Retos de los nodos logísticos energéticos en México: vulnerabilidades y desafíos técnicos en 2025
La infraestructura logística energética del país enfrenta presiones crecientes. En 2025, los retos de los nodos logísticos energéticos en México limitan su capacidad de respuesta ante crisis, afectan la competitividad del sector y generan riesgos operativos y económicos. La capacidad de almacenamiento, la seguridad física de los ductos, el rezago tecnológico y la escasa coordinación institucional exponen la fragilidad de un sistema clave para la soberanía energética nacional.
Capacidad de almacenamiento: la vulnerabilidad silenciosa
Uno de los desafíos estructurales más persistentes es la escasa capacidad de almacenamiento. Según datos oficiales de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), México cuenta en promedio con reservas operativas de combustibles para entre tres y cinco días. Este nivel es considerablemente inferior al estándar internacional, que sugiere reservas para al menos 20 días en países de la OCDE.
Esta insuficiencia genera una fuerte dependencia del transporte en tiempo real y una exposición crítica ante interrupciones por fenómenos climáticos, bloqueos logísticos o tensiones comerciales. Puertos como Tuxpan y Manzanillo, a pesar de su alta rotación de combustibles, operan al límite de su capacidad física, lo que afecta la eficiencia y eleva los costos operativos.
El retraso en la expansión de terminales privadas y las restricciones regulatorias también han frenado el desarrollo de infraestructura estratégica. Esto debilita la resiliencia del sistema ante emergencias y limita la planeación energética de mediano y largo plazo.
Robo de combustibles y amenazas a la seguridad operativa
El robo de hidrocarburos continúa siendo una amenaza sistémica. Aunque las cifras han disminuido respecto al pico registrado en 2018, México cerró 2024 con 10,393 tomas clandestinas, de acuerdo con datos de Petróleos Mexicanos (Pemex) y el Instituto para la Gestión, Administración y Vinculación Municipal (IGAVIM). Este fenómeno no solo genera pérdidas económicas, sino que representa un alto riesgo para la integridad de la infraestructura logística y la seguridad de comunidades cercanas.
Estas prácticas no solo generan pérdidas económicas, sino que representan un alto riesgo para la integridad de la infraestructura y la seguridad de comunidades cercanas.
Los nodos logísticos más activos, como Tuxpan, Cadereyta y el área de Salamanca, siguen siendo los más afectados. La presencia de redes delictivas organizadas y la corrupción institucional en ciertos eslabones logísticos agravan la situación. El transporte por ducto —el más eficiente— se ha visto sustituido en algunas regiones por transporte terrestre, encareciendo los costos y elevando la huella de carbono.
Además, los intentos por contener este fenómeno han sido insuficientes. Aunque la implementación de vigilancia con drones, sensores y sistemas SCADA ha aumentado, muchas instalaciones aún carecen de tecnología avanzada o protocolos eficaces de respuesta.
Obsolescencia tecnológica y débil integración digital
La infraestructura energética nacional muestra signos claros de envejecimiento. Muchas instalaciones logísticas operan con tecnología desarrollada hace más de dos décadas. La automatización parcial, la fragmentación de plataformas digitales y la baja interoperabilidad entre sistemas limitan el monitoreo en tiempo real, la trazabilidad de los combustibles y la eficiencia logística.
El Informe de Infraestructura Estratégica de la SENER 2024 destaca la necesidad de incrementar inversión en mantenimiento, modernización y digitalización del Sistema Nacional de Refinación y las terminales de almacenamiento. Se reconocen retrasos significativos en la incorporación de tecnología avanzada—como sensores inteligentes, automatización y sistemas SCADA—en múltiples centros logísticos, lo que debilita la capacidad de monitoreo en tiempo real y complica la prevención de riesgos.
Además, el crecimiento de la demanda energética nacional no ha ido acompañado de una planeación logística adaptativa. La urbanización acelerada, el crecimiento industrial y la transición energética presionan aún más una infraestructura que requiere modernización urgente y recursos públicos significativos.
Coordinación institucional limitada y falta de gobernanza integrada
La operación de los nodos logísticos involucra a múltiples actores: Pemex, CFE, SENER, CRE, gobiernos estatales, operadores privados y fuerzas de seguridad. Sin embargo, la falta de coordinación y una gobernanza fragmentada generan cuellos de botella, duplicidad de esfuerzos y lentitud en la respuesta ante incidentes.
Uno de los ejemplos más visibles es la demora en la autorización de proyectos logísticos privados por parte de la CRE o la falta de sincronización entre inversiones federales y estatales. Esta desarticulación impide una visión sistémica de la red logística energética y bloquea iniciativas de modernización.
A nivel regional, también persiste una débil vinculación entre los nodos logísticos y los polos industriales, lo que provoca ineficiencias en la última milla de distribución, sobrecostos en almacenamiento y dependencia de sistemas de transporte poco sostenibles.
Hacia un rediseño integral de la logística energética nacional
Los retos de los nodos logísticos energéticos en México deben abordarse como parte de una estrategia nacional de largo plazo. Urge ampliar la capacidad de almacenamiento, combatir el robo de combustibles con inteligencia artificial, modernizar la infraestructura con tecnologías de la industria 4.0 y establecer mecanismos de gobernanza interinstitucional más ágiles y transparentes.
Los desafíos actuales no solo son técnicos, sino estructurales: la seguridad energética depende tanto de la infraestructura física como de la capacidad del Estado mexicano para anticiparse a riesgos, promover inversiones estratégicas y garantizar la continuidad operativa del sistema.
La infraestructura energética exige soluciones inmediatas
México necesita actuar con decisión para enfrentar los retos logísticos que comprometen su soberanía energética. Los problemas detectados en almacenamiento, seguridad y tecnología no son solo advertencias: son llamados de atención. La planeación estratégica, la inversión sostenida y la innovación tecnológica deben alinearse en un solo objetivo: garantizar que la red logística energética responda con eficiencia, resiliencia y transparencia a los desafíos del siglo XXI.
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