Panorama global 2025: Inversión en renovables vs. fósiles según la IEA marca un giro histórico hacia la energía limpia 

Según la Agencia Internacional de la Energía, la inversión en energías limpias duplicará a la de fósiles en 2025, reflejando un cambio sin precedentes en la economía global de la energía.

JUNIO 10 , 2025
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El punto de inflexión de la transición energética 

2025 será un año clave para el futuro energético del planeta. La inversión en renovables vs. fósiles según la IEA (Agencia Internacional de la Energía) revela un dato contundente: el gasto global en tecnologías limpias alcanzará los 2.2 billones de dólares, el doble que los 1.1 billones destinados a fuentes fósiles. Por primera vez en la historia energética contemporánea, las energías renovables no solo ganan terreno, sino que consolidan una ventaja estructural frente al petróleo, el gas y el carbón. 

Esta tendencia, que se inscribe en un contexto de urgencia climática, geopolítica energética y transformación tecnológica, plantea preguntas clave: ¿Estamos ante un verdadero punto de no retorno hacia una matriz limpia? ¿Cómo se está redistribuyendo el capital energético en el mundo? ¿Qué implicaciones económicas, políticas y sociales tiene esta bifurcación? 

Un nuevo orden de capital: la energía limpia lidera 

El World Energy Investment Report 2024 de la IEA, una fuente de referencia global en política energética, destaca que más del 70% del aumento neto de capacidad de generación en 2025 provendrá de fuentes renovables, lideradas por solar fotovoltaica y eólica. China, Estados Unidos y la Unión Europea figuran entre los principales impulsores, aunque economías emergentes como India y Brasil también muestran avances significativos. 

Las cifras no son simbólicas. Representan un realineamiento del capital mundial, donde los fondos públicos, privados e institucionales priorizan tecnologías bajas en carbono, como energías renovables, redes inteligentes, baterías de almacenamiento, hidrógeno verde y soluciones digitales para eficiencia energética. 

La inversión en renovables vs. fósiles según la IEA pone de manifiesto que el mercado ya no responde solo a señales políticas o regulatorias. El atractivo económico de las energías limpias, ahora más baratas en más del 90% del planeta que las nuevas plantas fósiles, se ha vuelto dominante. 

Los fósiles no desaparecen, pero pierden protagonismo 

Pese al avance de las tecnologías limpias, la inversión en combustibles fósiles aún representa un volumen considerable. Los 1.1 billones de dólares previstos para 2025 se destinan principalmente a petróleo y gas, con grandes proyectos en Medio Oriente, Estados Unidos y África Occidental. El carbón, aunque en descenso en muchos mercados, aún mantiene una presencia residual importante en Asia, especialmente en China e India. 

La paradoja es evidente: aunque la inversión en fósiles disminuye en términos relativos, sigue siendo elevada en regiones donde la demanda energética crece o donde las infraestructuras renovables aún no logran consolidarse. Esto plantea un riesgo de desalineación con los objetivos climáticos del Acuerdo de París, que exigen una reducción drástica en el uso de combustibles fósiles para limitar el calentamiento global a 1.5 °C. 

La IEA advierte que, de mantenerse el ritmo actual de inversión en petróleo y gas, el mundo podría comprometer los logros alcanzados en mitigación climática, a menos que los proyectos incluyan planes robustos de descarbonización y captura de carbono. 

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Geopolítica de la energía en transición 

El nuevo panorama de inversión en renovables vs. fósiles según la IEA también reconfigura la geopolítica energética. Mientras las potencias tradicionales en petróleo —como Arabia Saudita, Rusia o Estados Unidos— enfrentan presiones para diversificar su matriz, países con altos recursos solares, eólicos o minerales críticos emergen como actores estratégicos en la transición. 

Latinoamérica, por ejemplo, se perfila como proveedor clave de litio, cobre y energías renovables, mientras que África podría convertirse en un centro global de hidrógeno verde si se habilitan las infraestructuras necesarias. Al mismo tiempo, la concentración de capacidades de fabricación solar y baterías en Asia, particularmente en China, plantea desafíos de soberanía tecnológica para otras regiones. 

Este reordenamiento no solo tiene implicaciones energéticas, sino que también impacta en las finanzas globales, las cadenas de suministro, la seguridad energética y las políticas industriales del siglo XXI. 

¿Suficiente para alcanzar los objetivos climáticos?

Aunque la IEA celebra el aumento de la inversión limpia, también advierte que no es suficiente para cumplir los compromisos climáticos globales. Para mantener la trayectoria del escenario de cero emisiones netas a 2050 (Net Zero Scenario), el mundo debería estar invirtiendo al menos 4 billones de dólares anuales en tecnologías limpias para 2030. 

La diferencia actual entre lo invertido y lo necesario representa una «brecha de ambición» que solo podrá cerrarse mediante políticas públicas más robustas, eliminación de subsidios a los combustibles fósiles, mecanismos de financiación innovadores y cooperación internacional. En este contexto, el papel de los bancos multilaterales de desarrollo, los fondos soberanos y los marcos de regulación financiera verde se vuelve esencial. 

El capital habla: un giro irreversible, pero no uniforme 

La inversión en renovables vs. fósiles según la IEA no solo refleja una preferencia tecnológica: es una declaración sobre el futuro. Los mercados están emitiendo señales claras sobre cuál es la dirección de la economía energética global. Sin embargo, este giro no es uniforme ni garantizado. Existen disparidades regionales, brechas de acceso financiero y tensiones políticas que podrían ralentizar o distorsionar el proceso. 

El desafío para los próximos años será no solo incrementar la inversión en renovables, sino garantizar que esa inversión sea inclusiva, justa y verdaderamente transformadora. Porque el capital está cambiando de manos, pero el mundo aún necesita decidir cómo usarlo con responsabilidad. 

La historia energética de 2025 será recordada como el año en que la energía limpia superó, por fin, en inversión a los fósiles. Lo que viene ahora es demostrar que esa inversión puede traducirse en una transición que sea no solo técnica, sino también ecológica y socialmente justa. 

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