Transporte marítimo y descarbonización: el rol del amoníaco verde y el metano en la carrera climática

El transporte marítimo es responsable de casi el 3% de las emisiones globales. La transición hacia combustibles limpios como el amoníaco verde y el metano marca un giro clave en la descarbonización del sector.

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Transporte marítimo y descarbonización: el rol del amoníaco verde y el metano en la carrera climática

El transporte marítimo y la descarbonización global se han vuelto inseparables. Con más del 90% del comercio internacional dependiendo de buques, y una huella de carbono comparable a la de países como Alemania o Japón, esta industria enfrenta presiones crecientes para reducir emisiones. En este contexto, combustibles alternativos como el amoníaco verde y el metano sintético emergen como soluciones clave.

Una industria bajo presión regulatoria y climática

Según la Organización Marítima Internacional (OMI), el transporte marítimo emite cerca de 1.000 millones de toneladas de CO₂ anuales, lo que equivale al 2.89% del total global (IMO GHG Report 2023). Para revertir esta tendencia, la OMI estableció una hoja de ruta hacia cero emisiones netas para 2050, con objetivos intermedios de reducción del 20% en 2030 y del 70% en 2040.

Esto ha obligado a grandes armadores como Maersk, CMA CGM y Hapag-Lloyd a replantear sus estrategias. De hecho, Maersk lanzó en 2023 su primer portacontenedores operado con metanol verde, mientras que otros actores ya exploran tecnologías basadas en amoníaco, hidrógeno y biocombustibles avanzados.

La necesidad de alternativas sostenibles es urgente. La eficiencia energética por sí sola no basta: se requieren combustibles que puedan sustituir al diésel marino (HFO) y que cumplan con normativas cada vez más estrictas, como las establecidas por la Unión Europea bajo el esquema FuelEU Maritime.

Amoníaco verde y metano: ¿sustitutos viables?

Tanto el amoníaco verde como el metano sintético ofrecen ventajas estratégicas, aunque con retos técnicos y económicos importantes.

Amoníaco verde, producido mediante electrólisis alimentada por fuentes renovables y combinado con nitrógeno del aire, no emite CO₂ en su combustión. Además, su densidad energética lo hace viable para rutas de larga distancia. Empresas como Yara Clean Ammonia, MAN Energy Solutions y Wärtsilä están desarrollando motores duales y sistemas de seguridad para su uso marítimo.

Sin embargo, el amoníaco presenta desafíos por su toxicidad y riesgo ambiental. Su manipulación exige infraestructura especializada y estándares rigurosos. La IEA (2024) estima que el costo de producción aún es entre 3 y 5 veces más alto que el del combustible convencional.

El metano sintético o e-metanol, por su parte, tiene una infraestructura más desarrollada. Se puede usar en motores ya existentes, con adaptaciones menores, y su huella de carbono puede ser neutral si se produce a partir de CO₂ capturado y energía renovable. Empresas como Methanex y Proman están escalando capacidades para abastecer a una flota cada vez más interesada en esta transición.

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No obstante, el metano conlleva el riesgo de fugas de gas (methane slip), que tienen un efecto climático aún más potente que el CO₂. Por ello, su implementación requiere controles rigurosos y soluciones de captura o eliminación eficiente.

Proyectos pioneros, alianzas globales y obstáculos por resolver

La transición energética del transporte marítimo ya está en marcha, pero requiere impulso coordinado entre gobiernos, industria y actores financieros. Iniciativas como Getting to Zero Coalition, respaldada por el Foro Económico Mundial y el Global Maritime Forum, promueven corredores verdes con infraestructura para combustibles alternativos en puertos clave como Rotterdam, Singapur y Los Ángeles.

Por su parte, la Alianza para el Amoníaco Verde (GAC) y la Alianza Global de Metanol Marítimo desarrollan estándares y colaboraciones público-privadas para acelerar la adopción de estos combustibles. De hecho, Japón, Corea del Sur y Noruega lideran pilotos con embarcaciones impulsadas por amoníaco y metanol, mientras que Latinoamérica comienza a posicionarse como proveedor estratégico de hidrógeno y derivados.

En contraste, las inversiones necesarias son enormes. La consultora McKinsey estima que la descarbonización del shipping requerirá entre 1.4 y 1.9 billones de dólares hasta 2050. Además, las tecnologías aún enfrentan barreras regulatorias, falta de escala comercial y preocupaciones de seguridad.

Horizonte de innovación y cooperación climática

El transporte marítimo enfrenta un dilema existencial: transformarse radicalmente o arriesgar su viabilidad futura en un mundo regulado por el clima. El amoníaco verde y el metano no son soluciones perfectas, pero representan un paso sólido hacia la reducción de emisiones profundas.

La innovación tecnológica, combinada con marcos regulatorios ambiciosos y acceso a financiamiento verde, será determinante para su despliegue masivo. También será clave el papel de los países en desarrollo en esta cadena, tanto como consumidores de bienes como potenciales productores de combustibles limpios.

El nuevo rumbo del comercio marítimo

El camino hacia la descarbonización del transporte marítimo no es lineal ni inmediato. Sin embargo, los avances en combustibles como el amoníaco verde y el metano abren un escenario de disrupción tecnológica sin precedentes. Si se consolidan estándares globales, inversiones sostenidas y alianzas estratégicas, el sector podrá liderar una transformación energética histórica, tan profunda como la era del carbón o el motor a vapor. El mar del futuro podría ser más limpio, pero necesita decisiones firmes hoy.

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