Ciberseguridad energética en 2025: panorama global de riesgos y tendencias

Los ciberataques a oleoductos, refinerías y redes eléctricas se multiplican en 2025. La ciberseguridad energética se ha vuelto imprescindible para proteger la estabilidad global.

AGOSTO 31 , 2025
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El riesgo invisible que amenaza a la energía 

La energía es la columna vertebral de la economía mundial. Cada refinería, cada oleoducto, cada planta solar y cada red eléctrica forman parte de una infraestructura crítica que sostiene el funcionamiento de sociedades enteras. Sin embargo, en 2025, el sector enfrenta un riesgo creciente: los ciberataques dirigidos a sus sistemas digitales. 

La digitalización ha transformado la operación de la industria energética. Los sistemas de control industrial (Operational Technology u OT, y Supervisory Control and Data Acquisition o SCADA) permiten monitorear y gestionar procesos a distancia, optimizando costos y mejorando la eficiencia. Pero esa misma interconexión amplía las superficies de ataque, convirtiendo al sector energético en objetivo estratégico para actores maliciosos: desde el crimen organizado hasta grupos con motivaciones geopolíticas. 

De acuerdo con el World Economic Forum (WEF), los ciberataques a infraestructura crítica están entre los cinco principales riesgos globales de la década (WEF, 2025). El organismo advierte que la dependencia digital del sector energético incrementa la probabilidad de interrupciones de gran escala, con consecuencias económicas y sociales profundas. 

Casos emblemáticos que cambiaron la percepción global 

La amenaza no es hipotética. Existen ejemplos recientes que han marcado un antes y un después en la forma en que gobiernos y empresas entienden la ciberseguridad energética. 

El caso Colonial Pipeline (Estados Unidos, 2021) 

En mayo de 2021, un ataque de ransomware paralizó el Colonial Pipeline, la red de oleoductos más grande de Estados Unidos, responsable de transportar casi el 45% del combustible de la costa este. El ciberataque obligó a suspender operaciones durante varios días, provocando escasez, compras de pánico y pérdidas multimillonarias. 

La propia Casa Blanca reconoció que se trataba de un “ataque a la seguridad nacional”. El caso se convirtió en símbolo del nuevo campo de batalla digital en el sector energético. 

Ucrania: ciberataques en medio de la guerra (2023) 

Durante el conflicto con Rusia, Ucrania enfrentó múltiples ciberataques que afectaron sus sistemas eléctricos. El Computer Emergency Response Team of Ukraine (CERT-UA) vinculó varios incidentes a grupos patrocinados por el Estado ruso, con consecuencias que incluyeron apagones y alteraciones en la distribución de energía (CERT-UA, 2023). 

Estos ataques evidenciaron cómo la ciberseguridad energética se entrelaza con la geopolítica, convirtiéndose en un instrumento de guerra híbrida. 

Costa Rica: infraestructura bajo asedio (2022) 

En abril de 2022, el grupo de ransomware Conti atacó múltiples instituciones costarricenses, incluyendo al Ministerio de Energía y al Instituto Costarricense de Electricidad. El incidente obligó a suspender temporalmente operaciones en la distribución eléctrica y evidenció la vulnerabilidad de países en desarrollo frente a grupos criminales transnacionales. 

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Impactos económicos y sociales de los ciberataques 

La interrupción de la infraestructura energética no es un problema técnico aislado: sus consecuencias se traducen en crisis de seguridad nacional. 

  • Impacto económico: el ataque al Colonial Pipeline costó cientos de millones de dólares en pérdidas, además de los 4.4 millones de dólares pagados como rescate por la empresa. 
  • Impacto social: los apagones en Ucrania afectaron a cientos de miles de ciudadanos en pleno invierno, poniendo en riesgo vidas humanas. 
  • Impacto geopolítico: los ataques a la energía se han convertido en una herramienta de presión y desestabilización internacional. 

Un informe del International Energy Agency (IEA) de 2024 advierte que la transición energética hacia fuentes renovables, altamente digitalizadas, incrementará los riesgos si no se refuerzan las defensas (IEA, 2024). 

Energía renovable y la nueva superficie de ataque 

La digitalización avanza con mayor rapidez en el sector renovable. Parques solares y eólicos utilizan sensores conectados a internet para monitoreo en tiempo real. Los sistemas de almacenamiento con baterías dependen de software sofisticado y, a menudo, centralizado. 

Las redes inteligentes (smart grids), claves para optimizar la distribución y balance de carga, representan un avance tecnológico imprescindible, pero también una puerta de entrada para los atacantes. Un ataque masivo contra estas infraestructuras no solo frenaría la generación eléctrica, sino que también pondría en duda la viabilidad del modelo de transición energética. 

Un estudio del European Union Agency for Cybersecurity (ENISA) publicado en 2024 señala que el 80% de los operadores de renovables en Europa ya han reportado intentos de ciberintrusión en sus sistemas (ENISA, 2024). Este dato refleja la urgencia de blindar el sector emergente. 

El reto global: cooperación y regulación 

La respuesta a este fenómeno debe ser internacional y multisectorial. Diferentes regiones han tomado medidas que marcan una pauta global: 

  • Estados Unidos: estableció la Cybersecurity and Infrastructure Security Agency (CISA), que en 2022 lanzó protocolos específicos para oleoductos y en 2023 extendió lineamientos a plantas eléctricas. 
  • Unión Europea: aprobó la directiva NIS2, que obliga a todos los operadores de infraestructura crítica a cumplir estándares avanzados de ciberseguridad antes de 2025. 
  • Israel: consolidó un modelo de colaboración entre gobierno, empresas y centros de innovación, integrando inteligencia artificial para la protección de redes energéticas. 

El consenso internacional es claro: la ciberseguridad energética es imprescindible para garantizar la soberanía y la estabilidad en un mundo cada vez más interconectado. 

Un desafío que no puede esperar 

La creciente frecuencia y sofisticación de los ciberataques obliga a replantear la seguridad energética en términos digitales. No se trata solo de proteger sistemas informáticos, sino de salvaguardar hospitales, transporte, industrias y hogares que dependen del suministro constante de energía. 

El World Economic Forum lo advierte: la probabilidad de un ataque masivo a infraestructura crítica en los próximos años es alta, y sus consecuencias podrían superar incluso a desastres naturales en términos de impacto social y económico. 

En este contexto, la ciberseguridad energética no puede seguir siendo vista como un gasto operativo, sino como una inversión imprescindible. El futuro energético del planeta dependerá no solo de la capacidad de generar más electricidad, sino de garantizar que esa energía fluya sin interrupciones frente al riesgo invisible del ciberespacio. 

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