En 2025, el debate sobre energía limpia en México no solo es técnico ni ambiental. Es también económico, político y simbólico. Mientras el mundo intensifica su compromiso con la descarbonización, México avanza a un ritmo intermitente, dividido entre el impulso de la innovación y la inercia de un modelo energético centralizado y dependiente de los combustibles fósiles.
La capacidad instalada de fuentes renovables creció un 12% respecto a 2023, según datos del IRENA. Sin embargo, la inversión privada en el sector sigue enfrentando incertidumbre regulatoria. Este es un año decisivo.
Solar y eólica: liderazgo en potencia, con frenos en tierra
México ocupa el segundo lugar en América Latina en capacidad solar instalada, después de Brasil. Proyectos como Villanueva en Coahuila y Don José en Guanajuato muestran el potencial de una geografía privilegiada para la generación solar. En el istmo de Tehuantepec, el viento sigue siendo un activo estratégico.
Pero el desarrollo de estos proyectos se ha visto entorpecido por conflictos comunitarios, restricciones en el acceso a la red de transmisión y una visión centralista de la política energética federal. Las tensiones entre la CFE y el sector privado siguen marcando la agenda.
La intermitencia no está solo en las tecnologías
Uno de los argumentos más comunes para desacelerar las energías renovables es su intermitencia. Pero en México, esa condición también está en las decisiones políticas. La falta de una ruta clara y sostenida afecta la confianza de los inversores y frena la adopción tecnológica.
Mientras países como Chile o Colombia apuestan por marcos regulatorios robustos y estables, en México se percibe un vaivén que dificulta la planificación de largo plazo. A pesar de ello, el interés internacional por el mercado mexicano sigue vivo, impulsado por su tamaño, su cercanía con EE.UU. y la creciente demanda de cadenas de valor sostenibles.
El rol de la generación distribuida
Uno de los focos de innovación real está en la generación distribuida. Más de 350,000 usuarios en México generan su propia energía a través de paneles solares, principalmente en hogares y pymes. Esta tendencia crece con fuerza en zonas urbanas de clase media y empresas que buscan eficiencia y autonomía.
La regulación ha favorecido hasta ahora el autoconsumo, pero existen propuestas para limitarlo o gravarlo, lo cual ha encendido alertas en organizaciones civiles y empresariales. La transición energética podría verse afectada si se limita el derecho ciudadano a producir energía limpia.
Oportunidades en el nearshoring sostenible
La relocalización de cadenas de suministro (nearshoring) es una ventana de oportunidad sin precedentes para México. Empresas globales buscan instalarse en el país para abastecer al mercado norteamericano con procesos limpios. Pero ese «gancho verde» requiere garantías de suministro sostenible.
Estados como Nuevo León, Jalisco y Querétaro están comenzando a integrar estrategias energéticas limpias para atraer inversión extranjera. La infraestructura, la disponibilidad de energía renovable y la estabilidad normativa serán determinantes para capitalizar este nuevo ciclo de industrialización.
Ciencia, talento y alianzas público-privadas
La innovación tecnológica en energías limpias también tiene rostro local. Universidades como la UNAM, el Tec de Monterrey o el CICESE están desarrollando soluciones para almacenamiento, eficiencia y redes inteligentes. Pero falta un ecosistema que articule ciencia, industria y gobierno.
Los fondos de investigación climática, hoy limitados, podrían multiplicar su impacto con alianzas público-privadas que permitan escalar tecnologías y formar talento especializado en energía.
Un debate que también es cultural
Hablar de energía limpia en México también implica reconocer los valores, miedos y narrativas que atraviesan el territorio. En muchas comunidades, la energía eólica ha sido sinónimo de imposición. En otras, los paneles solares representan libertad.
La transición energética no será sostenible si no es también justa, dialogada y territorialmente sensible. México tiene los recursos, el conocimiento y el talento. Lo que necesita es una visión compartida.
Hacia un modelo energético del siglo XXI
México tiene ante sí la oportunidad de transitar hacia un modelo energético moderno, limpio y resiliente. Pero debe hacerlo sin perder de vista la diversidad social y geográfica del país. Apostar por la energía limpia no es una concesión al ambientalismo, es una estrategia de desarrollo nacional.
2025 puede ser un punto de inflexión. Las decisiones que se tomen hoy definirán si el país será solo un espectador de la revolución energética o uno de sus protagonistas en América Latina.
Te puede interesar: