Energía desde el espacio: cómo la energía solar espacial está dejando de ser ciencia ficción

Satélites que recolectan energía solar en el espacio y la transmiten a la Tierra ya no son solo parte de la ciencia ficción. La energía solar espacial avanza hacia una realidad energética inminente.

Hace 5 minutos
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Satélites orbitando la Tierra que recolectan energía solar y la transmiten inalámbricamente a estaciones terrestres suena a película futurista. Sin embargo, en pleno 2025, la energía solar espacial ha dejado de ser una idea descabellada y comienza a perfilarse como una innovación energética real con potencial para transformar el sistema eléctrico global.

Desde programas gubernamentales hasta experimentos privados, los avances tecnológicos sugieren que estamos ante una nueva frontera energética, en la que la luz del sol no conoce límites atmosféricos ni horarios.

De la ciencia ficción a la ciencia aplicada

La idea de captar energía solar desde el espacio fue popularizada por autores de ciencia ficción como Isaac Asimov, pero su origen científico se remonta a los años 60, cuando la NASA exploró los primeros conceptos teóricos. Hoy, el desarrollo ya no está en papel: China, Japón, Estados Unidos y la Agencia Espacial Europea están invirtiendo millones en proyectos piloto de paneles solares orbitales.

En febrero de 2025, la empresa Caltech logró un hito histórico: su experimento SSPD-1 (Space Solar Power Demonstrator) demostró que es posible transmitir energía inalámbrica desde un satélite a un receptor terrestre usando microondas. Aunque se trató de una cantidad mínima de energía, marcó el inicio de una etapa experimental tangible.

Por su parte, la China Academy of Space Technology (CAST) planea lanzar un satélite de prueba para 2028, con un objetivo claro: establecer una planta orbital capaz de suministrar energía desde la órbita geoestacionaria para 2035.

¿Por qué apostar por la energía solar espacial?

La ventaja más evidente de la energía solar espacial es su disponibilidad constante. A diferencia de los paneles solares terrestres, los satélites pueden captar luz solar las 24 horas del día, los 365 días del año, sin interrupciones por nubes, lluvias o ciclos nocturnos. Esto eleva el factor de capacidad de los sistemas solares espaciales a niveles que superan con creces cualquier sistema renovable terrestre.

Además, no requieren suelos agrícolas ni compiten por espacio en zonas urbanas, lo que reduce el impacto ambiental en ecosistemas terrestres. Otro beneficio potencial es su capacidad para suministrar energía a regiones remotas, islas o zonas afectadas por desastres, donde la reconstrucción de infraestructura convencional es lenta o inviable.

Desde el punto de vista económico, aún existen retos: los costos de lanzamiento y mantenimiento siguen siendo elevados. No obstante, el abaratamiento progresivo del acceso al espacio —gracias a empresas como SpaceX o Blue Origin— y el desarrollo de paneles ultraligeros y eficientes, podrían hacer viable esta fuente antes de 2040.

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Proyectos que están moldeando el futuro energético

Más allá de los ensayos en laboratorio, existen ya proyectos emblemáticos que delinean la hoja de ruta de la energía solar espacial:

  • SOLARIS (ESA): Un programa europeo que explora la viabilidad comercial y tecnológica de una constelación de satélites solares. Su primera validación técnica está prevista para 2027.
  • JAXA (Japón): Lleva décadas investigando tecnologías de transmisión por microondas. En 2025 inició un acuerdo con Mitsubishi Electric para desarrollar prototipos funcionales.
  • US Space-Based Solar Power Program: El Pentágono financia proyectos como PRAM-FX, enfocados en aplicaciones energéticas para bases remotas y uso militar.

A escala comercial, startups como Virtus Solis están desarrollando diseños modulares para satélites solares que podrían integrarse a sistemas de energía híbrida terrestre.

El desafío ético y político de la energía orbital

Sin embargo, no todo es avance técnico. El despliegue de energía solar desde el espacio también implica retos geopolíticos y éticos: ¿quién controla el espectro electromagnético para la transmisión de energía? ¿Qué protocolos regirán el uso de esta tecnología con fines civiles o militares?

Además, existen preocupaciones sobre el impacto de transmisiones de alta intensidad sobre la salud humana o los ecosistemas. Si bien los estudios preliminares descartan riesgos significativos, será fundamental contar con marcos regulatorios internacionales sólidos antes de escalar esta tecnología a nivel comercial.

Otro dilema: el crecimiento de objetos orbitales plantea nuevos riesgos de basura espacial, lo que obliga a diseñar sistemas desmontables, reciclables o con órbitas seguras tras su vida útil.

Una visión energética sin límites

La energía solar espacial representa una intersección fascinante entre ingeniería avanzada, sostenibilidad y ambición humana. Si bien aún está en fase experimental, sus aplicaciones podrían redefinir el mapa energético del siglo XXI, abriendo la puerta a una era donde la energía no solo sea limpia, sino también abundante, constante y globalmente accesible. A medida que se acelera la transición energética y se diversifican las fuentes renovables, la mirada hacia el espacio podría convertirse en una necesidad estratégica, no en una excentricidad tecnológica. Porque si el Sol nunca deja de brillar, ¿por qué no aprovecharlo también desde las estrellas?

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