Precios de energéticos en México 2018-2024: estabilidad controlada y desafíos estructurales

Entre 2018 y 2024, México logró mantener relativa estabilidad en los precios de sus energéticos gracias a políticas de control y subsidios, según el Observatorio Ciudadano de la Energía A.C., aunque persisten diferencias estructurales con Texas y California.

Hace 21 horas
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Bomba de Gasolina, Depositphotos
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El pulso energético del hogar mexicano

La energía es la columna vertebral del desarrollo económico y social de México. De acuerdo con el comparativo realizado por el Observatorio Ciudadano de la Energía A.C. sobre los precios de energéticos en México 2018-2024, más de 35.3 millones de viviendas dependen directamente de uno o varios energéticos para sus actividades cotidianas: el 76 % utiliza gas licuado de petróleo (GLP), el 12 % gas natural (GN) y el 99.2 % electricidad. Además, un 33 % de la población emplea gasolina para sus traslados.

Estos recursos no se consumen en sí mismos, sino a través de los servicios que permiten —iluminación, calefacción, refrigeración, transporte y producción industrial—, los cuales son esenciales para el bienestar social. Por ello, el gasto energético representa alrededor del 9.95 % del gasto mensual nacional, y dentro de la canasta básica de consumo, los energéticos alcanzan un 27.6 %. Su impacto no solo es económico, sino también social, ya que los hogares encabezados por mujeres —casi el 30 %— destinan proporcionalmente más recursos a cubrir estas necesidades básicas.

2018-2024: precios contenidos frente a la inflación

El periodo 2018-2024 estuvo marcado por fuertes fluctuaciones internacionales: la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania, cambios en la oferta mundial de hidrocarburos y el avance de la transición energética global. Pese a ello, México logró mantener un entorno de estabilidad relativa en los precios de los energéticos, principalmente gracias a la intervención del Estado, subsidios focalizados y topes regulatorios.

GLP: contención efectiva mediante regulación y programas públicos

El precio del gas licuado de petróleo (GLP), utilizado por casi el 80 % de las viviendas mexicanas, registró una variación de apenas 4.1 % entre diciembre de 2018 y diciembre de 2024. Este incremento fue muy inferior al Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), que en el mismo periodo acumuló 33.9 %.

Según el Observatorio Ciudadano de la Energía A.C., esta contención fue resultado de medidas como la fijación de precios máximos por parte de la CRE y la creación del programa Gas Bienestar en 2021, orientado a ofrecer precios más asequibles en zonas urbanas estratégicas. A pesar de que el GLP es más costoso por unidad energética que el gas natural, su disponibilidad y facilidad de distribución lo mantienen como el combustible más usado en los hogares.

Gas natural: un mercado con brechas estructurales

El gas natural residencial en la Ciudad de México mostró un comportamiento atípico: su precio disminuyó en 9.5 % en el mismo periodo. El aumento de la producción en Texas desde 2022 redujo los precios internacionales, pero en México el precio final no reflejó completamente esa baja. Factores como costos logísticos, tarifas de transporte y márgenes de distribución explican esta diferencia.

En 2024, la brecha entre los precios del gas natural en México y Texas se amplió, mostrando que el mercado mexicano aún no logra trasladar los beneficios de la abundancia texana al consumidor final.

Gasolinas: incrementos moderados y control fiscal

Las gasolinas Magna y Premium aumentaron 24.1 % en promedio entre 2018 y 2024, un incremento nueve puntos por debajo de la inflación. Este comportamiento fue posible gracias a políticas de control fiscal y subsidios temporales al IEPS, que suavizaron el impacto de las variaciones internacionales del precio del petróleo.

oil industry, Depositphotos
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Aunque los referentes internacionales presentaron bajas en algunos periodos, México optó por mantener incrementos graduales ligados a metas inflacionarias. Esta estrategia protegió el poder adquisitivo, aunque implicó un costo fiscal significativo.

Electricidad: tarifas administradas y estabilidad relativa

La Tarifa 1 de electricidad residencial, que concentra al 53 % de los usuarios, registró aumentos de entre 33.4 % y 43 % entre 2018 y 2024. Estos ajustes se mantuvieron en línea con la inflación, gracias a una política tarifaria que busca evitar aumentos abruptos que afecten a los hogares.

De acuerdo con el Observatorio, esta estrategia ha permitido que México conserve uno de los precios por kilowatt-hora más bajos de América del Norte, un factor crucial tanto para el consumo doméstico como para la competitividad industrial. Sin embargo, esta contención depende de subsidios significativos que representan una carga creciente para las finanzas públicas.

México frente a Texas y California: contrastes estructurales

El análisis comparativo también revela diferencias estructurales importantes con sus vecinos del norte. En electricidad, Texas mantiene los precios más bajos gracias a su abundancia de recursos y expansión renovable, mientras que California ha visto incrementos sostenidos por inversiones en redes, legislación ambiental e impactos climáticos. México, por su parte, conserva un modelo de precios administrados, que garantiza estabilidad, pero distorsiona señales de mercado.

En gas natural, el diferencial entre México y Texas se ha ampliado debido a la falta de infraestructura de transporte y almacenamiento, además de márgenes comerciales intermedios. Y en gasolinas, el precio nacional se mantiene cercano al californiano, aunque superior al texano, debido a diferencias impositivas y de logística.

Estabilidad lograda, sostenibilidad pendiente

El Observatorio Ciudadano de la Energía A.C. concluye que entre 2018 y 2024 México logró una estabilidad controlada en los precios de los energéticos pese a un entorno internacional volátil. Este logro se debe a políticas públicas activas, subsidios focalizados y controles tarifarios.

Sin embargo, esa estabilidad tiene un precio: subsidios crecientes, rezagos en infraestructura y distorsiones de mercado que podrían comprometer la sostenibilidad del modelo a largo plazo.
El gran desafío será avanzar hacia un sistema energético más eficiente, transparente y alineado con la transición energética global, que combine asequibilidad con señales de mercado claras y fomente la competitividad sin sacrificar la protección social.

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