Repsol, BP y Shell: modelos híbridos entre petróleo y energías limpias hacia 2030

Las grandes petroleras europeas han iniciado un giro estratégico hacia la transición energética. Este análisis compara cómo Repsol, BP y Shell combinan hidrocarburos y energías limpias para sobrevivir y liderar hacia 2030.

Hace 4 horas
COMPARTIR
Depositphotos
Depositphotos

El giro estratégico de las grandes petroleras: petróleo y energías limpias como binomio imprescindible

Repsol, BP y Shell, tres gigantes del sector energético global, enfrentan un dilema estratégico central: cómo mantener la rentabilidad del petróleo mientras avanzan hacia un modelo energético sostenible. Esta transición híbrida entre hidrocarburos y fuentes renovables no solo es una exigencia climática, sino una condición de supervivencia empresarial. En este contexto, su enfoque hacia 2030 ofrece pistas críticas sobre el rumbo del sector.

Repsol: pionera en ambición climática con enfoque iberoamericano

Desde 2019, Repsol fue la primera gran petrolera en declarar públicamente su meta de cero emisiones netas en 2050. Esta decisión marcó un punto de inflexión en la industria. Para 2025, el grupo español ya ha invertido más de 6.000 millones de euros en proyectos de energías renovables, principalmente solar y eólica, y ha consolidado su presencia en mercados clave como Chile y Estados Unidos.

Repsol ha optado por una estrategia integral, que combina biocombustibles, hidrógeno renovable, captura de carbono (CCUS) y expansión de su portafolio eléctrico, incluyendo generación y comercialización. A diferencia de sus competidoras, mantiene una fuerte orientación hacia el mercado hispanoamericano, donde ha establecido alianzas para proyectos de hidrógeno verde en Perú y movilidad eléctrica en México.

Además, la compañía ha reducido su producción de petróleo en regiones de alto costo y riesgo, manteniéndose competitiva en activos con menor huella de carbono. Este reequilibrio evidencia un modelo híbrido, pero decidido, con inversiones que ya representan un 40% del CAPEX total en energía baja en carbono, según su reporte de sostenibilidad 2024.

BP: entre el petróleo rentable y la presión de sus accionistas

BP (British Petroleum) ha transitado una ruta más ambivalente. Tras comprometerse en 2020 a reducir un 40% de su producción de petróleo para 2030, la compañía enfrentó resistencia interna y caída en sus resultados. Esto llevó a una moderación de sus metas climáticas en 2023, cuando su CEO anunció que reducirían solo un 25% de su producción para 2030, argumentando la necesidad de mantener el suministro energético global.

Pese a este retroceso parcial, BP ha destinado más de 12.000 millones de dólares en tecnologías limpias entre 2021 y 2025, y ha apostado fuertemente por la electrificación del transporte, con la adquisición de la red de carga rápida BP Pulse y su expansión a mercados europeos y asiáticos.

Su estrategia híbrida incluye alianzas estratégicas con gigantes como Ørsted para el desarrollo de hidrógeno verde en Alemania, así como inversiones en biogás y parques eólicos offshore en el Mar del Norte. Sin embargo, aún más del 85% de sus ingresos provienen del petróleo y gas, lo que evidencia una transición más lenta respecto a Repsol.

Shell: liderazgo tecnológico con visión global, pero controversia social

Shell, la mayor de las tres en términos de capitalización y volumen de operaciones, ha desarrollado un enfoque híbrido con fuerte inversión en tecnologías de captura de carbono y biocombustibles avanzados. Su modelo se basa en la noción de «balance energético»: mantener la producción fósil mientras compensa emisiones con soluciones tecnológicas.

Depositphotos
Depositphotos

En 2025, Shell ha destinado más de 10.000 millones de dólares anuales en energías limpias, y lidera proyectos como el NortH2, una de las mayores iniciativas de hidrógeno verde en Europa. También ha invertido en movilidad eléctrica, con más de 50.000 puntos de carga instalados globalmente, y mantiene operaciones en energías marinas.

No obstante, Shell ha sido objeto de presión judicial y social. En 2021, un tribunal neerlandés ordenó a la empresa reducir en 45% sus emisiones de CO₂ para 2030, una decisión sin precedentes que obligó a ajustar sus planes de negocio. Pese a ello, Shell ha continuado exploraciones fósiles en África y el Ártico, lo que ha suscitado críticas por supuesta incoherencia estratégica.

¿Estrategias híbridas o contradicciones estructurales?

Las tres compañías han optado por modelos híbridos, pero con diferentes velocidades, geografías y grados de compromiso. Mientras Repsol lidera en proporción de inversión en energía limpia respecto a su tamaño, BP busca un equilibrio pragmático condicionado por sus accionistas, y Shell apuesta por volumen tecnológico y control global.

En conjunto, estas estrategias evidencian una transición que no es lineal, sino fragmentada, competitiva y llena de contradicciones. A corto plazo, la demanda global de petróleo sigue creciendo —según la AIE, superará los 102 millones de barriles diarios en 2025—, lo que mantiene incentivos económicos para la producción fósil, incluso entre empresas comprometidas con la sostenibilidad.

A largo plazo, sin embargo, la viabilidad empresarial estará determinada por su capacidad de adaptación estructural al nuevo paradigma energético. Esto incluye la descarbonización, digitalización, y descentralización del sistema energético global.

Una transición sin retorno, pero aún en disputa

Repsol, BP y Shell no son solo actores del mercado, sino modeladores del futuro energético global. Sus decisiones hacia 2030 influirán no solo en la reducción de emisiones, sino en la seguridad energética, la competitividad industrial y la justicia climática en distintas regiones del mundo.

El desafío no está solo en diversificar el portafolio, sino en alinear su modelo de negocio con los compromisos climáticos globales. Una transición híbrida puede ser efectiva, siempre que no se convierta en un pretexto para retrasar los cambios estructurales que la crisis climática exige.

Te invito a leer:

Sube Pemex en ranking de ética corporativa en México