Pemex y el Fracking: Los Desafíos Ambientales y Sociales en México
El anuncio del gobierno mexicano, liderado por Claudia Sheinbaum, de retomar la exploración de hidrocarburos no convencionales mediante el fracking como parte del Plan Estratégico 2025-2035 de Pemex ha generado un intenso debate.
Presentado el 5 de agosto de 2025, este plan busca aumentar la producción de gas natural y crudo para garantizar la autosuficiencia energética. Sin embargo, el fracking, una técnica que implica inyectar agua, arena y químicos a alta presión para liberar hidrocarburos atrapados, plantea serios desafíos ambientales y sociales que podrían limitar su viabilidad. Este editorial examina los riesgos asociados y las medidas propuestas para mitigarlos, en un contexto donde la sostenibilidad es una prioridad global.
El Impacto Ambiental del Fracking
El fracking es una técnica controvertida debido a su elevado impacto ambiental. Cada pozo requiere entre 9 y 29 millones de litros de agua, una demanda insostenible en regiones como Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, donde la escasez hídrica es un problema crónico. Además, el uso de químicos como metanol, benceno y tolueno, algunos de los cuales son cancerígenos o afectan el sistema nervioso, plantea riesgos de contaminación de acuíferos. La liberación de metano, un gas de efecto invernadero con un potencial de calentamiento hasta 80 veces mayor que el dióxido de carbono, es otra preocupación significativa.
Organizaciones como la Alianza Mexicana contra el Fracking han advertido que la producción de pozos no convencionales disminuye rápidamente, lo que requiere perforaciones constantes y ocupa vastas extensiones de territorio. Este proceso puede alterar ecosistemas locales y afectar la calidad del aire y el agua, lo que genera resistencia en comunidades cercanas a las cuencas de Tampico-Misantla, Sabinas-Burro Picachos y Burgos.
Desafíos Sociales
El impacto del fracking no se limita al medio ambiente; también plantea desafíos sociales significativos. La falta de consultas previas con comunidades locales, un requisito establecido por convenios internacionales como el Convenio 169 de la OIT, podría generar conflictos en regiones donde se planea la exploración. En países como Argentina y Estados Unidos, las operaciones de fracking han enfrentado oposición por parte de comunidades indígenas y rurales debido a la disrupción de sus modos de vida y la contaminación de recursos hídricos.
En México, donde la explotación de hidrocarburos no convencionales se concentra en regiones con alta vulnerabilidad social, el riesgo de conflictos es elevado. La ausencia de una comunicación transparente sobre los beneficios y riesgos del fracking podría exacerbar la desconfianza hacia Pemex y el gobierno, especialmente en un país con una historia de resistencia a proyectos extractivos.
Avances Tecnológicos y Mitigación
Pemex y el gobierno de Sheinbaum han enfatizado que los avances tecnológicos han reducido el impacto ambiental del fracking. Según el director general de Pemex, Víctor Rodríguez Padilla, las técnicas actuales son “significativamente más eficientes y menos dañinas” que las de hace dos décadas. El plan incluye medidas para minimizar el uso de agua, reciclar fluidos de fracturación y reducir las emisiones de metano. Además, se contempla la creación de un centro de economía circular en Hidalgo, en colaboración con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), para gestionar los residuos generados por la explotación.
Sin embargo, estas afirmaciones enfrentan escepticismo. Expertos como Fluvio Ruiz, exconsejero de Pemex, señalan que, aunque las mejoras tecnológicas son reales, no eliminan por completo los riesgos ambientales. La transición hacia una “producción sustentable” dependerá de una implementación rigurosa y de la supervisión de organismos independientes, algo que históricamente ha sido un desafío en México.
La Respuesta del Gobierno
El gobierno de Sheinbaum ha intentado abordar las preocupaciones ambientales a través de un discurso de sostenibilidad. La secretaria de Energía, Luz Elena González, ha destacado que el plan de Pemex incluye un enfoque en la diversificación hacia energías renovables, como la generación de electricidad, el litio y los biocombustibles. Sin embargo, la dependencia inmediata en el fracking podría retrasar esta transición, en un momento en que la presión global por descarbonizar la economía es cada vez mayor.
La estrategia también contempla la participación del sector privado para compartir los costos y riesgos de la exploración. Este enfoque pragmático busca atraer tecnología avanzada y reducir la carga financiera de Pemex, pero podría generar críticas en un país donde la soberanía energética es un tema sensible.
Perspectivas a Largo Plazo
El plan de Pemex proyecta una contribución inicial modesta de los hidrocarburos no convencionales entre 2026 y 2028, con volúmenes significativos esperados a partir de 2029. Para 2030, se estima una producción acumulada de 197 millones de barriles de crudo y 303 mil millones de pies cúbicos de gas. Sin embargo, el éxito de esta estrategia dependerá de la capacidad de Pemex para mitigar los impactos ambientales y sociales, así como de la aceptación pública de las asociaciones con el sector privado.
Hacia un Equilibrio Sostenible
La reactivación del fracking en México es una apuesta arriesgada que busca rescatar a Pemex y garantizar la autosuficiencia energética. Sin embargo, los desafíos ambientales y sociales requieren una implementación cuidadosa y transparente.
La experiencia de Sheinbaum como científica y su compromiso con la sostenibilidad podrían guiar este proceso, pero la presión para cumplir con las expectativas económicas y ambientales será intensa.
El fracking en México plantea un dilema entre el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental. Pemex debe demostrar que puede implementar tecnologías avanzadas y garantizar la protección de los recursos naturales y las comunidades locales para que esta estrategia sea viable a largo plazo.
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