Materiales imposibles: cómo el grafeno y los superconductores transforman la energía

Los llamados “materiales imposibles” están dejando de ser ciencia ficción. El grafeno y los superconductores de nueva generación podrían revolucionar cómo almacenamos y transmitimos energía en el mundo.

Hace 28 minutos
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La nueva frontera de la materia: del laboratorio al sistema eléctrico

Durante décadas, la ciencia soñó con materiales capaces de conducir electricidad sin resistencia y de almacenar energía de forma casi instantánea. Ese sueño está cerca de cumplirse gracias al grafeno y a los nuevos superconductores, dos innovaciones que podrían redibujar los fundamentos de la transición energética.

El grafeno —descubierto formalmente en 2004 por Andre Geim y Konstantin Novoselov en la Universidad de Mánchester, ganadores del Premio Nobel de Física 2010— es una sola capa de átomos de carbono dispuestos en una estructura hexagonal. Es 200 veces más resistente que el acero, más liviano que el aluminio y mejor conductor que el cobre. Estas propiedades lo han convertido en el “material milagroso” de la ciencia contemporánea.

En paralelo, los superconductores —materiales que permiten el paso de electricidad sin pérdidas cuando se enfrían a temperaturas específicas— avanzan hacia una nueva generación: los superconductores de alta temperatura y, más recientemente, los hidruros superconductores, capaces de funcionar cerca de condiciones ambientales. Ambos materiales están marcando un cambio de paradigma en el almacenamiento y transmisión eléctrica.

Grafeno: el conductor perfecto que redefine las baterías

Uno de los campos donde el grafeno ha mostrado mayor potencial es en el almacenamiento de energía. Empresas como Samsung, LG Chem y Tesla han desarrollado prototipos de baterías de grafeno que prometen cargas completas en menos de 15 minutos y una vida útil cinco veces superior a las de ion-litio actuales.

El secreto radica en su movilidad electrónica: los electrones se desplazan por su estructura casi sin fricción, lo que permite una carga y descarga ultrarrápida. Además, su resistencia mecánica y térmica evita la degradación de los electrodos, uno de los mayores desafíos de las baterías convencionales.

En 2024, la startup española Graphenano presentó un prototipo de batería de polímero de grafeno con energía específica de 1,000 Wh/kg, una cifra que duplicaría el rendimiento de las mejores celdas de ion-litio del mercado. En el sector automotriz, esta tecnología podría multiplicar la autonomía de los vehículos eléctricos y eliminar el miedo al tiempo de carga, un obstáculo clave en la adopción masiva de la electromovilidad.

El grafeno también se está explorando en supercondensadores híbridos, dispositivos que combinan la densidad energética de una batería con la rapidez de un condensador, ideales para redes inteligentes y sistemas de respaldo industrial.

Superconductores: la revolución invisible del transporte eléctrico

Mientras el grafeno redefine las baterías, los superconductores están reescribiendo la historia de la transmisión eléctrica. En un sistema convencional, hasta el 10% de la electricidad mundial se pierde como calor durante el transporte por cables de cobre o aluminio. Los superconductores, al eliminar la resistencia eléctrica, podrían reducir esas pérdidas a cero, haciendo el sistema energético más eficiente y sostenible.

Proyectos piloto como el de SuperOx en Japón y el consorcio europeo Best Paths ya prueban líneas de transmisión superconductoras capaces de transportar tres veces más energía que los cables tradicionales en el mismo espacio físico. Esto no solo mejora la eficiencia, sino que reduce la huella territorial y ambiental de las redes eléctricas urbanas.

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En 2025, investigadores del Laboratorio Nacional de Los Álamos lograron un avance histórico al desarrollar un superconductor basado en hidruros de lutecio dopados con nitrógeno, que mantuvo su estado superconductor a 294 kelvin (21 °C) bajo presión moderada. Aunque el reto técnico de la presión persiste, este resultado acerca a la humanidad al sueño de una superconductividad ambiental, sin necesidad de helio líquido o sistemas criogénicos costosos.

De alcanzarse la superconductividad a temperatura ambiente, el impacto sería inmenso: redes eléctricas sin pérdidas, trenes maglev más accesibles, generadores más compactos y almacenamiento sin disipación energética.

Aplicaciones emergentes y ecosistema industrial en gestación

La combinación de grafeno y superconductores abre una puerta a nuevas arquitecturas energéticas. Imaginemos una red donde la energía solar y eólica se almacena en baterías de grafeno, se distribuye mediante cables superconductores y se utiliza en motores eléctricos ultraligeros. Este modelo, que parecía utópico hace veinte años, hoy es tecnológicamente plausible.

En 2025, la Unión Europea lanzó el programa Graphene Flagship 2.0, con una inversión superior a 1,000 millones de euros, para acelerar su aplicación en movilidad eléctrica, sensores industriales y materiales compuestos para aeronaves. En paralelo, Estados Unidos y Corea del Sur destinan fondos públicos a prototipos de transmisión superconductora para ciudades inteligentes.

México también comienza a integrarse en esta tendencia a través de proyectos universitarios en el Instituto de Energías Renovables (IER-UNAM) y el CINVESTAV, donde se investiga el uso de compuestos de carbono y cerámicos superconductores en redes de distribución experimental y almacenamiento distribuido.

El desafío de la escalabilidad y los costos

A pesar del entusiasmo, los “materiales imposibles” enfrentan barreras industriales y económicas. La producción masiva de grafeno aún es costosa: alrededor de 100 dólares por gramo para las formas más puras. Sin embargo, el desarrollo de grafeno de óxido reducido (rGO) y técnicas de exfoliación química está abaratando el proceso.

En cuanto a los superconductores, el desafío radica en su fabricación a gran escala y en la estabilidad bajo condiciones variables. Los nuevos materiales a base de cobre, hidrógeno y lantano podrían resolver parte del problema, pero todavía requieren presiones controladas difíciles de reproducir en ambientes industriales.

Aun así, los expertos coinciden en que estos obstáculos son temporales. Como ocurrió con los semiconductores de silicio en los años 70, la madurez tecnológica y la economía de escala acabarán haciendo viables estos materiales en la próxima década.

Hacia una energía sin fricción: el futuro ya comenzó

El grafeno y los superconductores encarnan una misma promesa: una energía sin pérdidas, sin esperas y sin límites. Su evolución marcará la pauta de la próxima revolución industrial, tanto en movilidad eléctrica como en la transmisión de energía limpia a larga distancia.

Si el siglo XX fue el de los combustibles fósiles, el XXI podría ser el de los materiales imposibles, donde la física cuántica y la ingeniería convergen para redefinir cómo fluye la energía. Las naciones que apuesten hoy por su desarrollo —invirtiendo en laboratorios, startups y educación científica— serán las que lideren el próximo ciclo de innovación energética global.

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