Producción de Pemex cae 11.3%: un nuevo golpe a la soberanía energética de México

La producción de crudo de Pemex cayó a su nivel más bajo en décadas, evidenciando el deterioro estructural de sus campos maduros y la ausencia de inversión efectiva en exploración. Este declive reabre el debate sobre el futuro energético de México.

Hace 22 horas
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Pemex enfrenta su peor retroceso productivo en años

La estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) reportó una disminución del 11.3% en su producción interanual de crudo, alcanzando apenas 1.5 millones de barriles diarios (bpd) en mayo de 2025, su nivel más bajo desde inicios de los años noventa. Este descenso refleja no solo la madurez de sus principales campos petroleros, como el complejo Ku-Maloob-Zaap, sino también una preocupante falta de inversión en nuevas áreas de exploración y desarrollo.

Campos envejecidos y limitada exploración: las causas del declive

El complejo Ku-Maloob-Zaap, durante años la joya productiva de Pemex, hoy enfrenta una caída natural de presión y un agotamiento acelerado de sus reservas. Estos yacimientos, ubicados en aguas someras del Golfo de México, aportaban hasta el 40% de la producción nacional en su apogeo. Hoy, sin inversiones suficientes en recuperación secundaria o en nuevos descubrimientos, se han convertido en símbolo del agotamiento del modelo extractivo tradicional.

En paralelo, la exploración petrolera no ha logrado compensar esta pérdida. Según datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), los descubrimientos de nuevas reservas han sido marginales en los últimos cinco años. A pesar de los anuncios recurrentes de hallazgos, la conversión en producción comercial ha sido mínima, debido a barreras técnicas, financieras y regulatorias.

Un modelo financiero al borde del colapso

El otro gran obstáculo que enfrenta Pemex es su estructura de deuda, que en 2025 ya bordea los 100 mil millones de dólares. Este endeudamiento ha obligado al gobierno federal a destinar 136 mil millones de pesos este año para cubrir pagos y amortizaciones, en un esfuerzo por evitar un deterioro mayor de la calificación crediticia soberana.

La situación compromete gravemente las finanzas públicas. En un entorno de crecimiento económico moderado, gasto social elevado y presión inflacionaria, los recursos destinados a sostener a Pemex limitan otras áreas prioritarias, como salud, infraestructura y educación. Según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), el modelo de subsidio fiscal permanente a Pemex es «insostenible» y erosiona la capacidad del Estado para planificar a largo plazo.

Riesgos para la seguridad energética y la balanza comercial

La producción de Pemex, además de ser un indicador operativo, tiene profundas implicaciones geoestratégicas. La caída productiva obliga al país a importar crecientes volúmenes de combustibles procesados, especialmente gasolinas y diésel, lo que deteriora la balanza comercial energética. En abril de 2025, México importó más de 400 mil barriles diarios de productos refinados, según cifras de la Secretaría de Energía (Sener), lo que equivale a más del 50% del consumo nacional.

Este fenómeno pone en duda la viabilidad del discurso oficial sobre «autosuficiencia energética», uno de los pilares de la narrativa política de la actual administración. Si Pemex no puede producir suficiente crudo ni procesarlo en sus refinerías —que operan con una eficiencia promedio inferior al 50%—, la dependencia externa se convierte en una vulnerabilidad estructural.

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La falta de reforma estructural mantiene el estancamiento 

Desde el inicio del sexenio, Pemex ha sido objeto de políticas de apoyo financiero y discursos nacionalistas, pero no ha existido una reforma estructural integral que aborde sus problemas de fondo. A diferencia de otras petroleras estatales —como Ecopetrol en Colombia o Petrobras en Brasil—, Pemex no ha logrado modernizar su gobernanza, establecer alianzas estratégicas con privados, ni diversificar su modelo de negocio.

La negativa a participar activamente en esquemas de colaboración, como los contratos de utilidad compartida o licencias con operadores externos, ha aislado a Pemex en un momento en que la exploración no convencional, la descarbonización global y la transición energética exigen innovación y capital intensivo.

Expertos del sector, como Miriam Grunstein, han advertido que Pemex “no puede continuar como una empresa monolítica, centralizada y vertical” sin comprometer su viabilidad en un entorno energético global altamente competitivo y regulado.

¿Hacia una nueva política energética?

La caída en la producción de Pemex en 2025 reabre una discusión impostergable: ¿puede el modelo actual de empresa estatal dominante sostener el futuro energético de México? La evidencia sugiere que no. La falta de resultados, el agotamiento de campos clave y la carga fiscal creciente obligan a repensar el papel de Pemex, no como símbolo nacionalista, sino como actor técnico en un ecosistema energético moderno y diversificado.

Una alternativa viable requiere abrir nuevamente el debate sobre inversión privada, regulación transparente, transición energética y planeación intersectorial. México tiene potencial en energías renovables, hidrocarburos no convencionales y tecnologías de eficiencia energética, pero carece de una visión estratégica de largo plazo que integre todas estas dimensiones.

Urge liderazgo técnico, no político

Más allá del discurso, lo que Pemex necesita es liderazgo profesional, rendición de cuentas y autonomía técnica. Solo así podrá transformar su perfil productivo, recuperar eficiencia y asegurar que su participación en el mercado no dependa exclusivamente de transferencias fiscales.

En este contexto, el gobierno mexicano debe decidir si Pemex será un catalizador de desarrollo o un pasivo permanente para las finanzas del Estado. La reciente caída productiva no es un hecho aislado, sino una señal clara de un modelo que llegó a sus límites.

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