Detectar el declive autoritario: el uso imprescindible de los datos sociales en Irán y China

Del Irán postrevolucionario a la China hipertecnificada, un nuevo análisis muestra cómo los datos sociales pueden convertirse en una herramienta imprescindible para anticipar el debilitamiento de regímenes autoritarios.

Hace 5 horas
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El uso imprescindible de los datos sociales para detectar el declive autoritario

A medida que las sociedades cerradas enfrentan presiones internas y externas, el análisis de datos sociales se vuelve imprescindible para anticipar síntomas de debilitamiento en regímenes autoritarios. Desde la vigilancia digital en China hasta la represión de protestas en Irán, los indicadores sociales, culturales y digitales ofrecen pistas cruciales sobre las tensiones que amenazan la estabilidad del poder. Un estudio reciente del Center for Strategic and International Studies (CSIS) propone una metodología que va más allá de los indicadores económicos tradicionales, utilizando evidencia social para identificar signos tempranos de decadencia autoritaria.

Irán y China: dos regímenes, un patrón de crisis

Aunque distantes en geografía y contexto político, Irán y China comparten similitudes estructurales que los convierten en casos ideales para aplicar modelos de análisis social. El CSIS identifica tres momentos clave en el Irán contemporáneo que muestran cómo los datos sociales predicen momentos de crisis:

  • Las protestas del Movimiento Verde en 2009, que revelaron una creciente desconexión entre la élite gobernante y la ciudadanía urbana.
  • Las manifestaciones de 2017–2018, originadas en las zonas rurales y pobres, fueron impulsadas por la frustración económica y evidenciaron el colapso de los mecanismos tradicionales de control.
  • El levantamiento nacional tras la muerte de Mahsa Amini en 2022, marcado por un rechazo transversal al sistema de gobierno, incluso entre sectores tradicionalmente conservadores.

En el caso chino, aunque el régimen ha mantenido una fachada de estabilidad, los datos extraídos de redes sociales y encuestas no oficiales han permitido detectar un aumento sostenido en la percepción negativa del futuro, especialmente entre jóvenes y clases medias. La reacción ciudadana a la política de “cero COVID”, que culminó en protestas atípicas en 2022, mostró cómo incluso un aparato de control masivo puede ser desbordado por tensiones latentes detectables mediante análisis social.

Datos sociales como herramientas de predicción estratégica

La metodología propuesta por el CSIS no se basa en datos económicos ni en cambios legislativos formales, sino en la lectura de indicadores como:

  • Niveles de movilización espontánea en redes sociales
  • Narrativas emergentes en medios digitales descentralizados
  • Cambios súbitos en actitudes públicas, medidos por encuestas anónimas
  • Estallidos de humor social (satírico, irónico, subversivo)

Estos elementos permiten construir un “índice de presión autoritaria” que puede anticipar eventos críticos con semanas o incluso meses de antelación. A diferencia del análisis tradicional, esta aproximación se fundamenta en el principio de que el declive autoritario no ocurre de forma repentina, sino que se manifiesta primero como fisuras culturales, afectivas y sociales.

Por ejemplo, en China, el aumento en la publicación de memes antisistema o la caída en la tasa de natalidad voluntaria se han interpretado como señales de una crisis de confianza en el futuro. En Irán, el creciente número de actos simbólicos —como mujeres quitándose el velo en espacios públicos— ha sido un marcador del desgaste del consenso ideológico.

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Perspectivas, desafíos y usos estratégicos

La aplicación de este enfoque enfrenta múltiples desafíos. Primero, la calidad y disponibilidad de datos en regímenes cerrados es limitada, y a menudo se basa en fuentes que requieren verificación cruzada y protección de identidad. Segundo, existe el riesgo de sobrerrepresentar a las élites urbanas, cuya voz digital es más visible que la de las zonas rurales o marginales.

Sin embargo, los beneficios superan los obstáculos. Gobiernos democráticos, organizaciones internacionales e instituciones de seguridad pueden utilizar estos modelos para anticipar desestabilizaciones regionales, generar alertas tempranas y diseñar respuestas diplomáticas más eficaces. En el ámbito académico, el análisis de datos sociales permite repensar la teoría clásica del autoritarismo, integrando dimensiones culturales y emocionales en el análisis estructural del poder.

Además, la creciente globalización de plataformas digitales —aun en ambientes restrictivos— abre una ventana de oportunidad para acceder a expresiones auténticas del malestar ciudadano. Este fenómeno obliga a los regímenes autoritarios a un doble esfuerzo: no solo deben controlar a la población físicamente, sino también neutralizar sus narrativas en un espacio digital cada vez más ingobernable.

Hacia una nueva ciencia del poder autoritario

El análisis del declive autoritario ya no puede depender exclusivamente de cifras económicas o movimientos militares. Las nuevas formas de resistencia, simbólicas y digitales, hacen imprescindible una vigilancia estructural sobre los datos sociales emergentes. Irán y China no son excepciones, sino laboratorios en tiempo real de un fenómeno global: la erosión del consenso en los sistemas cerrados.

Los hallazgos del CSIS sugieren que el estudio del poder en el siglo XXI requiere nuevas herramientas y una mayor sensibilidad a los signos sutiles del cambio. Entender el humor social, decodificar los códigos culturales de protesta y seguir los rastros digitales del descontento no es solo una tarea académica: es una necesidad estratégica.

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