Gas natural licuado: la apuesta estratégica para la seguridad energética de México

El gas natural licuado (GNL) se ha convertido en un recurso imprescindible para la seguridad energética de México. Entre la dependencia del gas estadounidense y la necesidad de diversificar fuentes, el país enfrenta un momento decisivo que marcará su papel en el mercado global.

Hace 5 horas
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El gas, pieza clave de la matriz energética

En México, hablar de seguridad energética implica colocar al gas natural en el centro de la discusión. Actualmente, más del 60% de la generación eléctrica del país depende de este combustible, de acuerdo con datos de la Secretaría de Energía (SENER). Si bien se le considera una alternativa más limpia frente al carbón y al petróleo, su uso no está exento de retos ambientales y de dependencia.

La mayor parte del gas que consume México proviene de Estados Unidos, situación que lo coloca en una dependencia estructural. El gasoducto transfronterizo es vital para la estabilidad eléctrica, pero cualquier interrupción en el suministro o incremento abrupto de precios internacionales repercute de forma inmediata en la economía y en la seguridad energética del país.

Frente a este panorama, el gas natural licuado (GNL) se vuelve imprescindible. Su capacidad para almacenarse, transportarse a largas distancias y regasificarse lo convierte en un recurso flexible y estratégico que puede asegurar suministro incluso en coyunturas críticas.

México entre la importación y la exportación

Durante la última década, México ha dado pasos importantes para reposicionarse en el mercado internacional del gas. Terminales como la de Altamira, Tamaulipas, y proyectos en desarrollo en Baja California buscan transformar al país en un exportador de GNL, con capacidad para abastecer a mercados de Asia y Europa.

Este cambio implica una paradoja: mientras México depende de manera estructural del gas estadounidense por ductos, simultáneamente se perfila como un hub exportador gracias a su ubicación geográfica privilegiada. Con salida hacia el Atlántico y el Pacífico, el país tiene la oportunidad de convertirse en puente energético entre América del Norte, Asia y Europa.

La influencia de la geopolítica

El conflicto en Ucrania y las sanciones a Rusia desde 2022 redibujaron el mapa global del gas. Europa, tradicionalmente dependiente de Moscú, inició un proceso acelerado de diversificación de proveedores. En este nuevo escenario, el GNL ha ganado protagonismo como alternativa flexible, y México aparece como un actor emergente.

La cercanía con Estados Unidos, el mayor productor mundial de gas natural, brinda al país una ventaja competitiva. Con inversión en infraestructura —plantas de licuefacción, terminales portuarias y buques metaneros—, México podría consolidarse como socio estratégico de Europa y Asia en un contexto de creciente demanda.

La demanda mundial de GNL crecerá un 25% hacia 2030, impulsada por Europa y Asia-Pacífico. Este dato refuerza la importancia de que México aproveche su posición geográfica y los proyectos en curso.

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Retos para el país

El futuro del GNL en México presenta desafíos sustanciales. En primer lugar, la falta de una política energética coherente respecto a la diversificación de fuentes genera incertidumbre para inversionistas nacionales y extranjeros.

Además, comunidades locales en regiones costeras donde se construyen terminales han expresado preocupaciones ambientales y sociales relacionadas con el impacto en ecosistemas marinos y la seguridad de las operaciones. Estos conflictos deben atenderse con transparencia, consulta y responsabilidad socioambiental.

Otro desafío clave es encontrar un equilibrio entre seguridad energética y sostenibilidad. El GNL puede ser un recurso imprescindible para el corto y mediano plazo, pero no debe convertirse en un freno a la expansión de energías renovables como la solar, la eólica y la hidroeléctrica. En este sentido, la visión estratégica debería concebir al GNL como un combustible puente que permita estabilidad mientras avanza la transición hacia un modelo bajo en carbono.

El nearshoring como oportunidad

La ola de inversiones derivada del nearshoring también coloca al gas natural licuado en el centro del debate. Las empresas que relocalizan operaciones en México demandan energía confiable, competitiva y cada vez más limpia.

Si el país logra consolidar su doble papel como importador y exportador de GNL, podrá ofrecer esa seguridad a los nuevos polos industriales, especialmente en el norte y el centro, donde se concentran los corredores logísticos vinculados al Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC).

El nearshoring convierte al GNL en un recurso imprescindible para garantizar la competitividad y la atracción de capital extranjero, siempre y cuando se acompañe de inversiones en infraestructura energética y regulaciones claras que den confianza al sector privado.

Un recurso imprescindible en la transición energética

El gas natural licuado representa para México mucho más que un insumo energético: es una carta estratégica en el camino hacia una seguridad energética sólida. No constituye la solución definitiva ni la más limpia, pero sí es un recurso imprescindible para asegurar suministro en un país que depende en gran medida del gas importado.

El reto no consiste únicamente en aprovechar su potencial exportador, sino en utilizar el GNL como herramienta de transición ordenada hacia un modelo más diversificado y sostenible. México tiene la oportunidad de convertirse en un hub energético regional, pero ello requiere decisión política, inversiones robustas y una visión de largo plazo que combine seguridad, sostenibilidad y competitividad.

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