La transición energética y energías renovables ya no es un debate futurista. Es una carrera global en la que los países compiten por reducir emisiones, ganar independencia energética y desarrollar industrias más limpias. México no es ajeno a este proceso, aunque su ritmo avanza entre avances tecnológicos y frenos regulatorios. Este artículo explica en qué punto estamos, cuáles son los desafíos clave y qué soluciones reales se están aplicando en el mundo para sostener un sistema eléctrico confiable.
Un cambio global en marcha: inversión, almacenamiento y electrificación
El crecimiento de las energías renovables rompe récords año con año. Según el Rocky Mountain Institute (RMI), más del 80 % de la nueva capacidad de generación instalada en 2024 proviene de fuentes solares y eólicas. China, Estados Unidos y Europa lideran el despliegue, pero América Latina también acelera gracias a su abundancia de recursos naturales y costos competitivos.
A diferencia de hace una década, la transición energética y energías renovables ya no depende solo de paneles y aerogeneradores. El salto tecnológico ocurre ahora en el almacenamiento con baterías, que permite compensar la producción cuando el viento o el sol no están disponibles. Países como Australia, Alemania y Estados Unidos integran sistemas híbridos que combinan generación renovable, baterías y respaldo térmico flexible.
Otro pilar clave es la electrificación del transporte. La Agencia Internacional de Energía (IEA) estima que uno de cada cinco vehículos vendidos en el mundo en 2025 será eléctrico. En Noruega y China algunas ciudades ya prohíben taxis o autobuses de combustión. México avanza con más lentitud, pero marcas como BYD y Tesla empiezan a dinamizar el mercado corporativo y logístico.
El “hueco de intermitencia”: el talón de Aquiles de la transición
El entusiasmo tecnológico no debe ocultar un problema central: la intermitencia. Cuando miles de megawatts solares dejan de producir al atardecer, el sistema eléctrico debe responder en segundos para evitar apagones. Ese salto repentino es conocido como el valle o hueco de intermitencia, y afecta tanto a sistemas nacionales como a mercados locales o industriales.
Para cubrirlo existen tres estrategias principales:
- Baterías de gran escala: permiten descargar energía acumulada en horas pico. Tesla y Fluence operan proyectos de este tipo en California y Australia.
- Centrales de respaldo flexible (como turbinas de gas de arranque rápido): no eliminan emisiones, pero garantizan estabilidad mientras los sistemas renovables maduran.
- Interconexión regional: si en un estado no hay viento, otro puede compensar la demanda si la red lo permite. Europa ha convertido esta práctica en política estructural.
En México, el hueco de intermitencia es visible principalmente en el norte del país, donde hay gran concentración eólica y fotovoltaica conectada a redes limitadas. Sin inversiones en líneas de transmisión y almacenamiento, la expansión renovable corre el riesgo de saturarse antes de despegar.
Regulación y costos: el verdadero campo de batalla
La transición energética y energías renovables no se define solo por la tecnología, sino por las reglas del juego. Hoy, el marco regulatorio mexicano enfrenta críticas por incertidumbre, retraso en permisos y falta de reparto claro de responsabilidades entre generadores privados y el operador del sistema.
Mientras tanto, países como Chile, España y Estados Unidos han creado mercados de capacidad y almacenamiento, donde los servicios de respaldo reciben un precio justo por garantizar estabilidad. Sin estos incentivos, las empresas dudan en invertir en sistemas híbridos o proyectos de baterías, incluso si la tecnología ya es viable.
En cuanto a costos, la energía solar es hoy la opción más barata en más de 60 países, según Lazard Levelized Cost of Energy. Sin embargo, integrar grandes volúmenes de renovables puede elevar costos si no existe planeación adecuada en infraestructura, flexibilidad de red y gestión digital del consumo.
Acelerar con responsabilidad: ¿cómo avanzar sin comprometer la seguridad energética?
La transición energética y energías renovables no debe caer en extremos. Frenarla por miedo al cambio sería un error histórico, pero ejecutarla sin equilibrio puede generar rechazo social o apagones que desacrediten el modelo.
México tiene una ventaja estratégica: recursos solares entre los mejores del mundo, corredores eólicos ya consolidados y una creciente capacidad industrial para fabricar componentes. Pero carece de una hoja de ruta pública que defina con claridad cómo integrar almacenamiento, cómo abrir espacio regulatorio para nuevos actores y cómo incentivar la electrificación en transporte pesado e industrial.
El mensaje es claro: la transición energética no será exitosa solo por tecnologías baratas, sino por reglas inteligentes. El futuro energético no debe elegirse entre fósiles o renovables, sino entre improvisación o planificación.
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