La transformación tecnológica del sector energético no es opcional, sino urgente. La industria petrolera —responsable de aproximadamente el 15% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según la Agencia Internacional de Energía (AIE)— está apostando por tecnologías como la captura de carbono, el uso de hidrógeno azul y la digitalización para reducir su huella ambiental tanto en el upstream como en el downstream. Este cambio responde tanto a regulaciones más estrictas como a una mayor presión social y financiera por la sostenibilidad.
Captura de carbono: una herramienta clave para el downstream
La captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés) se ha consolidado como una de las principales tecnologías para mitigar emisiones en el proceso de refinación. Según el Global CCS Institute, hasta abril de 2025 existían más de 300 proyectos de captura de carbono en desarrollo, con una capacidad potencial superior a los 400 millones de toneladas anuales de CO₂.
Empresas como ExxonMobil y Chevron han invertido miles de millones en proyectos de CCS para sus operaciones de refinación. Por ejemplo, la planta de ExxonMobil en Baytown, Texas, está ampliando su capacidad de captura para almacenar más de 10 millones de toneladas de CO₂ al año hacia 2030.
En el contexto latinoamericano, Petrobras y Pemex exploran tecnologías CCS en complejos como Abreu e Lima y Tula, respectivamente. Aunque los avances han sido más lentos, los marcos regulatorios y el financiamiento climático podrían acelerar su adopción regional.
Hidrógeno azul: puente entre eficiencia energética y reducción de emisiones
Otra tecnología emergente es el hidrógeno azul, producido a partir del reformado de gas natural con captura de CO₂. Su uso en refinerías permite sustituir el hidrógeno gris —más contaminante— sin modificar radicalmente la infraestructura existente.
Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), alrededor del 40 % del hidrógeno producido a nivel mundial se utiliza en procesos de refinación, donde cumple un rol esencial en el tratamiento de combustibles y la eliminación de impurezas.
Aunque no se dispone de una cifra única sobre su participación exacta en el consumo energético total de una refinería, se reconoce su peso como insumo estratégico. La transición del hidrógeno gris —altamente emisor— al hidrógeno azul, producido mediante reformado de gas natural con captura de carbono, puede reducir hasta en un 70 % las emisiones generadas durante su producción.
Esta medida, si se implementa a gran escala, permitiría disminuir significativamente la huella de carbono de las operaciones de refinación, sin modificar sustancialmente la infraestructura instalada.
Proyectos pioneros como el de Shell en su refinería de Pernis (Países Bajos), que integrará una planta de hidrógeno azul con tecnología CCS, anticipan una expansión global. En América del Norte, Canadá lidera con la instalación de plantas híbridas para refinación y producción de hidrógeno de bajas emisiones, como el complejo de Alberta Carbon Grid.
En exploración y producción (upstream), el hidrógeno azul también empieza a aplicarse en sitios de perforación para alimentar generadores y maquinaria pesada, reduciendo así el consumo de diésel y las emisiones de metano fugitivo.
Digitalización en upstream y downstream: eficiencia con impacto ambiental
La digitalización ha dejado de ser solo una herramienta de eficiencia operativa para convertirse en un motor de descarbonización. La implementación de sensores IoT, gemelos digitales y análisis de datos en tiempo real permite detectar fugas, optimizar procesos térmicos y reducir el consumo energético.
Según análisis de McKinsey, la digitalización en el sector petrolero puede contribuir de manera significativa a la reducción de emisiones, especialmente al optimizar la eficiencia operativa y mejorar el monitoreo ambiental.
En el segmento upstream, se estima que una mejora del 10 % en eficiencia puede traducirse en una disminución de hasta el 4 % en la intensidad de emisiones, principalmente por la reducción de fugas de metano y quema de gas.
En el downstream, si bien no se cuantifica un porcentaje específico atribuible a la digitalización, se reconoce que tecnologías como el mantenimiento predictivo, los sistemas de control avanzados y el análisis de datos en tiempo real pueden mejorar el desempeño energético y reducir la huella de carbono de forma progresiva.
Empresas como Equinor, BP y Saudi Aramco lideran en la implementación de soluciones de inteligencia artificial para ajustar parámetros operativos y minimizar las emisiones en tiempo real. En México, la iniciativa del Centro de Control de Procesos Digitales de Pemex Exploración y Producción, lanzada en 2023, es un caso notable que permite supervisar remotamente 2,500 pozos activos.
Innovación energética con propósito: barreras, soluciones y próximos pasos
La adopción de estas tecnologías enfrenta retos importantes. El alto costo inicial, la necesidad de marcos regulatorios claros y la disponibilidad de infraestructura son obstáculos recurrentes. Sin embargo, los incentivos fiscales en Estados Unidos (como el crédito 45Q para CCS) y los fondos de transición energética en la Unión Europea están ayudando a superar estas barreras.
Además, alianzas público-privadas, como la Oil and Gas Climate Initiative (OGCI), promueven la colaboración tecnológica y la inversión conjunta. Esta plataforma, integrada por gigantes como TotalEnergies, BP y CNPC, ha destinado más de 1,000 millones de dólares al desarrollo de soluciones bajas en carbono desde 2017.
De cara a 2030, la clave estará en escalar estas tecnologías y regionalizar su implementación. Para América Latina, esto implica articular políticas públicas con criterios de transición justa, atracción de capital y capacitación técnica.
Acelerar la transición: responsabilidad compartida y acción inmediata
La industria petrolera aún representa un pilar energético y económico global, pero su legitimidad dependerá de su capacidad para evolucionar. Las nuevas tecnologías para reducir emisiones no solo son viables, sino necesarias. La captura de carbono, el hidrógeno azul y la digitalización deben dejar de ser proyectos piloto para convertirse en normas de operación.
El tiempo juega en contra, y cada barril refinado sin mitigar su impacto climático representa una oportunidad perdida. La transición energética no se logrará sin la transformación profunda del petróleo. Apostar por innovación, regulación inteligente y cooperación internacional es la única vía hacia una industria compatible con el futuro.
Te invito a leer: