Petróleo y cambio climático: ¿Reacción real o estrategia de contención? - Petróleo y Energía

Petróleo y cambio climático: ¿Reacción real o estrategia de contención?

Ante el recrudecimiento de la crisis climática y las presiones regulatorias y sociales, las grandes petroleras están modificando su narrativa y estrategias. ¿Estamos presenciando un giro estructural o un ajuste cosmético? Un análisis actualizado de las medidas corporativas, tensiones geopolíticas y cambios en el mercado global del crudo.

JUNIO 03 , 2025
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Cambio climático. Depositphotos
Cambio climático. Depositphotos

La industria petrolera global se encuentra en 2025 en una encrucijada histórica. Mientras los efectos del cambio climático se intensifican y las temperaturas globales alcanzan niveles récord por segundo año consecutivo, las grandes empresas de hidrocarburos enfrentan presiones sin precedentes por parte de inversionistas, reguladores y ciudadanía para descarbonizar sus operaciones. Pero ¿hasta qué punto estas compañías están respondiendo con acciones transformadoras y no solo con discursos?

Con la COP29 a celebrarse este noviembre en Berlín, los ojos están puestos sobre los compromisos del sector energético. Según el último informe de seguimiento de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) publicado en mayo de 2025, las emisiones de CO₂ del sector petróleo y gas aumentaron un 1.2% respecto al año anterior, pese a los compromisos de neutralidad de carbono anunciados por múltiples empresas del sector.

La estrategia ESG: del papel a la acción (o inacción)

Las grandes petroleras —ExxonMobil, Chevron, BP, Shell, Saudi Aramco y TotalEnergies— han reforzado sus políticas de sostenibilidad bajo marcos ESG (Environmental, Social and Governance). Pero las diferencias entre discurso y acción siguen siendo motivo de escrutinio.

BP y Shell han recortado recientemente sus objetivos de reducción de producción de petróleo para 2030, alegando «realismo energético» ante la creciente demanda global, especialmente en economías emergentes. Mientras tanto, ExxonMobil invierte miles de millones en proyectos de captura de carbono, pero sigue expandiendo su producción en la Cuenca Pérmica. En contraste, TotalEnergies mantiene una de las hojas de ruta más agresivas hacia las energías renovables, aunque su negocio fósil continúa siendo su mayor fuente de ingresos.

Un análisis de BloombergNEF de abril de 2025 muestra que, en promedio, menos del 5% del gasto total de capital (CapEx) de las grandes petroleras se destina a tecnologías limpias. Esto pone en duda la profundidad del compromiso real con la transición energética.

Innovación, regulación y litigios: motores externos del cambio

En lugar de esperar iniciativas voluntarias, los gobiernos están endureciendo regulaciones. La Unión Europea ha comenzado a aplicar el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM) en 2025, penalizando importaciones con altas emisiones, incluidas ciertas formas de petróleo y derivados. En Estados Unidos, la EPA implementó nuevas regulaciones sobre emisiones de metano en abril, afectando directamente a productoras como ConocoPhillips y Pioneer Natural Resources.

Además, los litigios climáticos se han multiplicado. Más de 40 demandas están activas contra grandes petroleras en Estados Unidos, Europa y América Latina, acusándolas de tergiversar información sobre sus impactos ambientales durante décadas. El caso de mayor perfil, presentado en California contra ExxonMobil, avanza hacia juicio en septiembre.

Por otro lado, las nuevas tecnologías están empezando a alterar el paisaje energético. La electrificación del transporte avanza con rapidez: en mayo de 2025, los vehículos eléctricos representaron el 28% de las ventas globales, y el hidrógeno verde gana tracción en sectores industriales pesados, donde el petróleo había sido dominante.

América Latina: entre contradicciones y oportunidades

En la región latinoamericana, la situación refleja tensiones similares. México, Brasil y Argentina continúan apostando por la exploración y exportación de hidrocarburos como motores económicos, mientras enfrentan presiones de la sociedad civil y compromisos climáticos.

Petrobras anunció en abril un nuevo plan quinquenal que contempla inversiones en captura de carbono, pero también una expansión en aguas profundas. Por su parte, PEMEX sigue siendo una de las empresas más contaminantes del hemisferio, sin una hoja de ruta clara hacia la sostenibilidad, aunque el nuevo gobierno mexicano, electo en junio de 2024, ha prometido mayor escrutinio ambiental a partir del segundo semestre de este año.

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La presión viene desde el capital

Un cambio notable en 2025 es el papel de los grandes fondos de inversión. BlackRock, Vanguard y State Street —tres de los mayores accionistas institucionales del mundo— están incrementando su presión para que las petroleras midan y reduzcan su huella de carbono.

Los informes ESG ya no son suficientes. En la última temporada de asambleas de accionistas, varios consejos directivos enfrentaron votaciones divididas por propuestas climáticas. La presión reputacional, junto con la necesidad de asegurar financiamiento a largo plazo, está empujando a muchas empresas a considerar alianzas con el sector de energías limpias, o incluso a escindir sus divisiones fósiles en nuevas estructuras corporativas.

¿Un futuro sin petróleo? Todavía no, pero la transición ya no es optativa

Aunque el petróleo sigue siendo indispensable para la matriz energética global, el modelo tradicional de extracción y consumo está bajo presión. La IEA reafirmó en mayo que, para cumplir con el Acuerdo de París, la inversión en nuevos yacimientos petroleros debería detenerse de forma inmediata, una afirmación que ha generado fuerte resistencia del sector.

Sin embargo, el peso de la evidencia y las consecuencias del cambio climático ya no permiten postergar decisiones. Las empresas petroleras no solo deben reducir emisiones: deben redefinir su modelo de negocio para un mundo que inevitablemente girará hacia fuentes limpias.

Más allá del greenwashing: redefinir el contrato social

La pregunta clave para 2025 no es si las empresas petroleras cambiarán, sino si lo harán a la velocidad y escala necesarias. Los consumidores, los gobiernos y los mercados están cada vez menos dispuestos a aceptar compromisos vagos o medidas simbólicas. El nuevo contrato social entre estas empresas y la sociedad exige transparencia, ambición climática real y una reconversión energética que no deje a las comunidades atrás.

En este contexto, el petróleo no desaparece, pero su hegemonía se erosiona. Y las empresas que entiendan esto no como amenaza, sino como oportunidad, serán las que lideren en el nuevo escenario energético global.

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