbono (CCS), así como soluciones integradas para reducir emisiones en campos maduros y nuevas exploraciones.

México enfrenta una paradoja energética: necesita aumentar su capacidad productiva para garantizar seguridad energética, pero también debe reducir su dependencia de combustibles fósiles. En este sentido, el conocimiento técnico de empresas como Baker Hughes podría ser determinante para lograr una transición realista y rentable.

Adicionalmente, el desarrollo de talento especializado, el fortalecimiento de proveedores locales y la transferencia de tecnología son beneficios colaterales que pueden derivarse de esta cooperación. Para una economía que busca crecer con justicia social y respeto ambiental, estos elementos son esenciales.

Estados Unidos y la integración energética norteamericana

Este acercamiento también se enmarca en una estrategia geopolítica más amplia. La integración energética de América del Norte es uno de los pilares del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Apenas días antes de la reunión con Baker Hughes, el embajador estadounidense Ken Salazar sostuvo un encuentro con la Secretaría de Energía para reiterar el interés de Washington en reforzar los lazos energéticos bilaterales.

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Estados Unidos no solo ve a México como un socio comercial, sino como una pieza clave en su seguridad energética regional. Las cadenas de suministro compartidas, los gasoductos transfronterizos, los proyectos de hidrógeno y las inversiones en electrificación rural son áreas donde la colaboración puede ampliarse. Empresas como Baker Hughes, que operan en ambos países, están bien posicionadas para facilitar esta sinergia.

Beneficios y desafíos de una cooperación estratégica

¿Qué gana México?

Si esta relación se traduce en proyectos concretos y sostenibles, México podría obtener una serie de beneficios tangibles:

  • Inversión directa en infraestructura energética avanzada.
  • Acceso a tecnologías de última generación en digitalización y descarbonización.
  • Fortalecimiento de Pemex y CFE mediante alianzas técnicas.
  • Creación de empleo calificado en regiones energéticas clave.
  • Impulso a una transición energética ordenada y competitiva.

¿Qué debe garantizar el Estado?

Sin embargo, capitalizar estos beneficios exige un entorno propicio. México deberá:

  • Establecer reglas claras, predecibles y transparentes para todos los actores.
  • Garantizar seguridad jurídica en contratos, licencias y asociaciones estratégicas.
  • Agilizar los procesos regulatorios, hoy lentos y a menudo contradictorios.
  • Coordinar esfuerzos entre el sector público y privado con metas comunes.

Hacia un modelo energético con apertura técnica y visión nacional

El mensaje político detrás de esta nueva etapa es contundente: México no solo busca atraer inversión extranjera, sino hacerlo de forma técnica, transparente y con visión de largo plazo. La administración Sheinbaum parece comprender que sin eficiencia institucional, planeación estratégica y cooperación internacional, será difícil consolidar una transición energética justa.

La participación de Baker Hughes es, por tanto, más que una colaboración empresarial: es un experimento de confianza mutua. La clave será evitar los errores del pasado, donde las asociaciones se diluyeron por falta de visión común o por presiones ideológicas. Hoy, la apuesta es por un modelo híbrido: soberanía energética con apertura técnica, inversión extranjera con reglas claras, innovación tecnológica con beneficios sociales.

México y Baker Hughes: ¿punto de inflexión o continuidad estratégica?

El desafío para México será transformar este acercamiento en políticas públicas consistentes, proyectos con impacto real y acuerdos duraderos. La transición energética no se logra con discursos ni protocolos, sino con ejecución técnica, decisiones estratégicas y voluntad política.

En un contexto global cada vez más competitivo y en plena reconfiguración energética, México puede (y debe) posicionarse como un actor confiable, moderno y comprometido. La relación con Baker Hughes es una oportunidad para hacerlo.

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