El petróleo en un mundo que exige descarbonización
Durante años, la frase “petróleo y transición energética” sugería una contradicción. Sin embargo, desde 2015, grandes compañías petroleras comenzaron a transformar sus modelos. Shell, TotalEnergies, Repsol, Equinor y BP han incluido proyectos de energía renovable, gas natural e hidrógeno en sus estrategias.
El cambio responde a más que presión ambiental. También refleja la necesidad de asegurar ingresos sostenibles en mercados cambiantes. Los inversionistas exigen transparencia climática, y los consumidores valoran la energía limpia. Algunas empresas incluso han cambiado su identidad. TotalEnergies dejó de ser una petrolera para convertirse en una “compañía multi-energética”.
Gas natural: puente entre el crudo y las energías limpias
El gas natural cumple un papel central en esta transición. Se considera un combustible más limpio que el carbón y una solución para cubrir intermitencias en fuentes renovables.
Shell ha ampliado su presencia en el mercado global de gas natural licuado (GNL). BP impulsa redes de distribución en Asia. En América Latina, Petrobras y Ecopetrol combinan gas natural con energía solar para electrificar industrias y comunidades.
No todos celebran esta estrategia. Activistas climáticos alertan que el gas podría retrasar la descarbonización si se vuelve permanente. Para que funcione como “puente”, su uso debe estar limitado en el tiempo y acompañado de una transición clara hacia tecnologías sin emisiones.
Las petroleras y las renovables: una apuesta que crece
Aunque las inversiones en renovables de las petroleras aún son pequeñas en términos absolutos, su crecimiento ha sido notable. Según la Agencia Internacional de Energía, entre 2020 y 2024 las compañías europeas del sector aumentaron más de 60% su inversión en energía limpia.
Equinor ya opera parques eólicos marinos en el mar del Norte. TotalEnergies ha desarrollado proyectos solares en América Latina, África y Asia. Repsol tomó como referencia a Iberdrola para estructurar su negocio renovable.
Las petroleras buscan nuevos ingresos ante la posible caída en la demanda global de crudo antes de 2030. Por eso, diversificar se ha vuelto más que una estrategia ambiental: es una cuestión de supervivencia económica.
¿Convergencia energética o competencia?
El futuro energético apunta a una convergencia de modelos. Las petroleras tradicionales no desaparecerán, pero sí deberán transformarse en empresas energéticas integradas. Esto implica nuevos retos financieros, tecnológicos y sociales.
La velocidad de esa transformación varía según la región. Europa y América del Norte avanzan rápido gracias a políticas de incentivo. En cambio, países del Golfo o África Occidental, cuya economía depende del petróleo, enfrentan más obstáculos para diversificar.
Existe además el riesgo del greenwashing. Para que el cambio sea real, las petroleras deben demostrar que sus inversiones verdes generan impacto y no son solo campañas de imagen.
De adversarios a actores clave de la transición
Petróleo y transición energética ya no son fuerzas opuestas. Las empresas del sector están adaptando sus modelos para formar parte del nuevo sistema energético. Gas natural y renovables ya no son ajenos a sus operaciones, sino ejes clave de su estrategia.
El desafío es profundo. No basta con integrar nuevas tecnologías: es necesario transformar el negocio desde su raíz. Si lo logran con compromiso real, podrán pasar de ser parte del problema a convertirse en aliados estratégicos para un futuro bajo en emisiones.
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