América Latina se encuentra en una encrucijada energética: avanzar con decisión hacia la energía limpia o mantener su dependencia de los combustibles fósiles. Mientras la presión global por reducir emisiones se intensifica, muchos países de la región enfrentan realidades contradictorias entre compromisos ambientales y necesidades económicas inmediatas. En este escenario, los desafíos y oportunidades de la transición energética son tan diversos como los modelos adoptados por cada nación.
Una región rica en recursos… y contradicciones
América Latina posee una posición única en el mapa energético global. A pesar de que muchos países han suscrito acuerdos internacionales como el Acuerdo de París, la región continúa siendo altamente dependiente de los hidrocarburos, tanto para el consumo interno como para las exportaciones. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), el 48% de la energía primaria en América Latina aún proviene de fuentes fósiles.
Sin embargo, la región también lidera en recursos renovables. Más del 60% de su electricidad proviene de fuentes limpias, particularmente hidroeléctricas, lo que sitúa a países como Paraguay, Uruguay o Costa Rica en posiciones privilegiadas. Esta dualidad entre potencial renovable y dependencia petrolera es uno de los principales dilemas para su transición energética.
La energía fósil aún sostiene economías clave
El petróleo y el gas: columna vertebral de ingresos
Países como México, Venezuela, Colombia y Argentina aún dependen significativamente del petróleo y el gas para financiar sus economías. En 2024, los ingresos petroleros representaron cerca del 35% del presupuesto público en Venezuela, y más del 20% en Colombia. En México, aunque se ha reducido la participación de Pemex en el PIB, el crudo sigue siendo un componente estratégico en la balanza comercial y la política energética.
Además, el desarrollo de proyectos como Vaca Muerta en Argentina o el nuevo auge del offshore brasileño indican que los combustibles fósiles aún son vistos como fuente de crecimiento económico, especialmente frente a crisis de deuda o inflación.
El dilema político y social
Avanzar hacia la energía limpia también implica costos sociales y políticos. El cierre de refinerías, la eliminación de subsidios a los combustibles y el desempleo en sectores fósiles pueden generar tensiones que muchos gobiernos prefieren evitar. En países con alta desigualdad o conflictos sociales, como Perú o Bolivia, cualquier transición debe considerar su impacto en la estabilidad interna.
Energía limpia: del discurso a la implementación
Casos exitosos y sus claves
Algunos países han logrado avances concretos hacia un modelo más sostenible. Uruguay, por ejemplo, genera más del 95% de su electricidad a partir de fuentes renovables gracias a una estrategia integral que combina energía eólica, solar e hidráulica con políticas públicas estables y participación del sector privado.
Chile, por su parte, se ha convertido en líder en energía solar en América Latina, con proyectos de gran escala en el desierto de Atacama. Su plan de descarbonización incluye el cierre progresivo de centrales a carbón y la instalación de más de 10 GW de capacidad renovable para 2030.
Inversiones, regulaciones y financiamiento
La inversión extranjera directa (IED) ha sido clave en la expansión de la energía limpia. Sin embargo, aún persisten barreras regulatorias, falta de marcos legales claros y debilidad institucional que dificultan una transición más acelerada. El financiamiento climático —a través de organismos como el BID o fondos verdes— representa una oportunidad para subsanar estos déficits, pero requiere mayor alineación entre gobiernos y actores financieros.
Tres tendencias que marcarán el futuro energético de la región
Hidrógeno verde y almacenamiento: nuevas fronteras
El desarrollo del hidrógeno verde ya está en marcha en países como Chile, Brasil y Colombia. Se espera que esta tecnología permita exportar energía limpia a gran escala, aunque los desafíos técnicos, logísticos y financieros aún son significativos. El almacenamiento con baterías de litio también abre una nueva etapa para la estabilidad de redes renovables.
Competencia geopolítica por los minerales críticos
La transición energética requiere minerales como litio, cobre y cobalto, de los cuales América Latina es proveedor clave. Bolivia, Argentina y Chile concentran más del 60% de las reservas globales de litio. Esta ventaja estratégica puede convertirse en fuente de desarrollo o de conflicto, dependiendo de cómo se regulen los mercados y se distribuyan los beneficios.
Rol de las empresas y consumidores
El sector privado está adoptando compromisos más ambiciosos de sostenibilidad, impulsado por presión internacional y ventajas competitivas. Asimismo, los consumidores comienzan a exigir energía más limpia y transparente, lo cual impulsa esquemas de autogeneración, comunidades solares y eficiencia energética.
¿Ruptura o convergencia? El modelo híbrido que se impone
La transición energética en América Latina no será uniforme ni lineal. En lugar de una sustitución abrupta de combustibles fósiles por energía limpia, se está configurando un modelo híbrido donde ambas fuentes convivirán durante décadas. Esto implica tomar decisiones estratégicas sobre inversión, regulación e infraestructura.
Ignorar los riesgos del cambio climático sería irresponsable, pero abandonar de forma precipitada los ingresos fósiles sin alternativas claras también lo sería. América Latina necesita transitar este camino con pragmatismo, visión de largo plazo y gobernanza técnica. De lo contrario, perderá no solo competitividad, sino también credibilidad ante sus compromisos climáticos.
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