Un desafío crítico en la transición energética global
El sector de la aviación representa aproximadamente el 2.5 % de las emisiones globales de CO₂, pero su impacto climático es significativamente mayor cuando se consideran otros efectos no CO₂ a gran altitud. En un mundo que avanza hacia la neutralidad de carbono, el desarrollo de combustibles de aviación sostenibles (SAF, por sus siglas en inglés) se ha consolidado como una de las estrategias más viables y urgentes para descarbonizar el transporte aéreo.
A diferencia de otros sectores, la aviación enfrenta limitaciones técnicas para electrificarse a corto plazo. Los SAF —una categoría que abarca mezclas derivadas de biomasa, residuos, hidrógeno y alcoholes como el etanol— ofrecen una solución de transición capaz de integrarse con la infraestructura existente, sin requerir una reconversión tecnológica radical de la flota mundial.
Qué son los combustibles de aviación sostenibles (SAF)
Los SAF son combustibles líquidos para la aviación desarrollados a partir de materias primas no fósiles. Estas pueden incluir aceites vegetales usados, residuos orgánicos, lignocelulosa, etanol, biodiésel, e incluso combustibles sintéticos elaborados a partir de hidrógeno verde y CO₂ capturado. El objetivo es lograr una reducción neta de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) respecto al queroseno convencional, manteniendo o mejorando la densidad energética necesaria para vuelos de largo alcance.
La Agencia Internacional de Energía (IEA) y la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) coinciden en que los SAF podrían representar hasta el 65% de las reducciones necesarias de CO₂ en el sector aéreo para alcanzar la neutralidad climática en 2050.
Composición y evolución de los SAF: etanol, biodiésel, hidrógeno
Mezclas con etanol y biodiésel
Una de las vías más estudiadas en el desarrollo de combustibles de aviación sostenibles (SAF) es la mezcla de biocombustibles como etanol o biodiésel con queroseno tradicional. El etanol puede transformarse en hidrocarburos mediante procesos catalíticos como el Alcohol-to-Jet (AtJ), ofreciendo un rendimiento razonable en términos de reducción de emisiones y compatibilidad técnica.
El biodiésel, por su parte, es una fuente inmediata y disponible, derivada de aceites usados o grasas animales. Aunque su uso directo en aeronaves es limitado, puede procesarse mediante hidrotratamiento (HEFA) para convertirse en un combustible compatible con turbinas de avión. Esta vía ya ha sido aprobada por ASTM International, el organismo que regula los estándares técnicos para la aviación.
Hidrógeno verde y combustibles sintéticos
El hidrógeno verde, producido mediante electrólisis a partir de energías renovables, también juega un rol central. Puede utilizarse como materia prima para producir combustibles sintéticos mediante el proceso Power-to-Liquid (PtL), en combinación con CO₂ capturado. Esta tecnología, aunque aún en fase de escalamiento, ofrece un potencial de descarbonización prácticamente total.
Empresas como Airbus, Rolls-Royce y ZeroAvia ya experimentan con diseños de aeronaves impulsadas directamente por hidrógeno, aunque los plazos para su implementación a gran escala se proyectan más allá de 2035. En contraste, los SAF permiten una adopción inmediata, al ser compatibles con la infraestructura existente.
Avances regulatorios y comerciales
La presión regulatoria está acelerando el desarrollo de combustibles de aviación sostenibles (SAF). En la Unión Europea, el reglamento ReFuelEU Aviation, aprobado en 2023, obliga a los aeropuertos a suministrar un porcentaje mínimo de SAF, comenzando con un 2% en 2025 y aumentando progresivamente hasta el 70% en 2050.
En Estados Unidos, el Sustainable Aviation Fuel Grand Challenge impulsado por el Departamento de Energía y la Administración Federal de Aviación (FAA) busca escalar la producción de SAF hasta 3 mil millones de galones en 2030. Aerolíneas como United, Delta y Lufthansa ya realizan vuelos con mezclas SAF, y acuerdos multimillonarios de compra están firmando su compromiso a largo plazo.
Retos pendientes: costos, escala y sostenibilidad
A pesar del impulso, el desarrollo de combustibles de aviación sostenibles (SAF) enfrenta obstáculos considerables. Su costo puede ser entre dos y cinco veces superior al del combustible fósil. La disponibilidad de materias primas sostenibles es limitada, y existe el riesgo de competir con alimentos o generar presiones sobre el uso del suelo si no se aplican criterios estrictos de sostenibilidad.
Otro desafío es la escalabilidad. Según el Energy Transitions Commission, se necesitarían más de 300 millones de toneladas de SAF al año para cubrir la demanda global en 2050, lo que requerirá inversiones masivas, innovación tecnológica y acuerdos globales de cooperación.
Volar más limpio: una transición que debe acelerar
El desarrollo de combustibles de aviación sostenibles (SAF) representa una de las pocas vías disponibles a corto y mediano plazo para reducir el impacto climático del transporte aéreo. Aunque aún enfrenta retos técnicos y económicos, su viabilidad tecnológica está comprobada, su adopción regulatoria en marcha y su relevancia climática indiscutible.
A medida que las emisiones del sector crecen y los compromisos climáticos se vuelven más exigentes, los SAF no son solo una alternativa: son una necesidad. Si los gobiernos, la industria y los consumidores actúan con visión y responsabilidad, será posible volar más lejos, pero también más limpio.
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