El agua en el sector energético: Un recurso crítico para la sostenibilidad de México

Desde la perforación de pozos petroleros hasta la generación hidroeléctrica, el agua es un insumo esencial para la energía. Sin embargo, su escasez y mala gestión amenazan la sostenibilidad del sistema energético mexicano.

Hace 4 horas
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El agua y la energía están entrelazadas de manera ineludible. En México, donde la presión sobre los recursos hídricos se intensifica por el cambio climático y la sobreexplotación, la relación entre el agua y el sector energético cobra una relevancia estratégica. Desde la extracción y refinación de petróleo hasta la operación de plantas termoeléctricas e hidroeléctricas, el agua es un insumo indispensable. Sin embargo, este recurso vital enfrenta una creciente escasez y competencia con otros usos sociales y productivos.

Agua en operaciones petroleras y gasíferas

Uno de los usos más intensivos del agua en el sector energético mexicano ocurre en la industria del petróleo y gas. De acuerdo con datos del informe “El Agua en México” de Conagua (2024), los procesos de extracción, perforación y fracturación hidráulica requieren grandes volúmenes de agua dulce. Por ejemplo, la fractura de un solo pozo puede consumir entre 9,000 y 29,000 metros cúbicos de agua, dependiendo de la geología del yacimiento.

Este uso se concentra en zonas como Tamaulipas, Veracruz y Tabasco, regiones que además enfrentan estrés hídrico creciente y presiones sociales por el acceso al agua potable. En áreas rurales cercanas a operaciones extractivas, comunidades han denunciado que el consumo industrial reduce la disponibilidad para el uso doméstico y agrícola, exacerbando conflictos socioambientales.

A ello se suma el riesgo de contaminación por residuos petroleros, lodos de perforación y aguas residuales mal tratadas. Las fugas en ductos y derrames accidentales comprometen la calidad de los cuerpos hídricos, afectando ecosistemas y poblaciones ribereñas.

Hidroelectricidad: abundancia aparente, desafíos estructurales

México cuenta con una capacidad instalada de generación hidroeléctrica cercana a los 12,000 MW, según la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Las plantas hidroeléctricas aportan en promedio entre el 10 y 15% del total de la electricidad nacional, pero dependen completamente del régimen hidrológico.

El problema radica en que muchas de las presas operan bajo condiciones de sequía prolongada. En 2023, el Sistema Cutzamala —que abastece tanto a la Ciudad de México como a centrales eléctricas— reportó niveles críticos por debajo del 40% de su capacidad. Esta situación limita la capacidad de generación y obliga a compensar con otras fuentes, como gas natural o carbón, que también requieren agua para su operación y refrigeración.

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Además, la construcción de presas ha provocado la alteración de cauces naturales, desplazamiento de comunidades y afectaciones a la biodiversidad acuática. Pese a ello, siguen siendo una fuente clave de energía limpia, lo que obliga a replantear su operación bajo criterios de equidad social y resiliencia climática.

Termoeléctricas: una presión silenciosa sobre acuíferos

Las plantas termoeléctricas, que funcionan a base de combustibles fósiles o ciclos combinados, utilizan agua para la refrigeración de turbinas y condensadores. De acuerdo con datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA), una planta de ciclo combinado puede consumir entre 3 y 4 litros de agua por cada kilovatio-hora generado.

En México, más del 60% de la electricidad se genera con tecnologías térmicas. Muchas de estas plantas se ubican en zonas áridas del norte del país o en zonas costeras con alta competencia por el recurso. La Planta Termoeléctrica de Villa de Reyes (San Luis Potosí), por ejemplo, ha enfrentado cuestionamientos por el uso de agua subterránea en una región con acuíferos sobreexplotados.

A pesar de los esfuerzos por modernizar plantas con sistemas de recirculación o uso de aguas residuales, el avance es limitado. Persisten riesgos por el vertido de aguas calientes o contaminadas a cuerpos superficiales, lo que deteriora ecosistemas acuáticos y afecta actividades económicas como la pesca.

Gobernanza y sostenibilidad: una agenda urgente

El informe “El Agua en México” subraya que el sector energético consume cerca del 15% del agua industrial en el país, cifra que podría aumentar con la expansión de proyectos minero-energéticos y nuevas refinerías. Frente a este panorama, se requiere una planificación integrada del agua y la energía, bajo principios de sostenibilidad, eficiencia y equidad.

Algunas acciones urgentes incluyen:

  • Implementar tecnologías de reúso y reciclaje de agua en plantas energéticas.
  • Priorizar el uso de aguas residuales tratadas en vez de agua potable.
  • Fortalecer la regulación de descargas y la vigilancia ambiental por parte de la Conagua y la Semarnat.
  • Invertir en infraestructura hídrica en zonas estratégicas para la producción energética.
  • Incorporar criterios de estrés hídrico en la evaluación de proyectos energéticos.

La transición energética no puede separarse de la crisis hídrica. Sin una gestión eficiente del agua en el sector energético, cualquier estrategia de sustentabilidad pierde viabilidad técnica y legitimidad social.

Hacia una visión integrada de energía y agua

La relación entre el agua y el sector energético en México es compleja y crítica. El país no solo enfrenta un estrés hídrico estructural, sino también una creciente presión por mantener una matriz energética funcional y confiable.

Para avanzar hacia un modelo sostenible, es imprescindible adoptar una visión integrada que reconozca al agua como un activo estratégico, no como un recurso infinito. El futuro energético de México dependerá, en gran parte, de su capacidad para gestionar con responsabilidad su agua.

La sostenibilidad no será posible sin un equilibrio real entre la seguridad energética, la disponibilidad hídrica y el respeto a los derechos de las comunidades y del medio ambiente.

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