Red de huachicoleros en Guanajuato: ¿hasta dónde llega el crimen energético?

La operación en Guanajuato refleja el alcance y sofisticación de las redes de huachicol, revelando la urgencia de una respuesta integral que trascienda lo policiaco.

Hace 12 horas
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La reciente operación federal en Guanajuato que permitió el aseguramiento de 39 mil litros de combustible robado vuelve a poner sobre la mesa la magnitud del huachicol en México. No se trató de una sola pipa en tránsito ni de un acto aislado. Lo hallado fue un entramado que incluía predios, gasolineras, pipas adaptadas y hasta autotanques clonados, lo que confirma lo que muchos analistas temen: el robo de hidrocarburos no es un fenómeno marginal, sino una red criminal compleja, con tentáculos en múltiples niveles del mercado energético.

Una operación con impacto nacional

El operativo fue coordinado por la Guardia Nacional, el Ejército Mexicano y autoridades estatales, y tuvo lugar en diversos puntos de Guanajuato, una entidad que, pese a no ser petrolera, se ha consolidado como corredor logístico clave para la distribución ilícita de combustible. De acuerdo con el reporte oficial, fueron aseguradas 20 unidades vehiculares, incluidas pipas con alteraciones mecánicas y sistemas de succión, así como un par de predios utilizados como centros de acopio.

Entre lo decomisado se hallaron incluso gasolineras ligadas presuntamente a la red de huachicoleros, lo que lleva a preguntarse: ¿cómo es posible que estaciones autorizadas por la CRE operen con combustible ilegal? La respuesta, aunque incómoda, es clara: el huachicol ha permeado hasta los canales de distribución legal, poniendo en jaque tanto al Estado como al mercado formal de hidrocarburos.

Guanajuato: un epicentro inesperado

Si bien entidades como Puebla, Hidalgo o Veracruz han sido históricamente señaladas como focos rojos del huachicol, Guanajuato ha escalado posiciones rápidamente. Su ubicación estratégica, con acceso a corredores industriales, carreteras clave y ductos de PEMEX, lo convierte en un punto ideal para el tráfico de combustible robado.

Además, la convergencia entre crimen organizado, redes logísticas y corrupción local crea un entorno fértil para estas actividades. Las bandas que antes se dedicaban al robo de autotransportes o extorsión, hoy están diversificadas: combustible, metanfetaminas, armas y hasta insumos agrícolas forman parte del portafolio delictivo. Y el huachicol ofrece algo que pocos negocios criminales aseguran: altos márgenes de ganancia con bajo riesgo penal, gracias a vacíos legales y complicidad institucional.

El combustible ilegal: una amenaza energética estructural

Más allá del impacto económico, que según estimaciones de PEMEX superó los 11 mil millones de pesos anuales en pérdidas por robo de combustible, el huachicol erosiona las bases de seguridad energética nacional. No se trata sólo de un problema criminal: es una distorsión estructural del mercado energético, que afecta precios, confianza del consumidor y competitividad.

La operación en Guanajuato es reflejo de una industria paralela que pone en riesgo a millones de personas. El almacenamiento clandestino de gasolina o diésel, muchas veces en zonas urbanas sin condiciones de seguridad, expone a comunidades enteras a incendios, explosiones o contaminación ambiental. Además, el uso de autotanques adulterados y estaciones clandestinas puede dañar seriamente los motores y sistemas de vehículos, sin que los consumidores tengan forma de saberlo.

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¿Qué sigue tras el decomiso?

El éxito del operativo, si bien significativo, no garantiza un golpe definitivo a la red. En anteriores casos, estructuras similares han sido reemplazadas o reactivadas en cuestión de semanas. La razón es que el combate al huachicol sigue anclado en una visión punitiva, sin una estrategia nacional de inteligencia financiera, regulación eficiente y fortalecimiento institucional.

Para enfrentar a estas redes se requiere más que presencia militar. Es indispensable reforzar las capacidades de fiscalización de la CRE y la ASEA, blindar los permisos de comercialización y transporte, y auditar en tiempo real las operaciones de estaciones de servicio sospechosas. También es urgente cerrar los vacíos legales que permiten operar a intermediarios poco regulados que facilitan la entrada del combustible ilegal al mercado formal.

Una tarea pendiente de Estado

México lleva al menos dos sexenios declarando la guerra al huachicol. Se han implementado operativos, clausuras y campañas, pero el fenómeno persiste y muta. Mientras no se ataque la red completa —desde las fugas en ductos hasta las gasolineras compradoras—, el negocio seguirá siendo rentable.

La operación en Guanajuato no debe verse como un logro aislado, sino como una ventana para rediseñar la política pública frente al robo de hidrocarburos. La creación de una fiscalía especializada, la inversión en inteligencia tecnológica (como sensores en ductos y trazabilidad de origen) y la depuración de instituciones regulatorias, deben formar parte del nuevo enfoque.

Recuperar el control energético

El caso de Guanajuato es una señal de advertencia. Mientras las redes de huachicol sigan infiltrando el mercado legal, México corre el riesgo de perder soberanía energética real, más allá del discurso. No se trata sólo de asegurar litros robados, sino de recuperar la integridad de un sistema que sostiene el transporte, la industria y la seguridad nacional.

La urgencia no está sólo en detener pipas clandestinas, sino en garantizar que cada gota de combustible que circula en el país provenga de fuentes legítimas, reguladas y seguras. Ese es el verdadero desafío. Y hasta ahora, sigue sin resolverse.

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