Noruega se prepara para un movimiento decisivo en su política energética. El ministro de Energía, Terje Aasland, ha anunciado el inicio de los preparativos para una amplia ronda de licencias de petróleo y gas en la plataforma continental noruega, que marca la primera incursión en áreas inexploradas desde 2021. Este paso, de gran carga política y económica, busca asegurar que el país mantenga su papel de proveedor confiable para Europa durante las próximas décadas.
El anuncio llega en un contexto electoral clave: el próximo 8 de septiembre, el gobierno laborista minoritario se medirá en las urnas frente a una oposición de centro-derecha que recorta distancias. La decisión, que rompe con una moratoria de cuatro años sobre exploración fronteriza, podría influir tanto en la política interna como en la percepción internacional de Noruega.
Un sector que define la economía noruega
El petróleo y el gas no solo forman parte del paisaje industrial noruego, sino que constituyen el núcleo de su economía. En 2024, representaron el 60% de las exportaciones del país y cerca del 10% del empleo en el sector privado. Con una producción cercana a los cuatro millones de barriles equivalentes diarios —mitad gas natural, mitad crudo y líquidos—, Noruega ha consolidado una posición de liderazgo en el suministro energético europeo.
No obstante, las proyecciones a largo plazo son menos optimistas: a partir de la década de 2030, la producción podría caer significativamente si no se descubren nuevos campos. “Si queremos cumplir con nuestro compromiso, debemos encontrar más, y para descubrir debemos explorar”, subrayó Aasland. El mensaje es claro: garantizar la seguridad energética y económica del país exige una reactivación exploratoria.
El fin de la moratoria y el retorno a zonas vírgenes
En 2021, para asegurar el respaldo de un pequeño partido de izquierda, el gobierno aceptó una moratoria de cuatro años que restringía las licencias a zonas cercanas a campos existentes. Este acuerdo fue visto entonces como un compromiso entre las presiones ambientales y las necesidades de la industria.
La nueva decisión rompe con esa limitación, abriendo la puerta a regiones inexploradas y enviando una señal contundente a los mercados internacionales. Aunque la fecha de adjudicación de los nuevos permisos no se ha fijado, el gobierno ya ha ampliado la Ronda APA 2025 (Áreas Predefinidas de Adjudicación), que recibirá propuestas hasta el 2 de septiembre de 2025. Esta convocatoria abarca 76 bloques, con 68 en el Mar de Barents y ocho en el Mar de Noruega, reforzando el interés por la zona ártica.
Noruega como ancla de la seguridad energética europea
La guerra en Ucrania y la reducción de los flujos de gas ruso a Europa han reforzado la posición estratégica de Noruega. Su capacidad para garantizar suministro estable ha convertido al país en un pilar para la seguridad energética del continente.
En este contexto, la nueva ronda de licencias no es solo un ejercicio administrativo: es una declaración política que confirma que Noruega no piensa reducir su compromiso con Europa. Además, este movimiento se interpreta como una respuesta preventiva ante los desafíos de la próxima década, cuando la transición energética y el agotamiento natural de los campos podrían tensionar la oferta global.
El Mar de Barents: promesa y desafío
El Mar de Barents emerge como protagonista de esta nueva fase. Con vastas áreas aún por explorar y potenciales reservas significativas, representa una oportunidad de expansión para la industria noruega. Sin embargo, también plantea retos logísticos y ambientales considerables: condiciones climáticas extremas, sensibilidad ecológica y costes elevados de operación.
Para los expertos, la apuesta por esta región es un indicador de que el gobierno está dispuesto a asumir mayores riesgos para sostener la producción. El interés de las compañías internacionales será un termómetro clave para medir la viabilidad económica y técnica de esta apertura.
Críticas y dilemas ambientales
El anuncio ha reavivado el debate sobre el papel de los combustibles fósiles en un mundo que busca descarbonizarse. Grupos ambientalistas y partidos verdes han cuestionado la coherencia de ampliar la exploración petrolera mientras se promueven políticas climáticas ambiciosas.
El gobierno, por su parte, defiende una estrategia de equilibrio: seguir explotando el petróleo y gas como base económica mientras invierte en tecnologías de reducción de emisiones y energías renovables. Para Aasland y su gabinete, el abandono acelerado de estos recursos pondría en riesgo no solo la estabilidad económica, sino también la seguridad energética del continente.
Más allá de 2030: la visión de largo plazo
La nueva ronda de licencias forma parte de una estrategia más amplia para mantener la relevancia de la plataforma continental noruega en el mercado global. Si los resultados exploratorios confirman el potencial esperado, Noruega podría sostener o incluso aumentar su producción más allá de 2030, desafiando la tendencia de declive que afectará a muchos productores maduros.
El país confía en que su reputación de gestión responsable, con altos estándares técnicos y ambientales, le permitirá seguir atrayendo inversión extranjera y conservar su liderazgo en un mercado cada vez más competitivo y sujeto a cambios regulatorios y geopolíticos.
Un movimiento que redefine la agenda energética
El lanzamiento de esta nueva ronda de licencias de petróleo y gas en Noruega no es solo una apuesta por mantener el flujo de ingresos y empleos. Es una jugada estratégica que reafirma al país como actor indispensable en la seguridad energética europea y global.
En un entorno internacional marcado por la incertidumbre, la decisión noruega de reabrir zonas inexploradas se interpreta como una señal de resiliencia y visión de futuro. Si el objetivo es garantizar que la transición energética no signifique vulnerabilidad energética, este movimiento podría convertirse en un caso de referencia para otras naciones productoras.
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