La paradoja energética de África: abundancia petrolera y persistente pobreza energética

África subsahariana es rica en recursos petroleros pero pobre en acceso a energía. Esta contradicción revela fallas estructurales, dependencia de exportaciones y retos en gobernanza. Nigeria, Angola y Uganda ilustran esta paradoja energética con claridad inquietante.

Hace 6 horas
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La paradoja energética de África: abundancia petrolera y persistente pobreza energética

Un continente rico en recursos, pobre en acceso

La paradoja energética de África representa una de las contradicciones más profundas del sistema energético global. Mientras varias naciones africanas —especialmente Nigeria, Angola y Uganda— figuran entre los principales productores de hidrocarburos del mundo, cientos de millones de sus ciudadanos viven sin acceso confiable a electricidad o combustibles limpios. Esta dicotomía no solo es técnica o económica; es profundamente geopolítica y estructural.

Según el informe Africa Energy Outlook 2022 de la Agencia Internacional de Energía (IEA), aproximadamente 600 millones de personas en África subsahariana —el 43% de su población— carecen de acceso a electricidad. Al mismo tiempo, el continente produjo cerca de 7 millones de barriles de petróleo diarios en 2023, con Nigeria y Angola liderando esa producción.

Nigeria: coloso petrolero, crisis energética doméstica

Nigeria es el caso más representativo. Con reservas probadas que superan los 37 mil millones de barriles, es el mayor productor de petróleo de África y uno de los principales exportadores a Estados Unidos y Europa. Sin embargo, según datos del Banco Mundial (2024), cerca del 45% de su población no tiene acceso a electricidad y más del 70% depende de generadores diésel privados.

La razón de esta desconexión es múltiple: décadas de corrupción, infraestructura colapsada, vandalismo a ductos y políticas públicas centradas en la exportación. La economía nigeriana depende en más del 80% de los ingresos por hidrocarburos, lo que ha generado una trampa de dependencia fiscal y desincentivado el desarrollo de redes eléctricas inclusivas. Además, el proyecto de privatización del sector eléctrico iniciado en 2013 ha mostrado resultados mixtos, con una mejora limitada en la cobertura y eficiencia.

Angola: exportador prominente, consumo nacional rezagado

Angola, segundo productor africano con más de 1,1 millones de barriles diarios (2023), enfrenta desafíos similares. A pesar de su riqueza petrolera, el acceso a energía eléctrica fuera de Luanda es extremadamente limitado. En regiones rurales, menos del 10% de los hogares están conectados a la red.

El país ha sufrido una fuerte contracción económica desde la caída del precio del crudo en 2014. Esta vulnerabilidad ha ralentizado los esfuerzos para diversificar la matriz energética y expandir la electrificación rural. Iniciativas como el Plano Angola Energia 2025 buscan revertir esta situación, pero los avances han sido lentos frente a una demanda creciente y a una deuda pública elevada.

Uganda: un nuevo jugador con lecciones que aprender

Uganda representa una oportunidad distinta dentro de la paradoja energética de África. El descubrimiento de petróleo en la cuenca del Lago Alberto en 2006, con reservas estimadas en 6,5 mil millones de barriles, ha generado expectativas de transformación económica. En 2023 se aprobó el megaproyecto East African Crude Oil Pipeline (EACOP), una iniciativa conjunta con Tanzania y empresas como TotalEnergies y CNOOC.

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Sin embargo, Uganda enfrenta críticas por falta de planificación en cómo estos recursos beneficiarán directamente a su población. Aunque el país ha mejorado su acceso a la electricidad —de un 12% en 2010 a más del 40% en 2023— aún persiste una brecha significativa, especialmente en áreas rurales. Además, el riesgo de repetir los errores de Nigeria y Angola es alto si no se asegura una gestión transparente y sostenible.

¿Por qué persiste la paradoja energética?

La paradoja energética de África se explica por una combinación de factores geoeconómicos:

  • Modelo extractivista orientado a la exportación: La mayoría de los hidrocarburos africanos están diseñados para alimentar refinerías en Europa, Asia o Estados Unidos, no para abastecer el consumo interno.
  • Infraestructura deficiente: Las redes de transmisión eléctrica son antiguas, inestables o inexistentes en muchas regiones rurales y periurbanas.
  • Financiamiento limitado y deuda: Muchos países dependen de préstamos externos para sus sistemas eléctricos, lo que impide inversiones sostenidas en energías limpias y redes locales.
  • Corrupción y gobernanza débil: La captura de rentas petroleras por élites políticas ha dificultado la redistribución equitativa de los beneficios energéticos.

¿Energía para exportar, no para vivir?

Mientras África sigue siendo cortejada por empresas internacionales interesadas en su crudo, la vida cotidiana de millones de africanos continúa marcada por la oscuridad. Esta disyuntiva tiene consecuencias directas en salud, educación, productividad y calidad de vida. La cocina con leña, por ejemplo, aún es común en muchas zonas rurales, lo que contribuye a enfermedades respiratorias y deforestación.

Las iniciativas de electrificación como Power Africa (impulsada por EE. UU.) o los proyectos del Banco Africano de Desarrollo están ganando terreno, pero su alcance aún es limitado frente al tamaño del problema.

En paralelo, la narrativa global sobre transición energética complica el panorama: mientras el norte global reduce su dependencia de los combustibles fósiles, muchas economías africanas apenas están comenzando a explotarlos. Esto genera tensiones geopolíticas entre la necesidad de desarrollo y los compromisos climáticos.

Un futuro energético africano en manos africanas

La paradoja energética de África no es un destino inevitable, sino una consecuencia de decisiones políticas, económicas y geoestratégicas. Resolverla requiere ir más allá de la simple extracción de hidrocarburos para adoptar un modelo que priorice la energía como un derecho básico, no como un producto de exportación.

Si países como Uganda logran aprender de los errores de sus vecinos y desarrollan sus recursos con una visión de equidad, diversificación energética y transparencia, el continente podrá cerrar la brecha que separa su potencial energético de su realidad cotidiana.

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