El escenario: relocalización, crecimiento y demanda energética
El fenómeno del nearshoring —la reubicación de cadenas de suministro hacia países cercanos para reducir costos, tiempos y riesgos— ha colocado a México en una posición estratégica en América del Norte. Según un análisis de Boston Consulting Group, México ya ha superado a China como socio comercial de Estados Unidos en algunos sectores y los nuevos planes industriales se anuncian sistemáticamente.
En los estados del norte —Nuevo León, Coahuila y Chihuahua— se concentran parques industriales, fábricas automotrices, electrónicas y de dispositivos que aprovechan el acuerdo de libre comercio T‑MEC y la cercanía geográfica con el mercado estadounidense.
Sin embargo, este auge tiene un costo menos visible: la presión que ejerce en la infraestructura energética —eléctrica y de gas— del país. Reportes recientes alertan que la capacidad de generación y transmisión empieza a mostrar signos de saturación, justo cuando la demanda industrial crece de forma acelerada.
Por ejemplo, en 2022 la demanda de gas natural en México alcanzó 8.4 mil millones de pies cúbicos por día, impulsada por centrales eléctricas y la industria.
Este escenario plantea una pregunta: ¿cuál es el precio invisible que está pagando el norte de México al convertirse en centro de la energía industrial del nearshoring?
Redes eléctricas al límite: origen del problema
La infraestructura eléctrica de México enfrenta un doble reto: el aumento de la demanda por la manufactura y la limitada capacidad de transmisión y distribución para atenderla. En un reporte de Baker Institute for Public Policy se señala que el gran obstáculo ya no es tanto la generación, sino la transmisión, la cual depende prácticamente en exclusiva del Comisión Federal de Electricidad (CFE) y su red nacional.
La firma S&P Global alertó que el sistema está “ya en una posición sensible” pues la capacidad instalada ronda los 60 GW útiles, mientras que la demanda pico ya alcanzó los 57 GW.
En el norte del país la concentración de industria pesada e instalaciones de manufactura moderna incrementa la demanda de energía y coloca a estados como Nuevo León y Coahuila entre los más vulnerables a interrupciones o cuellos de botella.
Además, la escasa planificación y falta de infraestructura preventiva exacerban el riesgo. La estimación oficial de crecimiento anual de demanda eléctrica (~2.5 %) no incorporó el efecto acelerado del nearshoring, lo que deja a la infraestructura subdimensionada para el escenario real.
Por tanto, la expansión industrial no sólo exige más megavatios, sino más redes robustas, subestaciones, líneas de transmisión y sistemas de respaldo para evitar que la energía se convierta en el freno de su propio crecimiento.
Gas natural, otra arista crítica en el norte manufacturero
En paralelo, la industria del norte mexicano depende también del suministro de gas natural, tanto para procesos industriales como para generación eléctrica. México importa buena parte de su gas desde EE.UU. y los corredores fronterizos ya registran saturación.
La estrechez de la red de gasoductos y el hecho de que muchas zonas industriales ya están en “corredores maduros” limita aún más la capacidad de expansión sin inversión adicional.
Como resultado, el “precio invisible” del nearshoring se manifiesta también en la vulnerabilidad del suministro de gas: riesgos de sobrecarga, incrementos en el costo del combustible y impactos en la competitividad de los clústeres industriales del norte.
En consecuencia, no basta atraer fábricas; se requiere que la infraestructura de gas y energía sea tan competitiva como lo es la mano de obra y la logística.

Estados como Nuevo León, Coahuila y Chihuahua bajo tensión
En Nuevo León, la zona metropolitana de Monterrey y los parques industriales alrededor se han convertido en foco del nuevo mapa manufacturero. La demanda energética crece y las autoridades estatales junto con la CFE ya identifican la necesidad de fortalecer la red eléctrica local.
En Coahuila, con parques automotrices y de autopartes, la presión en redes de gas y electricidad es visible y genera alertas dentro del sector.
Chihuahua, aunque con menor densidad que los anteriores en algunos segmentos, también registra incremento en manufactura y requiere estimaciones realistas de infraestructura para mantener la atracción de capitales.
Este trinomio del norte es representativo del “lado B” del nearshoring: atractivo para la inversión, pero desafiante para la energía industrial.
Factores estructurales que agravan la presión energética
Varios elementos estructurales contribuyen a que la energía se convierta en cuello de botella para el nearshoring en el norte de México:
- Barreras regulatorias y administrativas que frenan participación privada en transmisión eléctrica y gas.
- Subestimación de la demanda futura en los estudios oficiales de expansión energética.
- Retos en la modernización de infraestructura: permisos, derechos de paso, conexiones industriales y resiliencia de la red.
- Dependencia de combustibles fósiles importados en algunos casos, lo que encarece y vuelve frágil el suministro industrial.
Estos factores hacen que la energía deje de ser un input pasivo y se convierta en un factor de riesgo competitivo para la estrategia de nearshoring del país —y especialmente para el norte de México.
¿Qué significa este “precio invisible” para México 2025?
Para 2025, hablar de “nearshoring energía industrial México 2025” implica reconocer que los beneficios de la relocalización no son gratuitos. Las inversiones en manufactura requieren que la electricidad y el gas lleguen con fiabilidad, calidad y a costos competitivos. Si no, las fábricas pueden retrasar su instalación, reducir capacidad o incluso reconsiderar su ubicación.
Ese coste oculto puede implicar:
- Mayores tarifas eléctricas para la industria si la oferta está ajustada.
- Retrasos en la entrega de proyectos industriales por falta de capacidad energética.
- Mayor margen de vulnerabilidad ante cortes o fluctuaciones en el suministro.
- Reducción de la competitividad de los estados del norte frente a otras regiones más preparadas en infraestructura energética.
En otras palabras: el éxito del nearshoring depende tanto de mano de obra, logística y tratados comerciales, como de contar con un sistema energético acorde.
Hacia una llamada a la acción para asegurar el desarrollo energético del norte
El crecimiento del nearshoring en México exige un giro estratégico en cómo se planifica e invierte en energía industrial. Para los estados del norte resulta clave que autoridades federales, estatales y la industria colaboren para:
- Acelerar expansión de líneas de transmisión eléctrica y subestaciones en zonas industriales clave.
- Ampliar y diversificar la red de gasoductos, especialmente en corredores industriales que ya muestran saturación.
- Incentivar la participación privada en generación, transmisión y distribución industrial para elevar la disponibilidad de megavatios confiables.
- Integrar mecanismos de respaldo y resiliencia, anticipando la demanda incremental del 2025 en adelante.
- Adaptar los marcos regulatorios y de permisos para que el sistema energético no se convierta en freno del desarrollo manufacturero.
Con estas acciones será posible que el “precio invisible del nearshoring” deje de ser un riesgo y pase a ser un coste previsto y superado, permitiendo que el norte de México consolide su papel en la energía industrial de la región.
La tendencia es clara: si México aspira a aprovechar plenamente el nearshoring y convertirse en polo de energía industrial en 2025, no basta con usar la palabra. Hace falta energía de verdad, infraestructura robusta y política energética con visión de futuro. En el norte del país esa transformación ya está en marcha.
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