Un sistema energético aún anclado en los fósiles
En un contexto de transformación energética acelerada, los hidrocarburos —petróleo, gas natural y carbón— continúan siendo el pilar del sistema energético mundial en 2025. Pese al crecimiento sostenido de las energías renovables y el impulso político hacia la descarbonización, los datos más recientes de la International Energy Agency (IEA) y la U.S. Energy Information Administration (EIA) confirman que los combustibles fósiles siguen representando cerca del 77% del consumo energético mundial.
Según el informe World Energy Outlook 2024 de la IEA, el petróleo se mantiene como la fuente de energía individual más utilizada, con una demanda global proyectada de 102 millones de barriles diarios en 2025, impulsada principalmente por el transporte, la petroquímica y los mercados emergentes. Por su parte, la EIA en su International Energy Outlook 2024 prevé que el gas natural alcance los 4.4 billones de metros cúbicos, una cifra en ascenso debido a su papel como «combustible puente» en regiones que abandonan el carbón pero aún no consolidan fuentes renovables firmes.
Petróleo: persistente protagonismo pese a presiones climáticas
Aunque la narrativa política y mediática ha apostado por un descenso rápido del petróleo, los datos muestran una realidad más compleja. La IEA proyecta que en 2025, el petróleo representará el 29% del mix energético global, apenas por debajo del 30% en 2023. La demanda se mantiene robusta en Asia, especialmente en India y el sudeste asiático, donde el transporte terrestre y aéreo continúa creciendo.
Además, la ralentización del crecimiento económico en Europa y las tensiones geopolíticas en el Medio Oriente —incluyendo los conflictos en el estrecho de Ormuz— han creado incertidumbre en el mercado, elevando los precios del Brent por encima de los 85 dólares por barril en el segundo trimestre de 2025. Esto ha incentivado nuevas inversiones en exploración y producción, especialmente en África Occidental, Brasil y Guyana, que compensan parcialmente los recortes de la OPEP+.
Gas natural: entre transición y consolidación
El gas natural ha consolidado su papel estratégico en el equilibrio energético de corto y mediano plazo. De acuerdo con la EIA, el consumo mundial de gas en 2025 representa 24% del mix energético, con un crecimiento sostenido en Asia y África. China ha expandido agresivamente su infraestructura de gasoductos y terminales de gas natural licuado (GNL), mientras Europa continúa dependiendo del GNL estadounidense y de Catar tras el desmantelamiento de las importaciones rusas.
El informe Gas Market Report Q2 2025 de la IEA resalta una expansión de la capacidad de licuefacción de más de 70 mil millones de metros cúbicos anuales, con nuevos proyectos en EE.UU., Mozambique y Australia. No obstante, el gas enfrenta críticas por sus emisiones fugitivas de metano y por el retraso de algunos países en adoptar tecnologías de captura de carbono.
Carbón: declive estructural pero persistente en Asia
El carbón, aunque en retroceso global, aún mantiene presencia significativa, con un estimado del 24% del mix energético en 2025 según la IEA. Su uso se concentra en países como China, India, Indonesia y Sudáfrica, donde la demanda de electricidad supera el ritmo de instalación renovable. Si bien Europa ha cerrado más del 70% de sus centrales a carbón desde 2010, el mercado asiático compensa con creces estas reducciones.
India, por ejemplo, sigue ampliando su capacidad instalada con nuevas plantas de carbón ultra-supercrítico, debido a la presión para mantener la seguridad energética y los bajos costos. No obstante, el carbón ya no recibe respaldo financiero internacional, lo que sugiere que su papel será cada vez más marginal hacia 2030.
¿Declive o reconfiguración?
Las cifras de 2025 no reflejan aún una transición energética plena, sino una reconfiguración progresiva del sistema energético mundial. Los hidrocarburos en el mix energético siguen siendo dominantes, pero su peso específico comienza a erosionarse lentamente frente al avance de las tecnologías limpias. Las energías renovables, especialmente la solar y la eólica, representan el 12% del mix, y se espera que alcancen el 15% hacia 2027, según la IEA.
El verdadero cambio radica en el desacoplamiento entre crecimiento económico y consumo de combustibles fósiles, visible en economías desarrolladas donde la eficiencia energética, la electrificación del transporte y la digitalización reducen la intensidad energética. Sin embargo, la demanda de hidrocarburos se mantiene en regiones en desarrollo, donde el acceso a energía sigue siendo una prioridad básica.
Perspectivas para el corto plazo
De cara a 2026 y 2027, las instituciones coinciden en que el pico de demanda de petróleo podría alcanzarse antes de 2030, especialmente si se implementan de forma efectiva las políticas climáticas nacionales. El gas, en cambio, podría mantener crecimiento estable hasta mediados de la década, especialmente en mercados como África Subsahariana.
La clave para reducir el peso de los hidrocarburos en el mix energético no será solo tecnológica, sino también política y financiera. Requiere incentivos fiscales, marcos regulatorios sólidos y acceso equitativo a financiamiento climático. Mientras tanto, los actores del sector fósil están adaptando sus portafolios, diversificándose hacia hidrógeno, biocombustibles y captura de carbono.
¿Dominio en retirada o transición estructurada?
En 2025, los hidrocarburos en el mix energético aún detentan el control de la infraestructura global. Sin embargo, las cifras indican una inflexión: la era de crecimiento sin límites de los combustibles fósiles ha terminado. El mundo entra en una etapa de transición estructurada, donde petróleo y gas coexisten con energías limpias en un sistema energético híbrido. La evolución dependerá del liderazgo político, la innovación tecnológica y la capacidad de los países para reducir la brecha entre ambición y ejecución.
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